Capítulo 12. Adora.

4.6K 329 547
                                    

¿Cuántas veces había pasado ya por lo mismo? La niña cerró la puerta detrás de sí, su azulada mirada se fijaba en los anchos corredores de Fright Zone, cadetes de edades mayores se cruzaban con ella, cada uno perdido en sus propios asuntos. Adora trataba de esconder sus ojos llorosos de todos los que se le acercaban e incluso de los que la pasaban de largo. Corrió hacia la habitación donde dormía junto a sus compañeros y se escondió debajo de la cama, su visita a Shadow Weaver no había resultado tan bien como esperaba.

Los integrantes de la Horda, incluyendo a su mejor amiga Catra, creían que ella era la favorita de la hechicera, la única a la que trataba de una forma afectuosa y aunque no estaban tan equivocados también ignoraban una cosa realmente importante: Shadow Weaver veía siempre sólo por sus intereses propios.

Si bien Adora era la mejor entre su escuadrón y otros escuadrones ajenos a ella, nadie tenía idea de todo lo que había pasado desde que era niña para llegar hasta donde estaba. Shadow Weaver la presionaba de sobremanera impidiendo que ésta pudiera disfrutar plenamente de su niñez. Adora entendía que debía ser fuerte; entrenar para convertirse en Capitán de la Fuerza era lo que más le importaba, pero de vez en cuando necesitaba de alguien que le demostrara el cariño de una madre que nunca conoció.

Por breves momentos creía que tal vez Shadow Weaver era la persona indicada para ello, las fugaces muestras de cariño que recibía por parte de la mujer le daban esperanzas de que en algún momento pudiera verla completamente como una figura materna, pero no fue así, al menos no como ella lo esperaba.

Sabía que no debía despreciar el poco cariño que la mujer le otorgaba, después de todo era la única con quien lo hacía, Catra era un claro ejemplo. No entendía aún por qué Shadow Weaver despreciaba tanto a la felina, pero podía recordar aquella escena de la mujer a la que Catra en algún momento llamó «mamá», le causaba escalofríos. Adora jamás había usado esa palabra con nadie, no podía.

Aquella mañana había sido llamada por la hechicera, la niña corrió hasta donde ésta se encontraba esperando algún tipo de elogio, pero no fue así; Shadow Weaver sólo le hizo saber lo decepcionada que estaba de ella por haber fallado frente a Catra en el último entrenamiento. Adora estaba devastada, había hecho su mayor esfuerzo y le alegraba que quien la venciera fuera su mejor amiga, pero claramente la mujer no comprendía esto; la niña, avergonzada, accedió a entrenar más y salió corriendo hasta su habitación.

Incontables veces sucedía lo mismo, nadie lo notaba, nadie miraba el otro lado de la moneda, sólo Adora. Sólo ella sabía todo lo que había detrás de aquellas supuestas muestras maternales de cariño: una mujer egoísta y cruel.

Pasó mucho tiempo para que por fin comenzara a encontrar aquello que tanto anhelaba, una persona que le abriera los brazos de manera cálida con una sonrisa dulce, pero así como llegó a su vida también se fue, dejándole un vacío y un sentimiento de culpa que nadie podía calmar.

― ¡Angella! ―gritaba la rubia al mirar como la mujer se alejaba entre aleteos decididos hasta el portal sobre ellas―. ¡Detente! ¡Por favor!

Una brillante luz la cegó de momento, la espada volvía hasta ella, pero Angella se había ido. Para siempre.




Adora despertó estremecida, intentó calmar su agitada respiración mientras masajeaba sus sienes, hacía bastante tiempo que no padecía de pesadillas sobre Angella y mucho menos de su pasado... cuando era niña. Observó la ventana a su costado, aún era de noche y no parecía amanecer pronto, Catra dormitaba tranquilamente a su lado, la felina se sostenía ferozmente del brazo de la chica, parecía que toda la noche había estado así. Esbozó una sonrisa tenue. Dirigió su atención hasta la pequeña cama redonda que se encontraba frente a la de ellas, donde la bebé dormía plácidamente recostada sobre el cálido cuerpo de Melog, la criatura se había encariñado obstinadamente con la pequeña desde que había llegado al mundo, pero su conexión con los sentimientos de Catra y el revoltijo de emociones que sentía la chica sólo dejaban confundido al pobre animal; para su fortuna, desde que habían vuelto de Marakar tanto la mente de Catra como la de Adora estaban un poco más claras respecto a sus emociones hacia aquella niña. Melog había envuelto a la bebé con su cola, resultando como una enorme almohada suave y cálida para Luana.

A Beautiful Life || Catradora Donde viven las historias. Descúbrelo ahora