》𝐄𝐧𝐟𝐢𝐞𝐬𝐭𝐚𝐝𝐨《ᵐᵃᵗˢᵠᵘᵃʳᵉ

》𝐓𝐫𝐞𝐜𝐞《

• Getaway Car - Taylor Swift •

Observo el camino por la ventana, los ojos no le pesaban en lo más mínimo, no comparado con la soledad que se le presentaba en ese momento, la cual parecía brotarle de la piel. Se odiaba por asociar todo con Gazzaneo, con aquel chico de ojos marrones, y le otorgaba la culpa de ello, a aquel sentimiento.

Probablemente, no fue su mejor decisión abandonar todo, escapar cual ladrón, acusado ilícito, como tampoco lo fue el comenzar algo con quien en un instante creyó el hombre de su vida. Dejando que este volase su mente, apareciese con todo el revoltijo de su ser, para luego destruir todo a su paso, su relación, al igual que su psiquis. También cavia la probabilidad de que ahora se encontrase agrandando las cosas, cual siempre hacia, pero el frio del colectivo se sentía igual de dramático que sus sentimientos, incluso más que las lagrimas que estaría por derramar tras recordar, de nuevo, la despedida.

El sonido fuerte y el dolor en su corazón, seguramente eran otras de sus exageraciones, pero obtener en su radar visual el abrazo grupal que lleno sus vacios antes de presentar uno enorme, tras subirse al colectivo, lo ameritaban. Aquella muestra de cariño, que se encontraba seguro que se trataría de la más importante de su existencia, o por lo menos de su adolescencia.

Y supo que se estaba mintiendo a sí mismo, en cuanto el transporte avanzo, dejando atrás la terminal, con ello a un todo, a su madre, hermana, a Sofía y a Rodrigo. Comprendió por completo, no se trataba de ningún misterio, ningún secreto a voces, ya que era algo que todos afirmaban, incluso aquellas que lo despidieron, en cuanto dejaron la frase: "Siempre va a haber un lugar para vos acá". Muy inteligente de su parte, el dejarle en sus manos una decisión tan importante como abandonar todo, para luego no intervenir en ella, pero no las culpaba, no a las mismas que el dejaron el corazón entre los dientes con solo unas sonrisas genuinas. Una del tipo que no sabría si se presentaría en su nueva realidad, en un comenzar distinto, aterrador, de un carácter totalmente aventurara, lástima que faltase la valentía de su parte, las ganas de lanzarse aquel porvenir.

En ese mismo lapsus, mientras mesclaba pensamientos, supo que probablemente la suerte no lo acompañaría, no cuando el, ahora, era un torbellino, de emociones, de sensaciones, de te quieros, de millones de situaciones. Este que juraba, que aquel amor cultivado a base de engaño y autorrealizaciones ahora lo estaría buscando, en cada esquina, en parte de los lugares que habitaron, como él, desde el instante en que pensó como buena, la idea de dejar que un asiento de colectivo fuese su único hogar, durante diecinueve horas.

La libertad, comenzaba a pesarle, y creía que era demasiado para que aquello sucediese, no lograba disfrutarla debido al amargo sabor de sus recuerdos, de las cosas que decidió alejar, ya era tarde.

Tarde para seguir la misma voz que aclamaba la vuelta, desgarrando entre sonidos agudos, a todo lo bueno que acaparaba, por todo lo trabajo, por todo aquello que tuvo, lo mismo que, gracias a la ceguera, no supo valorar. Rodrigo, había dicho algo de ese calibre una vez, y lo atesoraba como si hubiese sido ayer.

La siesta de Buenos Aires, el verano pegaba fuertemente, dejándolos atosigados con el mínimo de respirar, ambos entre las sabanas del colchón, ubicado en aquella casa de paredes blancas manchadas en las esquinas. El ventilador no se trataba de lo suficiente, no cuando ambos se encontraban bajo el, sudando, y no sabía cómo, pero había accedido a que Rodrigo fumase, en su presencia, comprendiendo que odiaba en los momentos en que este se le acercaba apestando a un cigarrillo que no fuese de tabaco. Recordaba la invitación que le llego, se negó ante ello, gracias a que nunca lo quiso, no cuando ante el notaba como este se carcomía de a poco.