- ¡Ven, apúrate! - Una pequeña niña subía una colina tirando del brazo a su amigo.
- Ya estamos aquí, no sigas tirándome Cianita.-
- Eres muy lento El Cid.- Le contestó riendo.- Y ya es hora ¡Subamos!.- En la cima había un gran roble con largas y gruesas ramas. Los niños treparon el árbol y se sentaron pegados.- ¿Ves? El atardecer se ve ¡lindísimo!.- La pequeña estaba realmente feliz, en especial porque su amigo estaba ahí. Desde ese lugar se veía el sol esconderse entre los cerros pintando el cielo de naranja y rosado, los ríos parecían de oro líquido y de los árboles salían miles de brillos. Al pequeño le llenó de alegría tal paisaje y se giró a ver a su amiga... Sus ojos se abrieron del asombro. Los últimos rayos de sol tocaban delicadamente el rostro de Cianita tiñendo su piel de dorado y resaltaba el rojo de sus labios, la brisa juguetona movía sus cabellos y de sus ojos latinos salía un brillo divino. No pudo evitar quedarse observándola embobado y su corazón comenzó a cantarle.- ¿Por qué me miras tanto?.- Le preguntó con una bella sonrisa.
- Ah... no... por nada.- Respondió nervioso. Estuvieron ahí por bastante tiempo, hasta que las estrellas comenzaron a aparecer en el infinito firmamento.- Oye, deberíamos volver. Tu abuelo debe estar preocupado.- La chica agachó la cabeza y no dijo nada, sólo se aferró a él en un apretado abrazo.
- Quedémonos un poco más... por favor.- Pudo notar un leve temblor en la voz de su amiga y ella lo apretó más.
- ¿Por qué?.- Le preguntó serio.
- Es que... - Se demoró en contestarle.- Es que... me da miedo mi casa cuando mi padre y mis hermanos no están.- Ellos habían viajado a la ciudad para entregar unos pedidos de armas para el ejército de Barcelona.
- ¿Por qué te da miedo? Está tu abuelo, acuérdate que él es un héroe de guerra, nadie se atrevería a entrar a tu casa. ¿O te asustan los fantasmas? Deberías saber que no existen.-
- Por favor.- Le dijo casi llorando.- Quédate conmigo. Por lo menos hasta mañana que llega mi padre.- El pequeño no pudo decirle que no. Apoyó su espalda en el tronco del árbol, la atrajo más hacia sí, la abrazó para que no tuviera frío y puso una mano en su cabeza. Ella lo miró con unas pequeñas lágrimas en sus ojos.
- Está bien. Me quedaré contigo cuanto quieras, pero no llores.- El Cid le secó las lágrimas con su polera y ella le sonrió con las mejillas rojas. Ambos pequeños se quedaron dormidos abrazados en ese árbol.
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El Cid se levantó de su cama y se dirigió al baño, se sumergió en la piscina y se lavó, costumbre latina que le había pegado Cianita cuando eran unos niños pequeños. Pocos minutos después salía bien temprano de la casa de Capricornio a entrenar como todos los días para cumplir la promesa que llevaba grabada en el corazón. Luego de estar casi toda la mañana entrenando, paró un poco para descansar y comer algo. Sentado viendo el río en el que entrenaba sintió que alguien se acercaba.
- Buenos días, El Cid.-
- Sísifo.-
- Aunque llegamos recién de un viaje agotador, igual te levantas temprano a entrenar.- Le dijo con una sonrisa sentándose a su lado.
- Por supuesto.- Contestó serio.- Y ¿cómo te fue ayer con Cianita?.-
- La pasamos muy bien. Bueno, invité también a Aldebarán, ella no tuvo problema, y le llevamos un pequeño presente. Fue una velada muy entretenida, hubieras ido.- El Cid se levantó a seguir con su entrenamiento.- Hoy llegan algunos aspirantes a Caballero y habrán contiendas para ver quien se queda con qué armadura. Parece que la enfermería va a estar bastante ocupada.- Le dijo Sísifo llamando la atención de su amigo.- Sería bueno ir a ver ¿No crees?.- El Santo de Sagitario comenzó a caminar en dirección al coliseo en donde se realizaban las peleas sabiendo que Capricornio lo seguiría. Llegando al lugar vieron a varios aspirantes calentando, habían muchos espectadores, casi todos aprendices. Las peleas fueron duras e interesantes, despertaron ese día tres caballeros de bronce y uno de plata, además que los aprendices demostraron a sus maestros y al Patriarca su potencial en una batalla todos contra todos. Sísifo tuvo razón, la enfermería estuvo ocupada toda la tarde hasta altas horas de la noche. Ya había pasado la media noche y El Cid se encontraba fuera contemplando la media luna.
- Buen trabajo niña, pero tendrás que volver temprano.-
- Sí *bostezo* Nos vemos en unas horas, viejo.-
- Descansa, Cianita.- La chica salió de la enfermería y se encontró a su amado esperándola.
- No tenías que esperarme, tu también tienes que descansar, El Cid.- Le dijo con una cansada sonrisa y él sólo comenzó a caminar junto a ella, iba a acompañarla hasta su casa en el Santuario.
- Te tocó pesado.-
- Sí. Los días que eligen nuevos Santos son los más trabajosos, sin embargo, son los que más disfruto. Me gusta mucho ayudar a la gente y me da risa que los hombres se quejen tanto hehe~. Hoy curé una herida abierta en el torso a una chica llamada Gyeong-Hui, que según dicen va a ser quien se quede con la armadura de Ofiuco. La herida era bastante fea y grande y fíjate que no hizo ni un ruido cuando se la cosí, aunque no se si hizo algún gesto, ya que no puedo ver su cara. ¿Te cuento algo más? Le puse un poco de yodo a un joven en un rasmillón en la rodilla y chilló y pataleó, casi se pone a llorar. Me dio mucha risa jaja.- El Cid escuchaba a su amiga atento y con expresión relajada. A pesar que estaba tan cansada, sonreía con tal alegría y entusiasmo que lo llenaban de un calor suave... ¿Será que ese sentimiento era sólo que le gustaba?... ¿No será algo más que eso?.- A todo ésto ¿Por qué no fuiste más tarde con Sísifo y Aldebarán a visitarme? La pasamos muy bien y conversamos de muchas cosas. Sísifo es muy culto, me cae bien, y que sea el más cercano de todos a la diosa Atenea me es admirable.- Le dijo contenta. Sintió de nuevo ese peso en su corazón.- Y me trajo un regalo ¡Que tierno de su parte! Aldebarán también me dio uno, ambos son muy cariñosos y me gusta mucho que vayan a visitarme. Bueno, creo que me gusta ser anfitriona, atender a la gente y que a ellos les gusten mis preparaciones.- Justo en ese momento llegaron a la casa de Cianita.
- Ve a dormir un poco.- Le dijo serio y cortante.- Acuérdate que tienes que estar temprano en tu trabajo.- Se dio vuelta dispuesto a regresar a Capricornio. ¿Por qué estaba molesto? No es que estuviese celoso, Sísifo era su amigo y no tenía razón para estar celoso de él, pero ella nunca le ha dicho que lo admira ¿Acaso era porque Sísifo era más poderoso, más culto, más guapo, más amable? ¿Era porque él aún no había logrado ser Excalibur? De repente sintió que lo abrazaban por detrás.
- Muchas gracias por acompañarme hasta mi casa.- Cianita se puso de puntas para alcanzar el cuello de El Cid y le depositó un tierno beso en la nuca.- Nos vemos mañana u otro día si estás muy ocupado entrenando.- Se adentró a su pequeña casa y se lanzó a su cama, agarró su almohada y se tapó la cara con ella, avergonzada y feliz. Se tocó los labios, recordando la masculina piel de su amigo, y más vergüenza le dio, pero estaba tan contenta de haberlo hecho que no le dio importancia. Lo que no sabía es que el Santo regresaba a su casa tocándose la nuca con una sonrisa y las mejillas algo sonrojadas. Todo sentimiento malo que tuvo antes se desvaneció completamente ante el acto de la chica. Se lanzó a su cama de espaldas, con el corazón latiendo fuerte, parecía que su cuerpo entero era su corazón. En un momento pensó que todo el Santuario podría estar escuchando los latidos, pero se dijo a sí mismo que era una tontería pensar eso.
Y ambos se durmieron pensando en el otro, dos tontos enamorados. ¿A quién se le ocurriría siquiera pensar que El Cid era así? Para todo era un hombre duro, frío y serio, excepto cuando se trataba de ella. La única persona que lo hacía débil... pero no podía permitirse ser así, ni siquiera cuando se trataba de ella. Tenía que convertirse en un Santo digno, para proteger a Atenea, al mundo y a Cianita.
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¿Sin Ti? No, Gracias// TLC
Romance◇ Santo Dorado de Capricornio, El Cid, un hombre duro, frío y de alma filosa. Cianita, una chica alegre, cálida y sociable. Ambos son amigos de la infancia, pero que ocultan lo que verdaderamente sienten. Tienen una historia oscura detrás y cada uno...