Cap 3

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- Para ser tan pequeño, tienes una buena técnica. Eres ágil y fuerte.- Un hombre alto se estaba afeitando con una navaja en el lavabo que había fuera de la casa.

- Gracias, señor. He estado practicando.- El Cid lo miraba curioso, mientras limpiaba su espada.

- Supe que cuando no estaba, una noche mi hija y tú no volvieron y que se habían quedado dormidos en un árbol. Mi padre se puso como loco.- El niño bajó su cabeza un poco apenado. Cuando volvieron esa mañana el abuelo de Cianita le dio un combo en la cara y lo llamó irresponsable. Iba a seguir golpeándolo, pero la niña detuvo a su abuelo. De eso ya había pasado una semana.- Se preocupa mucho de su nieta, tanto que llega a ser sobreprotector, pero no te preocupes, yo no estoy enojado contigo.- Le dijo con una tremenda sonrisa y lavándose la cara. El Cid levantó la cabeza con sorpresa.- Me gusta el hecho que mi hija viva aventuras, aunque sean así de pequeñas. Obviamente me preocupo y no la dejo ir con cualquiera, pero si se trata de ti, entonces está bien. Siempre la cuidas y ella te tiene mucho cariño. Tengo que darte las gracias por hacerla feliz.- El hombre era muy amable, Cianita salió igualita a su padre. El niño le sonrió agradecido.

- ¡Padre! - La susodicha llegó corriendo contenta y con las mejillas rojas.- ¡Mira! Miguel me hizo un retrato.- Les mostró un dibujo de ella.

- ¡Es hermoso! Tu hermano es un gran dibujante y te hizo muy parecida.- El hombre la tomó en brazos y le depositó un beso en la mejilla, haciéndola reír.

- ¿Te gusta? - Le preguntó la niña a El Cid.

- Está muy bonito.- Le respondió tranquilo y ella pegó su mejilla con la de su padre.

- ¡Estás muy suave! ¿Qué te pusiste? Ayer no estabas así.- 

- Me afeité esos molestos pequeños vellos que tenía.- Le dijo sonriente.- Dime ¿Como te gustan los besos? ¿Suave o rasposos?.-

- ¡Suaves! -

- ¿Sabes? El hombre se afeita para no dañar las mejillas de su hija y su mujer.- Levantó a su hija y la puso detrás de su cabeza. Las pequeñas piernas le rodeaban el cuello y él le sujetaba las manos. Luego miró al pequeño.- No olvides eso, El Cid.- Realmente era un buen hombre.

(Sí. Lo último lo saqué de una película, lo siento).

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El Santo Dorado se levantó temprano, como siempre, y pasó al cuarto de baño. Se miró en un espejo, encontrándose con pequeños vellos de adolescente, casi adulto, en su rostro. Se acordó de lo que el padre de Cianita le había dicho alguna vez, desde ese momento que no le gustaba tener vellos en el rostro. No es que besara a muchas mujeres, en verdad, a ninguna, pero de repente su amiga le daba besos en el rostro y no quería que se raspara. Ocupó su propia mano como navaja. Cuando estuvo listo, salió de su casa a practicar. Luego de unas horas un guardia apareció.

- Señor El Cid. El Gran Patriarca requiere de su presencia.-

- Voy.- Le respondió serio. Se secó el sudor y subió hasta la casa del Patriarca.

- Tengo una misión para ti, El Cid.- El Patriarca lo miraba desde su asiento y el Santo estaba arrodillado.- Irás a la ciudad de Catalania. Según los reportes, apareció de repente y hay un aura extraña. Ve. Tú sabes que esa ciudad fue atacada hace mucho por ciertos dioses.-

- Sí.- Capricornio se retiró, pasó a su casa a alistar sus pocas cosas, se cambió de ropa y se puso su pandora box como mochila. Bajó las demás casas y se dirigió por inercia a la enfermería. Encontró a la chica colocando de vuelta un hombro dislocado, el muchacho soltó un grito y tenía los ojos llorosos.

¿Sin Ti? No, Gracias// TLCDonde viven las historias. Descúbrelo ahora