- Cianita, ya despierta.-
- Mmm....- Estaba haciendo un esfuerzo enorme para levantarse, pero su cuerpo no le respondía.
- Vamos. Vístete para ir a tomar desayuno. Conseguí caballos, el dueño también tiene una granja donde vende animales. También arrienda burros y caballos, así es mejor, ya que de vuelta al Santuario no los necesitaremos.-
- Yaa~... ya... ¡Ya! - Se incorporó de golpe y se dio una cachetada. Tenía que levantarse, aunque no quisiera. Sin pudor alguno, salió de la cama en camisón y con todo el cabello desordenado. A El Cid no le molestó, puesto que siempre había sido así. No obstante, le vio las pantorrillas y se sintió un poco... ¿incómodo?. La chica tomó su bolso y entró a un pequeño "baño", si es que se le puede llamar así, que estaba anexo a la habitación. Ahí se lavó rápidamente, se peinó y se vistió. A diferencia del resto de las mujeres, Cianita se demoraba muy poco en hacer sus cosas. ¿Será que como curandera tenía que apurarse? Quizás. Fueron a tomar desayuno, luego arreglaron sus cosas y el Santo dejó pagado una buena cantidad de dinero por el arriendo de los caballos, casi era más del precio por comprarlos, pero así se aseguraba de que no pensarían que se los robarían, además que no sabía cuantos días los tendrían. Afuera estaba algo helado y la primera luz del día se asomaba tímidamente.- Qué suerte que encontraras caballos ahora, mis piernas aún duelen.-
- No seas llorona.-
- Uy disculpe, señor piernas de acero.- Contestó irónicamente, recibiendo de vuelta una seria mirada de Capricornio.
Y así continuaron su viaje. Cianita era quien más hablaba, siempre fue, es y será así, su acompañante era un hombre de pocas, pero precisas palabras. Con los caballos fue más cómodo y rápido el trayecto, además que la chica tomaba en cuenta a los animales y pararon un par de veces para que descansaran. Uno de esos descansos fue un poco alejado del camino, al lado de un riachuelo. Comieron pan con queso y también frutas y bebieron agua con miel.
- ¿Te gustó la bebida? - Preguntó feliz.
- Es dulce, pero fresca. Está buena.-
- ¡Te lo dije! Además que la miel sirve mucho para el cuerpo. Es como una enfermera mágica que cura todo.-
- Tú eres mi miel.- Eso... ¿fue un piropo? No, El Cid no era de decir esas cosas, lo más probable es que haya sido un cumplido por su buena labor como curandera, sin embargo, igual la sorprendió.
- ¿Por qué? ¿Acaso quieres comerme? - Le dijo coqueta. Él sólo la miró serio mientras masticaba su pan.- Qué aburrido eres.- Exclamó haciéndose la ofendida. Lo que no sabía es que no le respondió, porque bien en el fondo se había puesto nervioso, sólo que sabía disimularlo muy bien.
- Me has curado heridas abiertas, resfriados y moretones, pero sé que puedes curar envenenamientos y deshacer maldiciones leves. Realmente eres buena en eso. Serías la primera miel humana.- Comentó con una sonrisa pequeña.
- Eres un tonto hehe~ - Le respondió risueña.- Todo eso es gracias a mi Maestro Luco. No he conocido a mejor curandero que él.- Al nombrar a su mentor su rostro se entristeció, cosa que El Cid notó. Cianita era muy mala para ocultar sus sentimientos.
- ¿Aún te entristece su muerte? - Preguntó directamente, sin ninguna delicadeza.
- Casi ya no, pero igual tengo ese pequeño pinchazo en el corazón. Ha pasado medio año desde su muerte, mas, si hubiese sido una muerte normal... creo que no me dolería tanto...-
- Ahora que me acuerdo, nunca pudimos hablar sobre este tema.-
- Ambos estábamos ocupados todo el tiempo y no creí que fuese algo que te interesara conversar en el corto rato que teníamos en el mes para encontrarnos.-
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¿Sin Ti? No, Gracias// TLC
Romansa◇ Santo Dorado de Capricornio, El Cid, un hombre duro, frío y de alma filosa. Cianita, una chica alegre, cálida y sociable. Ambos son amigos de la infancia, pero que ocultan lo que verdaderamente sienten. Tienen una historia oscura detrás y cada uno...