Capítulo VIII.

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Hōki estornudo, sintiendo la vergüenza consumirlo, cuando los mocos escurrieron por su nariz detrás de la máscara.

Rápidamente dejo de lado el pequeño envase de ramen, que se estaba sirviendo una vez, encontraron un lugar para pasar la noche.
Busco entre sus bolsillos un poco de papel y bajando lentamente la máscara se limpio la nariz. Suspiró de alivio cuando, miró hacia Iruka y este parecía muy distraído como para haber visto su vergonzosa situación.
Sin embargo, cuando fue a tomar otra vez el envase de ramen, volteó hacia su izquierda, donde unos ojos con un brillo burlesco le miraban.

Kakashi se había dado cuenta de todo y se estaba burlando de su situación.

Hōki frunció el ceño, qué clase de padre era esté que se burlaba de las pobres tragedias de su hijo. Además a costa de su papá, claro, se hacía el simpático si Iruka miraba. En serio que no estaba entendiendo mucho el asunto.

—¿Qué? —preguntó brusco, sorbiendo un par de fideos de su ramen. Aún con el ceño fruncido. Kakashi simplemente se encogió de hombros. El hombre ya había terminado de comer y parecía más concentrado en molestar al niño, que en cualquier otra cosa.

Parecía casi un chiste, la actitud que estaba envolviendo el ambiente entre ellos dos. Era como si el peso de una presunta mentira y el miedo de perderlo todo, no existieran. Cómo si ese momento vivido fuera el único que importará. Kakashi no tardó demasiado en desviar su mirada nuevamente y voltear hacia Iruka, quien parecía tener una expresión de cansancio extremo. O molestia.
El bostezo del hombre moreno, fue suficiente para dar una alarma de que era momento de descansar para continuar mañana temprano.

Hōki tenía los ojos abiertos, mirando las estrellas esparcidas por el cielo. La respiración calmada de Iruka era una señal de que se había quedado dormido. La cabeza del hombre descansa cerca a la de él, mientras le daba la espalda, por otro lado Kakashi se mantenía también mirando las estrellas.

La única señal de saberlo despierto, fue por la iluminación de la fogata. A diferencia de él, Hōki se había bajado la máscara. Miró un poco de reojo a Kakashi, recordando fugazmente que la última vez que durmió tan cerca de ellos, fue cuando hubo tormenta en la aldea. Bastante tiempo atrás.

El carraspeo de garganta que hizo su padre, le hizo mirarlo nuevamente, ahora, una vez más, ambos se miraban fijamente.

—Hay algo que quería preguntarte. ¿Por qué esa máscara? —interrogó. Alzando una ceja, viéndose realmente intrigado.

El niño sonrió para sus adentros.

—Es porque realmente admiro mucho su trabajo, Sexto. En un futuro quiero ser igual a usted, Kakashi Hatake. —respondió en un susurró, siendo amable con el sueño de Iruka.

No recibió una respuesta, mas que solo un asentamiento de cabeza. Sin embargo, el brillo en los ojos, le hizo ver, que se sentía feliz de ser admirado. Ahora sabía, que en lugar de preocuparse por los comentarios malos de las gente, sobre si llegaría a ser tan grande como su padre. Tan solo debía decirle, que lo admiraba mucho, y no callarlo, porque valía la pena verlo feliz.

De pronto un murmullo se escuchó entre medio de suaves ronquidos, ambos se dieron cuenta de una cosa, Iruka hablaba dormido e incluso regañaba a Kakashi en sus sueños. Aquello hizo reír un poco al hombre mayor, quien, siempre había dormido con los sentidos alerta, pero en ese momento, por algún motivo no deseaba dormir. Siguió mirando las estrellas junto al niño, acomodándose un poco más cerca.

—A veces pienso que las estrellas son bolas de gases quemándose muy lejos de aquí. —habló el hombre mayor. El niño le miró de reojo. —¿Tú qué crees?

Buenos días, papáDonde viven las historias. Descúbrelo ahora