Sólo Mírame © [Alone #1]✔️

#20 || La fin est le début d'autre chose [FIN]

Capítulo 20 (final).

"La fin est le début d'autre chose"

Hold On — Chord Overstreet.

Susurros...

—Están locos.

Gritos...

—¡No!

Miedo...

—Estoy asustada.

Todas mis emociones estaban unidas en este momento, afrontando la verdad de todo esto, procesando y analizando la situación. Sentía de todo, pero lo que sobrepasaba era: la decepción.

   Recordé todo, ordené pieza por pieza mis recuerdos y logré armar un escenario exacto para todo lo que estaba ocurriendo.

Aún no es momento, regresemos unos minutos atrás.

10 minutos antes...

—¡¿No podía ser con más delicadeza?!

   Ese grito logró despertarme. Mi último recuerdo seguía siendo el de la habitación de Gabe, dónde me durmieron. Mi visión estaba totalmente en negro, cubierta por lo que parecía ser una tela. Mi cuerpo parecía estar tendido en el suelo de algún lugar, estaba amarrada y totalmente quieta. Mi corazón se aceleraba con cada ruido que escuchaba, cada sonido que entraba por mis oídos me asustaba. Lo bueno era que mi boca no parecía tener algún problema.

—Sabes que está entrenada, era imposible traerla a las buenas —la voz de una chica se escuchó un poco lejos de mí. Era la misma que había escuchado antes de caer dormida, pero no la distinguí.

—Maldita sea. —Otra voz, era distinta a la de la chica, por lo que no era ella. Sus voces parecían estar alejadas de donde yo estaba ubicada.

Pasos.

   Pasos lograba oír. Estos, al escucharlos, supe que venían en dirección a mí. Por mis fosas nasales se adentró un aroma, un aroma un tanto peculiar.

Menta.

   Ese aroma a menta me hacía acordar a alguien en específico, esa persona que solo usaba ese aroma. Cuando su nombre se vino a mi cabeza, no dudé en llamarlo:

—¡¿Mike?!

   La respuesta fue rápida, más de lo que pensé.

—¡Jade! —logré oír su voz entre tanto silencio. La sonrisa en mi rostro se hizo notable al escucharlo, al menos a él.

   La felicidad no me duró mucho. Gritos comenzaron a escucharse, suspiros pesados, ruidos fuertes, voces entrecortadas. No logré distinguir nada de eso, el temor del momento se apoderaba de mí y de mi cuerpo. Pero, sacándome de mi trance de miedo, la venda de mis ojos fue retirada con delicadeza. La luz del lugar cegaba mi vista, impidiéndome ver con claridad. Esta se fue aclarando con el paso de los segundos, permitiéndome observar el verdadero infierno.

Primero, el miedo de ver a todos mis amigos allí me invadía. El dolor en el pecho, el nudo en la garganta y las ganas de llorar y gritar, todo eso era ahora. Miedo de que algo les pasara, de la confusión del porqué estábamos allí, por mí, por mi bebé...