Gilbert Blythe, uno de los chicos más guapos y dulces de todo Avonlea. Perfecto frente a los ojos de muchas señoritas de su edad, mayores e incluso menores.
____ O'Neal, una dama preciosa, deseada por muchos chicos, admirada y envidiada por otras.
B...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Allí estaba yo, ____ O'Neal, viéndome al espejo sin entender muy bien qué hacer con mi imágen. Mi cabello estaba caótico y mi vestido se había manchado por la mermelada del desayuno. Me miraba una y otra, y otra vez y no había caso, estaba hecha un desastre. Me hice dos trenzas que colgaban a ambos lados de mi cabeza para simular mi pelo enmarañado pero las desarmé al instante, las trenzas eran mis peores enemigas. Tomé un par de pinzas y me hice una media cola, sólo me quedaban un par de minutos para salir hacia la escuela. Tomé mi pizarra, libros y tizas y bajé a la primer planta. Mi madre, padre y hermanos estaban allí. Harriet y Edwin, mis hermanos gemelos de a penas 1 año estaban jugando en la alfombra de la sala de estar. Mi padre, como todas las mañanas, leía la sección de noticias en su periódico sentado en la mesa acompañando su lectura con una tacita de té. Mi madre, de igual manera, leía el periódico, pero solamente la sección de moda, de todo lo que tenga que ver con vestidos y tapices nuevos.
-____, vas a llegar tarde -habló mi padre sin despegar la vista de su periódico.
-Lo sé, padre. -suspiré- Ya me voy, adiós.
Salí de la casa deseando no encontrarme con mi odioso pero soportable vecino, Gilbert Blythe. El muy imbécil piensa que por ser un chico guapo puede tener a todas las chicas a sus pies, por ahora, a la única que tiene a sus pies es Ruby Gillis. En mí opinión, son tal para cuál, ambos son unos completos idiotas, aunque ambos son mis amigos y me caen bien.
-¡Buenos días, señorita!.
Mierda, hablé muy pronto. Gilbert Blythe estaba frente a mí con una sonrisa encantadora, a mi lo único que me provocaba, era golpearlo.
-Buenos días, joven Blythe -dije sin ganas.
-¿Tan temprano y de mal humor, señorita? -me miró divertido-. Eso no es propio de una dama -rió.
-Cuando tú -lo señalé con mi dedo índice- te comportes como un verdadero hombre, y no como un chiquillo, yo seré una dama.
-Tendrás que esperar años, no pienso madurar a tan a temprana edad, señorita O'Neal.
-Vaya años que me esperan -comenté sarcástica-. Por lo pronto, esperaré con ansias, joven Blythe -pesatañeé de manera exagerada y le dediqué una sonrisa amplia mostrando mis dientes.
Lo ignoré y apresuré el paso, Gilbert hizo lo mismo y se situó a mi lado en poco tiempo.
-¿Qué pasa, ____? ¿No me extrañaste este verano?
Lo miré y simulé pensar un poco- Mmm, pues no, realmente no.
-Ajá como digas -sonrió-. Yo sé que sí, no te hagas.
-Si algún día te extraño, prometo darme una buena bofetada.
-Moriría por ver eso, señorita O'Neal -dijo con tono divertido.
Mientras más caminábamos, más dentro el bosque estábamos. Iba a responderle a Gilbert pero escuché una voz masculina a lo lejos.
-Te voy a dar una lección, Firuláis. Eres una perra mala. Una. Perra. Mala -decía Billy Andrews escupiendo cada una de sus palabras hacia una chica que yo desconocía.
