III

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-Vine a verte, Anne -la miré de arriba a abajo-

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-Vine a verte, Anne -la miré de arriba a abajo-. Me preocupas.

-No se hubiera molestado -suspiró y enfocó su vista en el piso-. No valgo nada para que usted gaste su tiempo en mí. Míreme, soy huérfana y fea.

-Anne, no quiero oírte decir eso nunca más -levanté su mentón con mi dedo índice-. Que Billy Andrews te moleste y que otros chicos piensen que eres fea no significa nada, no debería significar nada. Eres hermosa, con tus pecas y tu pelo pelirrojo -le sonreí-. No todos aprecian la belleza, menos los niños.

-Gracias, ____, de verdad -me miró-. ¿Quieres pasar? -señaló la puerta que estaba a su lado-. Podemos imaginar ser princesas o ser hadas que fueron secuestradas para obtener su polvo mágico, o que un gran ogro nos persigue por nuestra belleza, bueno, su belleza. Oh, también podemos imaginar...

-la interrumpí- Podemos imaginar todo lo que querramos, somos jóvenes y nuestra imaginación es espléndida -Anne sonrió mostrando todos sus dientes-.

-Oh, por Dios, al fin alguien que sabe imaginar -me abrazó-. Perdone, sé que es muy pronto pero -la interrumpí de nuevo con otro abrazo.

-Anne, me encantaría ser tu amiga -le sonreí y entramos a su habitación.

Pasamos toda la tarde imaginando muchísimas cosas, desde ser princesas hasta ser cazadoras de dragones. Anne tenía una gran imaginación y a decir verdad, me encantaba. Cuando el sol empezó a esconderse, me tuve que ir a casa, me despedí de los Cuthbert y Jerry, y comencé a caminar.
Estaba aterrada, los búhos y los insectos del bosque hacían la noche tenebrosa, comencé a sentir pasos cerca de mí, varias hojas recién caídas de los árboles crujían bajo mis pies y los pies del desconocido. Me agaché y tomé una rama disimuladamente, cuando el desconocido se me terminó de acercar, le di con la rama en la cabeza.

-Ouch -dijo una voz que conocía.

-¿G-Gilbert? -me agaché junto a él-. ¿En qué estabas pensando? ¡Ibas a hacer que muera del susto!

-No sea exagerada, señorita -por lo poco que veía se estaba sobando la frente-. Sólo quería acercarme a saludarla.

-Vamos, te llevaré a casa -le tiendo la mano-, no voy a dejarte tirado en el medio del bosque a, probablemente, las nueve de la noche.

-Pensé que me dejaría a mi suerte, señorita ____ -rió.

-¿Alguna vez te dijeron que aburres con la palabra "Señorita"? -lo ayudé a levantarse-. Porque si no es así, lo haré yo.

-Jamás me lo han dicho -suspira-, es por educación, supongo.

-De ahora en más, llámame ____, O'Neal o como tú quieras menos señorita -comenzamos a caminar hacia mi casa-. ¿Puede ser eso posible?

-Está bien, puede que me lleve tiempo acostumbrarme pero lo haré.

Caminamos un par de kilómetros en silencio, un silencio realmente incómodo a mi parecer.
Al llegar a mi casa, Gilbert seguía agarrándose la cabeza a causa del dolor, entramos por la puerta trasera y como presentí, todos estaban durmiendo. Le hice una seña en silencio para que me siguiera a mi habitación. Cuando entramos, cerré la puerta con llave. Supongo que en mi baño había un maletín de primeros auxilios.

Ámame, Blythe || Gilbert Blythe/Lucas JadeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora