first meet

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Juliana observó con cautela la enorme casa que estaba frente a ella. 

Entrar en la propiedad había sido un show, para empezar, Federico le había dado mal la dirección, por lo que la morena había, mínimo, tocado cuatro timbres. Después, cuando finalmente había dado con la dirección correcta, el guardia de seguridad y ella habían tenido una pequeña pelea porque aparentemente no aparecía en la lista de invitados. Finalmente, le costó trabajo seguir el camino hacía la casa desde la entrada porque el faro de su motoneta no iluminaba del todo bien el camino empedrado, por lo que varias veces se metió donde no debería haberse metido. Pero bueno, llegó a su destino sana y salva.

La puerta principal de la casa estaba abierta de par en par. En la entrada había una señorita que recibía los abrigos de los invitados, por que sí, estaban en pleno invierno y hacía un frío de los mil demonios. Después de entregar su abrigo, Juliana preguntó en donde estaba el baño.

Le pareció gracioso que fuera más rápido encontrar el baño que la casa.

- ¡Llegaste! - gritó Federico al verla - Creí que no ibas a venir

- Bueno, estuve a punto de regresarme a mi casa después. - confesó

- Afortunadamente no lo hiciste, así que todo bien. - rió - Bienvenida a la residencia Carvajal. - hizo un ademán con las manos señalando a su alrededor - Le prometí a Gustavo que sería una fiesta pequeñita, pero a Valentina se le ha salido de las manos.

- ¿Valentina?

- Su hermana. Oops. Se me olvidó que no la conoces, una disculpa. - comenzó a caminar e hizo un gesto para que Juliana lo siguiera - Verás, a mi y a Valentina nos preocupa mucho el hecho de que Tavo no se divierte como debería, por eso hemos organizado la fiesta, con su autorización, claro. Digo, ya es un treintón, pero está soltero y nos urge encontrarle una novia.

- Entiendo. - rió por la explicación mientras veía la inmensa cantidad de personas que habían esparcidas por toda la casa - ¿Y dónde está él?

- Ahí mismo. - señaló al festejado - Vamos

Gustavo estaba vestido con un pantalón de vestir color negro y una camisa morada; sostenía un vaso en su mano derecha y con la otra estaba recargado en una silla. Se le veía incómodo, Juliana podía notarlo, conocía los gestos del doctor, últimamente habían pasado mucho tiempo juntos y ahora lo conocía como a la palma de su mano. Era un buen amigo.

- Juliana, hola. - la saludó con una sonrisa tan pronto como ella y el castaño estuvieron frente a él - Creí que habías dicho que no vendrías porque tienes turno mañana temprano.

- Bueno, es la fiesta de mi jefe de área, creo que él entenderá si llego unos cinco o diez minutos tarde mañana. - sonrió - ¡Feliz cumpleaños! - lo abrazó rápidamente - ¿Cuántos años cumple su alteza real el príncipe de Ángeles Lindavista?

- Un dígito más, un dígito menos. -  bebió un trago - Me mantengo eternamente bello. - se encogió de hombros y luego sonrió 

- Cumple treinta y cinco, que no te engañe. - habló Federico 

- ¡Calderón! - se quejó el más alto 

- Tranquilo, jefe. - rió Juliana - No le diré a ninguno de mis compañeros de residencia que en realidad no tienes cuarenta. 

- ¿Creen que tengo cuarenta? - preguntó ofendido

- Algunas creen que es atractivo que seas un cuarentón. Creo que si les digo que en realidad acabas de cumplir treinta y cinco podría provocarles un ataque al corazón. - explicó - Y yo no quiero ser responsable de la baja de todas las R3 de neuro.

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