friendship?

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Tres meses más tarde la primavera se hacía presente en la Ciudad de México, lo que significaba que Juliana ya no tendría que usar playeras térmicas debajo de sus pijamas. Era muy lindo ver como todo comenzaba a florecer y como los días parecían ser más claros.

La vista desde su ventana del hospital era preciosa y le fascinaba. Pese a la enorme contaminación que rodeaba la ciudad, la morena aún era capaz de observar las cosas más bellas de aquel lugar. Habían muchas cosas que detestaba de ahí, es la verdad, pero también habían otras que le encantaban y la hacían sentir feliz. Como la infinidad de museos que habían, o lo hermosos que eran algunos parques.

- Tierra llamando a Valdés. - dos golpes en su cabeza la sacaron de la ensoñación en la que se había metido tras fijar su mirada por la ventana - ¿Qué tanto ves?

- El día está muy bonito. - se encogió de hombros y se retiró de la ventana para sentarse cerca del escritorio que había en el consultorio - Me encanta la primavera.

- Me gusta más el invierno. - respondió el rubio 

- Eso lo dices porque estás acostumbrado al maldito frío de tu ciudad, yo sufro cada invierno aquí desde que inicié mis residencias. - se quejó - La primavera le sienta mejor a la ciudad, de todos modos. Es más bonita y clara, menos lúgubre que en invierno.

- Como sea. - le restó importancia y se sentó en el escritorio - Venía para invitarte a comer a mi casa. - la morena levantó una ceja -  Será con Federico, Cynthia y Dario.

- ¿Qué se celebra? - preguntó extrañada

- Federico ahora es adscrito. - sonrió, la morena hizo un gesto de sorpresa - ¿Increíble no? Se ha esforzado tanto por ello y finalmente será un empleado hecho y derecho de Lindavista. - aplaudió - ¿Vendrás?

- ¿Estará tu hermana?

La pregunta hizo reír a Gustavo, sin duda alguna el tema de Valentina era toda una barbaridad digna de admirar. Desde su visita para disculparse con ella, la rubia había continuado visitando el hospital durante los horarios de comida de la morena, todo para pasar tiempo de calidad con ella y por su puesto, para hacerla sonrojar.

Valentina se había empeñado en halagarla todo el tiempo y en aplaudir su trabajo. Siempre le recordaba lo inteligente que era y lo orgullosa que estaba de ella por su residencia. Odiaba admitirlo, pero en el fondo, la ojiazul si era una mujer muy dulce.

Con los meses la rubia consiguió meterse a Juliana en el bolsillo, sin embargo, no como esperaba que sucediera, pues aparentemente lo que había ganado era su amistad. Pero eso solo le daba esperanzas de poder cambiar la perspectiva de Juliana sobre ella y así hacerle ver que era un buen partido como futura novia. Entonces, ya no solo eran halagos, la rubia comenzó a darle pequeños obsequios, tenía detalles muy específicos con ella y constantemente estaba revoloteando a su alrededor haciéndole insinuaciones, pero bueno, la ojimarrón había aprendido a vivir con ello muy a su pesar.

- No lo sé, ya sabes que ella es impredecible. Pero tranquila, lo de la comida no se lo he contado a nadie más que a Eva. - ella asintió - Entonces, ¿irás?

- Sí, hay que celebrar al nuevo adscrito ¿no? - le sonrió

- ¡Excelente! Nos vemos ahí el domingo, ¿ok? - la morena asintió nuevamente - Será a las cuatro y media, trae un par de refrescos de toronja. - se acercó a la puerta y la abrió - Ahora, continúe trabajando doctora Valdés, deje de mirar por la ventana. - gruñó con molestia

El rubio en definitiva sabía como manejar su papel de amigo y de jefe.

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OportunidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora