Valentina

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La ojiazul se levantó más temprano de lo normal aquella mañana. Cuando vio el reloj que estaba sobre su mesa de noche notó que eran las 6:35 de la mañana. A su lado yacía Juliana acostada dándole la espalda, por lo que sus ojos no tardaron en pasear su mirada por aquella parte del cuerpo de la morena, la cual estaba casi al descubierto.

 Cuando chocó accidentalmente con Juliana durante la fiesta de su hermano sus neuronas dejaron de funcionar por un momento. A lo largo de su vida, o al menos desde que había salido del clóset, había disfrutado de admirar sin pudor la belleza de las mujeres, pero no solía mostrarse interesada en ellas de manera abierta y coquetear, sin embargo, había algo en aquella mujer de barbilla partida que había estallado una valentía que evidentemente no tenía.

Coquetearle sin pudor era un superpoder desbloqueado. Pese a sus muchos intentos fallidos de conseguir tenerla en su cama, la rubia nunca se rindió y accedió a iniciar una amistad con ella. Con el tiempo se permitió no ser tan intrusiva en su vida, pero después tuvo que cesar por completo cuando su hermano le contó que la morena si podía llegar a considerar tener algo con ella solo si no fuese tan intensa con sus sentimientos.

Lo positivo es que al bajarle a sus coqueteos, las cosas comenzaron a darse de manera más natural, y por ende, Juliana empezó a acceder a cosas que antes iban acompañadas de un rotundo y lastimoso: "No".

Y ahora estaba ahí, dormida en su cama después de una cena que había terminado exitosa. 

- Hmmm. Puedo sentir tu mirada, ¿sabes? - la voz adormilada de la morena la sacó de su ensoñación, así que desvió la mirada con culpabilidad - Buenos días. - dijo mientras se movía en la cama para poder sentarse con la espalda en la cabecera y las manos sosteniendo la sábana para cubrir su cuerpo desnudo

- Buenos días. - sonrió - ¿Dormiste bien?

- De maravilla. - admitió - Tal vez debería venir más seguido a tu casa a pasar la noche. Duermo mejor que en mi departamento y me siento renovada al despertar.

- No me molestaría tenerte aquí todas las noches si antes de dormir podemos hacer lo que hicimos. A excepción del baño. - rió 

- No tienes llenadera, Valentina. - suspiró mirando el reloj de su muñeca - Es muy temprano. ¿Quieres que vayamos a desayunar a alguna parte?

- ¡Vamos a iHop! - dijo entusiasmada mientras salía de la cama

Con una sonrisa vio como Juliana también salía de la cama, pero enredada en las sábanas, por lo que se acercó a ella y le arrebató las sabanas para después abrazarla. Sus cuerpos se acoplaron entre sí. Valentina cerró los ojos ante el contacto del cuerpo desnudo de Juliana con el suyo. La morena irradiaba calor, un calor muy excitante.

Le encantaba el aroma de la doctora, por lo que aprovechó el abrazo para, como siempre, enterrar su rostro en el cuello de ella para poder pasear su nariz por ahí. El cuerpo de Juliana no tardó en responder erizándose, lo que la hizo sonreír.

- ¿Cómo haces para oler así de rico siempre? - preguntó suavemente

- Es una técnica muy efectiva y fácil, se llama bañarse. - respondió

La ojiazul se alejó de ella y comenzó a reírse. Adoraba como la morena era experta en hacer que momentos como esos dejasen de ser eróticos. Sabía que era tímida, así que la respetaba, por ello la dejaba hacer ese tipo de comentarios y se reía. De todos modos disfrutaba de esos momentos, la doctora era realmente divertida.

- ¿Te parece bien si nos bañamos juntas? - preguntó - Ya sabes, para que ambas podamos oler así de rico. - sonrió coqueta

- Eres imposible. - rodó los ojos

Un baile de victoria pasó por la mente de Valentina cuando la morena la tomó de la muñeca y la arrastró al baño con ella. El agua descendió por la regadera y Juliana se metió debajo jalando a Valentina consigo. 

El corazón de la rubia comenzó a latir descontrolado cuando la más baja la tomó del rostro para besarla. La fuerza de voluntad de Valentina se fue al carajo tan pronto como sintió la habilidosa lengua de su novia entrar en su boca, así que la tomó de las caderas y la pegó contra la pared.

El beso se tornó más intenso que aquellos que compartieron la noche anterior y todo parecía marchar relativamente bien hasta que se escucharon golpes en la puerta de la habitación, lo que hizo que ambas se separarán y por unos segundos no tuvieran idea de dónde estaban.

- ¿Deberías ir a ver? - preguntó Juliana tratando de regular su respiración

Sus labios estaban rojos e hinchados por los besos, y su pecho subía y bajaba. Valentina estaba segura que podía oír los latidos de su corazón resonar en por todo el baño.

- Suena a que es urgente que vayas a atender. - volvió a hablar

- Sí, sí. - meneó la cabeza - Solo dame unos segundos.

Después de lograr tranquilizar a su corazón, a sus hormonas y a su cerebro, la ojiazul salió de la ducha y se puso su bata. Salió del baño y caminó hasta la puerta para después abrirla, ahí se encontró con Silvina, a quien se le veía demasiado preocupada.

- ¿Qué pasó, Chivis? ¿qué tienes? - preguntó al verla así

- Mi niña, han secuestrado a Lucía. 

Al oír aquello tuvo que sostenerse del marco de la puerta para no caerse del impacto. Sus emociones se volvieron un lío y entonces se llevó la mano a la boca para ahogar un grito. Aquella no era una noticia fácil de digerir. 

El miedo se apoderó de su cuerpo y comenzó a temblar.

- ¿Cómo? - preguntó - ¿Qué ha pasado? - volteó para ver la hora, eran las 7:15 am, definitivamente era muy temprano, no había sentido alguno

¿En qué momento se hace un secuestro?

- Esta mañana se fue muy temprano de la casa. - le contó - Se le veía apurada. Creo que iba camino a la oficina, pero no llegó. Ahorita tu hermano estaba desayunando y llamaron a la casa, quieren que publiquen una nota en el periódico. Querían hablar con Eva.

- ¿Qué?

Muchos pensamientos pasaron al mismo tiempo en su cabeza. No entendía para nada lo que estaba pasando y estaba asustada. Temía por la vida de su madrastra.

- La policía está abajo. - agregó Silvina - Vine a buscarte, quieren hacerte unas preguntas.

- Sí, sí, solo déjame cambiarme y bajo. 

Silvina asintió y se dio la media vuelta. Con lentitud la rubia cerró la puerta de su habitación y se abrazó a si misma al mismo tiempo que caminaba hacía su cama y se sentaba. 

Juliana salió del baño al ver que la ojiazul tardaba y al verla con la mirada perdida se acercó preocupada a ella, pero no reaccionó al instante. Entre sollozos la rubia se dejó abrazar por la doctora y le explicó lo que pasaba y su miedo a que ahora fueran por ella o por su hermano.

Las cosas estaban saliéndose de control.

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