Prólogo

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Miedo. Esa era la palabra ideal para describir lo que sentía en ese momento Harrison Van Tassel. Y es preciso aclarar, que ese término no le era para nada familiar a un hombre como él. Por el contrario, durante toda su vida Harrison Van Tassel había sido un hombre poderoso e imponente, que rara vez le temía a algo, o en este caso, a alguien.

En el momento en el que Harrison Van Tassel se percató de que no estaba solo en su casa —luego de que escuchara la puerta principal de esta, abrirse y cerrarse de forma estrepitosa y posterior a esto, escuchara un montón de pasos acercándose a su habitación secreta. — Aquel desdichado hombre entendió que le habían descubierto y que esta vez, no habría escapatoria. Años y años de burlar el sistema habían llegado a su fin. Él lo sabía. Se sentía atrapado y acorralado tal y cómo si de una rata se tratase. Él sabía que sus intentos de evadir la realidad inminente habían fracasado y que finalmente había llegado la hora de enfrentar a sus demonios.

Los pasos que provenían de afuera se escuchaban cada vez más y más cercanos.

Harrison Van Tassel tembló internamente suponiendo el terrible destino que le aguardaba. Él sabía lo despiadados que podían llegar a ser. Él solía ser uno de ellos.

Y como el hombre calculador que era, intentó evaluar sus posibilidades. Y al hacerlo, entendió que no tenía ni una. Su habitación secreta no era lo suficientemente grande como para que Harrison Van Tassel se escondiera de sus atacantes. Y además, la pequeña habitación no contaba con ninguna ventana, negandole así, la posibilidad de escabullirse de su casa. Y por último, él contempló la posibilidad de salir de la habitación antes de que llegaran por él. Pero descartó de forma inmediata esta opció, ya que, sabía que no tendría el tiempo suficiente para evadir a aquellos que habían venido a terminar de una buena vez con su existencia.

Harrison Van Tassel estaba atrapado. Ya no había escapatoria para él.

Y sintió miedo por su vida. Mucho miedo. Sabía que su sentencia estaba dictaminada de antemano y no podría burlarla. Harrison Van Tassel sabía que sus horas en el mundo de los vivos estaban contadas. Y entonces, sintió tristeza, demasiada. Sabía que se iría pronto de este mundo y no volvería a ver nunca más, a su joven hija Elinor, ni a su amada esposa, Katrina. Y lo que más lo enloquecía del asunto, era que ninguna de las dos sabría que había sucedido realmente con él. Nunca, ni Elinor, ni Katrina conocieron por completo a Harrison Van Tassel, ni la cantidad de secretos que terminarían por llevarlo a la tumba.

Y en un intento desesperado para finalmente liberarse del peso de sus secretos, tomó con manos temblorosas su teléfono móvil y le mandó un ultimo mensaje rápido a su querida Elinor, con la esperanza de que ella desenredara este nudo de cuerda infinita.

Y fue entonces, que la puerta de la habitación secreta se abrió de forma abrupta, revelando a sus perseguidores.

El destino de Harrison Van Tassel estaba sellado. Él lo sabía.

—Los estuve esperando. —Dijo aquel hombre sentenciado a muerte, manteniendo hasta el último instante su cabeza en alto.

El Misterio de ElinorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora