Capítulo 14: Polvo eres y en polvo te convertirás

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Esa mañana entraron tres campesinos con cuchillas ocultas bajo la ropa y cuatro pícaros. Al entrar los campesinos y dos de los pícaros echaron a andar puertas adentro al castillo, los otros dos pícaros asesinaron a los guardias que había en la puerta, usurparon sus identidades y siguieron el camino de sus camaradas. Cuando ya estaban dentro subieron a tocar las campanas. Mientras tanto el otro grupo distraia la atención dentro de la sala de reuniones en el castillo.

Ding, dong, ding, dong el castillo empezó a inundarse yo iba al pie de la batalla montada en Pegaso y mi profesor de armas junto a mí al ver el espectáculo María huyó con tres guardaespaldas a los aposentos más altos mientras el resto de el ejército peleaba Emilio y yo seguíamos a María cuando alfin llegué allí la puerta estaba atrancada.

Entre tres guerreros, Emilio y yo derribamos la puerta, al caer la puerta de roble al suelo hizo un sonido ensordecedor lo que hizo que subieran más refuerzos del enemigo. Dos de los guerreros se quedaron a combatir, entonces allí estábamos, María; con tres guardas y Emilio y yo con uno de nuestros guerreros.

Cuando María vio lo que había conseguido en tan poco tiempo retrocedió dos pasos y se escondió detrás de sus guardas como la rata asquerosa que es. Desenfundé mi espada de dos manos y me lancé a por el más grande de los tres, me acerqué a él velozmente levanté mi espada por encima del pecho y con las mismas la dejé caer en diagonal el intentó parar mi golpe con su espada y... ¡Cragg! Su espada y cuerpo partidos por la mitad.

Por otro lado mi maestro de danza estaba golpeando velozmente al otro guarda y cuando se cansó de esquivar y dar golpes lo mató con su propia espada.

Encambio al guerrero que nos acompañaba cayó de una estocada mientras observaba el estrabagante estilo de lucha de Emilio.

Al ver éso, Emilio recogió mi espada de dos manos y atravesó al guarda que había herido a nuestro compañero mientras yo estaba  enfrente de María ¡Alfin!

-Emilio, llevatelo con los nuestros que lo sanen y no dejes que entre nadie excepto Nana.- Dije yo mientras sonreía al momento.

- Entiendo. - Dijo Emilio mientras recogía el cuerpo de nuestro camarada.

- Bueno María, aquí estamos tú y yo. Alfin, ¿ No crees? - Dije mientras tocaba el filo de la espada verde y me acercaba a ella poco a poco.

- ¡Ee.. Espera! ¿No te gustaría saber antes de que murió tu padre? - Dijo María mientras retrocedía.- Fue tu culpa. - Dejó escapar una sonrisa. - ¿Recuerdas el cumpleaños de tu padre? El nunca debió beber de esa copa, era para tí. Pero no, tu no la quisiste. Podría estar envenenada, eso dijistes ¿No? - Dijo con soberbia.

- ¡Tú! Serás mala pecora, arpía, ramera y sin vergüenza.- Ni tan siquiera había terminado con mi enumeración cuando ya tenía mi espada en su cuello podía ver el reflejo de sus tendones y venas en el canto de mi espada, pero no. No podía matarla así, aún recuerdo los ultimos y sufridos días de padre y claramente ella merecía algo peor. De un rápido movimiento ella ya no tenía pies para escapar, cuando estaba en el suelo gritando de dolor me agaché la cogí de sus lindos mofletes, le habrí la boca y con las tenazas de la chimenea en la que me quemó la mano le saqué la legua de la boca, cogí una de mis dagas y se la corté.

-Ahora dejarás de gritar, imagino. - Dije mientras reía como una loca.

La sangre salía de su boca mientras intentaba articular palabra para pedir ayuda estaba llorando y gritando de dolor era lo que había estado esperando asíque con hierros ardiendo cuajé la sangre de las tres heridas que había abiertas, no quería que se desangrara aún.

Le di una patada en la cara y luego la cogí del pelo y le di un cabezazo contra la pared.

-¿Qué, te gusta? Esto por matar a mi padre. - Le decía mientras veía que como se le escabullian las fuerzas. -¿Qué pasa? Te ha comido la lengua el gato? Jajajaj. Cuando dejé de ver humano lo que estaba haciendo rematé la faena cortandole la cabeza con mi espada de dos manos. Y con la cabeza en las manos cogida por el pelo baje los escalones. -Se acabó ya no tenéis señora feudal en esta tierra, parad la batalla. Pues ahora soy yo de nuevo. Venga recoger y salvar a los heridos. ¡CORRED!

A todos nos devora el tiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora