CAPITULO 9

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Narra Magnus...

Estábamos ya casi en el final de la película (y admitiré que me conmovió demasiado cuando Rick se negó a darle los pasajes a Ilsa y Victor). Además de admirar el hermoso rostro de Alexander tan encantado con las escenas de drama y romance.

Cuando la escena final se mostraba en la pantalla, me di cuenta que por un momento Alexander había quitado su vista de la pantalla mirándome con sus increíbles ojos azules de manera intensa y llena de pasión, definitivamente aquella película lo había afectado más de lo que creí.

Lentamente inclinó su cabeza hasta que nuestros labios colisionaron en un apasionado beso, podía sentir sus manos acariciando mi cabello mientras nos besábamos de manera fiera.

Acaricie su bien formada cintura y su fuerte espalda mientras lentamente sus manos bajaban desapuntando los primeros botones de mi camisa.

Sin dejar su boca ni por un segundo comencé a quitarle la parte de arriba de su sudadera, no sabia que hacia, solo sabia que necesitaba besar aquella tentadora piel de porcelana.

-¿Quieres?- le pregunto jadeante.

-M...- lo pensó un instante- solo si tu también.

-Dios si- medio gruñí levantándome con el en brazos mientras le desvestía (y el a mi).

Con tapujos y entre risas conseguí llevarnos a su habitación. La cama era grande, cosa que agradecí pues deseaba que estuviera lo mas cómodo posible.

Una vez lo deposite en la cama, uso sus brazos para acomodarse y luego para atraerme por los hombros para tomar el lugar que me pertenecía, entre sus brazos y contra sus labios. Le desnude con la mayor calma que pude admirando sus perfectas mejillas de porcelana teñirse de un suave rosa.

Lentamente pasé mis dedos por su largo y musculoso abdomen pero cuando estuve apunto de llegar a su virilidad su mano retuvo la mía.

-¿No quieres?- cuestione preocupado.

- Si- mordió su labio con vergüenza antes de mirarme a los ojos- solo es que... hay algo que debes saber antes de que... pase.

- No importa lo que sea, amor- libere su labio con mi pulgar- no voy a juzgarte.

-Yo no puedo he...- se sonrojo de vergüenza- No se me... tu sabes- señala con su cabeza entre sus piernas.

- No te sigo, cielo- le mire confundido.

- NO SE ME PARA- cubrió su rostro con sus manos mientras se recostaba en la cama- He tirado de esa cosa durante horas y  nada pasa.

Me rompió el corazón el verlo tan frustrado así que me acurruque a su lado posando mi cabeza en su pecho dando mimosas caricias.

- Amor...- hable en voz baja- no me importa si tu cuerpo no reacciona a mis atenciones- mire directo a sus deslumbrantes ojos azules- por que yo se que tu si lo haces, puedo verlo en tus ojos- ronronee- y aunque no negare que se me hace agua la boca con tu cuerpo- le guiñe ganándome una suave risa- tu eres quien me importa, no tu cuerpo.

Sonrió mientras se inclinaba sobre mis labios y los reclamaba con la misma cantidad de pasión y fiereza que lo caracterizaba. Me supo a la maldita gloria.

-Te quiero- suspiro acurrucandose en mi cuello.

-Y yo a ti, amor- acaricie sus largos cabellos

-Solo...-acaricio mi pecho con anhelo- quiero hacerlo lento por ahora, quiero que nos sintamos bien juntos aunque yo no pueda... Ya sabes... Satisfacerte.

-Tu siempre me satisfaces- con cariño lo recosté sobre su almohada y comencé a besar la suave piel de su cuello, sacándole lentos y tímidos jadeos- solo relájate.

Una vez, sentí que su cuerpo se relajaba por completo comencé a acariciar con mis dedos la pelvis y la base de su miembro; solo tanteando, deseando que se mantenga lo más cómodo posible.

-¿Te gusta?- deseo saber- ¿Puedo seguir?.

-Si...-ronronea levemente- No pares... Se siente bien.

Continué con leves movimiento ascendentes y descendentes por la piel de su miembro mientras daba leves mordidas a sus pezones. Los sonidos suaves y apasionados de mi chico además de sus mejillas ligeramente sonrojadas lo hacian ver completamente erótico.

-Magnus...-suspiro acalorado.

-¿Te está gustando?- jugué un poco con él-¿Quieres que pare?.

-No- Gruñó inconforme- no pares, es malditamente increíble- ronroneó curvando su espalda un poco- Quiero... Quiero tocarte.

-Hazlo...-lo anime sin dejar de acariciarlo- soy tuyo, lo sabes.

Torpe y vasilante llevo sus preciosas manos a mi pecho y pellizco mis pezones con calma, causando que una corriente de placer recorriera todo mi cuerpo hasta terminar en mi miembro, ya previamente endurecido.

-Vas bien, amor - intento darle algo de seguridad- se siente increíble.

-Eres sexy- creo que hablo más para si mismo que para los dos- tu cuerpo párese moldeado por el más fino chocolate.

-No tanto como tu- lo traje devuelta a la realidad- tu cuerpo es precioso, ni siquiera la porcelana es tan hermosa y delicada como cada centímetro de tu cuerpo.

Una mano en mi nuca me atrajo hacia sus labios de manera fiera y empezamos a devorarnos el uno al otro, las manos se fueron perdiendo sobre la piel,  ardientes y ansiosas, completamente llenas de deseo.

-Hay algo que me gustaría probar-me separé de sus labios solo unos segundos antes de atacarlo de nuevo- ¿Te gustaría?.

-Si...-recupero el aliento por un momento- confío en ti.

Buscando no incomodarle, me recosté lentamente sobre su pelvis, juntando su miembro con el mío y haciendo ligeros movimientos de adelante hacia atrás.

Los gemidos empezaron a escapar entre sus labios ligeramente abiertos igual que los míos, además podía sentir como sus uñas se clavaban en la piel de mi espalda.

-Te sientes increíble,Amor- jadeo sobre sus labios.

-N-o pares mmmmm- su rostro sonrojado y jadeante era jodidamente sensual- se siente como el cielo.

Mis movimientos se volvieron menos erráticos y más eróticos, deseando hacerle ver estrellas como el tanto lo deseaba.

A los pocos minutos sentí como la humedad cubría nuestros estómagos, me sorprendió pues aún no había sentido aquel agradable picada abdominal que provocaba el orgasmo.

Me incliné con curiosidad para entender que había pasado cuando de repente lo ví.

-Mi amor...-lo sacudí- te corriste.

Su risita dulce y un tanto tímida casi me hace olvidarme del punto.

-Pues si, ¿Que quieres que te diga?- se levanta con sus codos para darme un pico en los labios- te mueves delicioso.

-No, amor - lo sacudo antes de volver a caer en sus encantos- te corriste.

Sus perlas azules se abrieron con sorpresa antes de ver su esencia cubrir nuestro abdomen. No era mucho pero estaba seguro de que para él lo era.

-ME CORRI- sonrió con evidente emoción antes de lanzarse a mi cuello y atacar mis labios- No había pasado en tantos años que creí... que me había vuelto impotente.

-No eres impotente, amor-junte nuestras frentes con una amorosa caricia en su cabello- nunca lo creí así.

-Tu me curaste- hablo en un susurro como si quisiera que se quedará como nuestro secreto- ahora deberás hacerte responsable- sus dientes atacaron sensualmente mi cuello sacándome un gemido ronco- pues el hecho de saber que no soy impotente me ha dejado agradablemente inquieto.

Puede que esa noche no hubiéramos hecho el amor pero si descubrimos muchas formas divertidas y creativas de complacernos el uno al otro.

El amor no conoce de límitesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora