ocho.

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Hola Marian, ¿qué onda? Ayer decidí armarme de valor y hablarle a la vecina. Se llama Ernestina y es una señora más amable que el mismísimo papa Francisco. Cocina rico encima, y no se burla de que a veces tartamudee o me den temblores al hablar. Es muy consejera, tiene muy buen oído y una parla que le saca la timidez a todo aquel que la posea.

Ahora te debes preguntar cómo es que me acerqué, y en realidad fue porque me pidió ayuda con unas cosas que le llegaban en un flete y surgió la charla en el momento.

No, no le hablé de Lucero. Apenas le conté al Depa y a vos, tampoco tan tigre del oriente.

Hoy tengo que rendir el parcial de "química general e inorgánica" que me viene atormentando hace semanas y me saca de quicio, pero después de eso tengo que ir al festejo del cumpleaños de Wawa, así que me tengo que poner "pipí cucú" como diría mi mamá.

Desayuno rápido para no morir en el colectivo y vomitar todo ahí. Auriculares puestos, asiento libre, hermoso.

Bien, recién salgo de la facultad y afortunadamente no me costó tanto como creí el examen este, esperemos que me haya ido bien, sino me muero.

"¿Qué te vas a poner, pitucón?" sale el Depa del baño secándose el pelo con una toalla. Se sacude como si fuese un perro.

"No sé, creo que la remera que me compré la otra vuelta y la campera esa." señalo sobre la silla del escritorio.

"Me causa gracia que digas 'la otra vuelta' cuando hace más de un año no te compras ropa." larga una pequeña risa irónica.

Es cierto. No compro ropa desde que Sara me aseguró que me iba a quedar horrible cualquier cosa que me pusiera.

"¿Vos?" pregunto.

"Creo que te robo la camisa negra floreada y me pongo un jean tranqui." 

Salimos. Tadeo con ochenta litros de perfume y yo con unas pocas rociadas sobre mí. 

Dorrego. Subimos y el Depa intenta distraerme contándome qué tal su día y haciendo alguna que otra burrada en el subte hasta bajarnos. 

Malabia. Sube ella. Automáticamente escondo mi cabeza con la capucha de la campera y Tadeo voltea de un saque a verme.

"Es esa, no te la puedo creer." me susurra entre risas.

"Callate, callate, callate, callate..." repito nervioso entre susurros.

"Tenes buen gusto, te banco hermano." insiste mirándola de arriba a abajo. "No te la estoy buitreando, antes de que saltes con esa." remata luego de ver mi cara. "Yo ya me estoy hablando con una piba."

"Buenísimo, te felicito." respondo irónico. "Ahora callate que te va a escuchar y no quiero que me vea."

La veo sin que ella lo sepa, dándome cierta sensación de acosador que no me gusta. La veo porque no es la Lucero de siempre, está más apagada y ni siquiera me busca con la mirada como suele hacerlo en los viajes que coincidimos. ¿Qué sucederá por su cabeza? 

Carlos Gardel. Lágrimas de sus ojos caen, en un fallido acto de ser retenidas. Me molesta que caigan, me molesta que se sienta mal, seguramente no tenga la culpa del llanto que la hace sentir tan triste y rota.

Pueyrredón. Bajamos. Ella sigue, y ahí adentro del vagón también siguen mis ganas de compartir un auricular.

"Sí, se supone que es acá." señala Tadeo la puerta del bar en el que nos habían citado a todos.

"¡Mis chiquitos!" saluda Wawa con una sonrisa de oreja a oreja y los brazos extendidos para un abrazo. "Depa, te robo a Valen..." me agarra del brazo y me lleva hasta la puerta del lugar.

𝐥𝐢𝐧𝐞𝐚 𝐛 - 𝐰𝐨𝐬Where stories live. Discover now