capítulo 6

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MADDIE lo miró con los labios entreabiertos y el corazón le dio un vuelco en el pecho.
—No... —dijo con la voz rota por la emoción mientras Dimitri se acercó para abrazarla. La sangre le corría rápidamente por las venas mientras intentaba alejarse de él y mantener aquel cuerpo masculino a una cierta distancia.
Sólo así podía resistir el impulso de dejarse llevar por su propia debilidad. Pero, sin casi darse cuenta de lo que estaba pasando, Maddie se abandonó al torrente de sensaciones placenteras que se estaba desatando en su interior.
—Ves como sí —la corrigió Dimitri lleno de confianza en sí mismo. Inclinó la cabeza y la besó con maestría,abriéndose camino con la lengua sin ninguna dificultad. Ella le devolvió aquel beso con un deseo y una voracidad inesperada. Con las defensas neutralizadas por aquellas sensaciones eróticas, Maddie no se resistió cuando las manos de él le agarraron las caderas y la empujaron contra su virilidad. En aquel momento, el recuerdo de cómo él se había ido para estar al
lado de la mujer a la que en realidad amaba se borró de la mente de Maddie, quien se había transformado en víctima de una excitación sensual completamente irracional.
Así había sido desde la primera vez. Siempre. La intensidad con la que Dimitri le hacía el amor aquietaba todos sus miedos e inseguridades, a pesar de la presencia constante de Irini en la casa o de los comentarios malévolos de Alexandra.
—Esto es lo que tendría que ocurrir entre nosotros... ¿no crees? —preguntó Dimitri.
Respiró profundamente mientras la hacía ir hacia la enorme cama. Su boca experta y sensual rozó otra vez la de ella.
—Sí, sólo puede ser así —continuó con una sonrisa satisfecha.
Dimitri parecía demasiado consciente de cómo el deseo se estaba apoderando de Maddie. La parte de ella que todavía intentaba resistirse se hacía a cada instante más débil y parecía evaporarse con el roce de las manos de él contra su cuerpo.
Aquellas manos siempre habían tenido el poder de inspirarle un falso sentido de seguridad. Intentó luchar, pero era imposible. Las manos de él se insinuaron debajo de la camiseta y le acariciaron suavemente los pezones erectos.
Dimitri sabía perfectamente lo que le estaba haciendo, había aprendido hacía mucho cómo seducir su cuerpo. Utilizaba tácticas desleales, jugaba sucio... esos fueron los últimos pensamientos coherentes de Maddie antes de abandonarse completamente. Él la tumbó en la cama y la libró por fin de las sandalias y de la
camiseta con un solo movimiento. Incapaz de pensar en nada que no fuese aquel calor que había invadido su cuerpo, Maddie le ayudó a quitarle los vaqueros y las bragas de seda. Ahora Maddie estaba completamente desnuda bajo la mirada excitada e incandescente de él.
—Eres guapísima —murmuró mientras le besaba el cuello y bajaba hacia sus piernas.
Maddie lo agarró por los hombros cuando la mano de Dimitri le acarició el punto más cálido de su ser. Maddie gimió e, incapaz de resistirse a aquellas caricias sensuales, estuvo a punto de gritar su nombre.
—Y tan apasionada...
Maddie se dio cuenta que Dimitri se había puesto de pie y de que la estaba mirando con ojos fríos y lejanos.
—Has vuelto sólo por el sexo —dijo él con frialdad—. Lo siento, pequeña. Pero, a pesar de mi intenso deseo por ti y de todo lo que puedas hacer para seducirme, tengo que resistirme a la tentación hasta que no me digas por qué te has ido, por qué razón has abandonado un matrimonio feliz y me has pedido el divorcio. Hasta que no me lo digas, no vas a satisfacer tu deseo, estoy dispuesto a contenerme.
Maddie no podía entender lo que había pasado. Estaba sola en la habitación, Dimitri se había ido dejándola allí desnuda, con el corazón latiéndole salvajemente en el pecho, él había comentado algo más acerca de la comida y de otros asuntos
prácticos, pero Maddie no había sido capaz de registrar nada más, estaba en completo estado de shock.
En el instante en que él había salido de la habitación, Maddie se levantó y con
gran esfuerzo recogió sus cosas del suelo, se vistió rápidamente y salió corriendo del
dormitorio y de la villa. Tenía que escaparse de él, de la humillación y de la repugnancia que aquella situación le había generado. No sabía cómo enfrentarse a ello. Dimitri había sido tan cruel... ¿Cómo lo había podido permitir? ¿Cómo había podido olvidarse de sus planes y de cómo él pensaba utilizarla? ¿Cómo había podido ofrecerle así su cuerpo? Se sentía como la mujer ingenua que hacía tiempo lo había amado... que todavía lo amaba. Se le cerró la garganta mientras intentaba echar aquella idea desagradable de la cabeza. ¿Cómo podía estar enamorada de un hombre que tenía tan baja opinión de ella? Parecía estar convencido de que ella estaba dispuesta a todo para conseguir una pequeña parte de su fortuna. Y no había dejado de amenazarla para forzarla a
volver y para que ella retomase sus obligaciones como yegua de cría.
Maddie frunció el ceño, se limpió la cara con la mano y tuvo que admitir que había algo un poco raro en todo aquel asunto. El habría podido simplemente hacerle el amor, si de verdad sólo la quería como madre de alquiler, ¿por qué razón se había echado atrás cuando estaba a punto de conseguir lo que más deseaba? ¿Acaso había
sido sólo una muestra de poder, para demostrarle que podía seducirla en cualquier momento? ¿O para humillarla y castigarla por haberlo dejado? Dimitri Kouvaris era un hombre que no sabía lo que significaba ser rechazado. Un hombre que estaba acostumbrado a tener control sobre todo, en todas las situaciones. ¿Qué otra cosa podía pensar?

Matrimonio Borrascoso Donde viven las historias. Descúbrelo ahora