capítulo 7

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SI Dimitri parecía estar en estado de shock después de haber recibido la noticia, Maddie no podía ni siquiera encontrar las palabras para describir cómo se sentía.

La noticia la había dejado con una sensación rara de ligereza y un deseo de proteger a aquel bebé que albergaba en su vientre, al mismo tiempo se sentía aterrorizada y llena de miedo ante la idea de que aquélla fuese la noticia que Dimitri e Irini hubiesen esperado tan ansiosamente. ¡Bingo! Por fin Maddie había concebido aquel heredero que les permitiría deshacerse de la esposa para cumplir con su sueño de amor.

¿Cómo había podido no darse cuenta de que estaba embarazada? ¿Cómo había podido no tener ninguna sospecha? Había atribuido la falta de la regla a aquella situación de estrés que estaba viviendo y las náuseas matinales habían sido demasiado ocasionales como para preocuparla si lo hubiese sabido, nunca habría aceptado volver con él a Grecia.
Maddie habría luchado con todas sus fuerzas antes de permitirle que le quitara el bebé que llevaba en su vientre.

Escondió la cara en la almohada y, sólo cuando percibió su mano en el hombro, se dio cuenta de que Dimitri había vuelto. El corazón le dio un vuelco en el pecho mientras se sentaba en la cama y se preparaba para decirle todo lo que pensaba acerca de sus detestables planes para quitarle el bebé. De ninguna manera iba a permitirle que los llevase a cabo, a pesar de ser una chica de familia humilde, destinada a fregar el suelo como decía su tía Alexandra, eso no significaba que no pudiera rebelarse y luchar contra él, pero antes de poder decir una sola palabra, él le tomó las manos entre las suyas y le habló con un cariño inusual.
En aquel momento, Maddie se olvidó de todo.
-Juntos hemos creado una vida preciosa. No hablaremos más del divorcio, no quiero escuchar cuáles han sido las razones por las que te fuiste. Ahora, que te has quedado embarazada, tenemos que olvidarnos de nuestros desacuerdos -terminó con un tono de voz arrogante. «Así de sencillo», pensó Maddie mientras intentaba descifrar su hermética expresión.

Estaba segura de que la palabra «divorcio» aparecería en las conversaciones que seguirían al nacimiento de aquel primer bebé. Maddie se soltó las manos y Dimitri le sonrió intensamente mientras le retiraba un mechón de pelo de la frente. Su sonrisa tenía el poder de hacerla estremecer y le generaba una sensación de calor en todo el cuerpo.
-A partir de mañana, vamos a empezar nuestra relación otra vez, amor mío.
Por el bien de nuestro hijo será estupendo, cariño, te lo prometo, tendrás todo lo que quieras -dijo con énfasis-. Voy a preparar algo más de comida. Ahora tienes que comer para dos... Ya no podemos comer lo que había preparado, lo he dejado fuera en la terraza mientras iba a buscarte ¡Estoy muerto de hambre!La besó en la mejilla y se dirigió hacia la puerta mientras ella lo miraba con enfado.
-Vente abajo conmigo -propuso él con una sonrisa que la ablandó.
Cuando Dimitri salió de la habitación, se hizo un silencio absoluto. Maddie decidió que nunca más permitiría que la tratase como una idiota. Él ya tenía lo que quería: su embarazo. Estaba claro que aquellas palabras cariñosas y tiernas no representaban más que una estrategia para que se quedara con él hasta el nacimiento del niño... sabía ser muy persuasivo. Probablemente querría que estuviese cerca para controlarla y evitar que se emborrachase todas las noches o decidiese ponerse a practicar algún deporte de riesgo. No podía permitir que la vida de su heredero estuviera en peligro.

Maddie se levantó de la cama, se alisó la falda del vestido con las manos y se fue al baño para lavarse la cara con un poco de agua fría,mientras se cepillaba el pelo, intentó calmar la respiración. Seguro que Dimitri estaba convencido de tenerla por fin en su poder. Pero ella no lo iba a permitir. Tenía que aprender a jugar sus cartas de otra forma y ser tan mala como él había sido con ella. Tenía que cambiar su forma de ser, no iba a resultarle tan difícil porque había tenido un buen maestro. En primer lugar, no podía decirle a la cara todo lo que había descubierto, sería completamente inútil, no podía contarle lo que le había dicho Irini, ni los comentarios malvados de su tía ni lo que había oído y visto con sus propios ojos. El hecho de que Irini estuviese en su casa de Atenas todo el día y que él le dedicara su atención incondicional le parecían pruebas evidentes de lo que Dimitri sentía por la otra mujer.
Todas las cosas que había sospechado habían encajado perfectamente en su cabeza cuando, aquella mañana horrible, él la había abandonado para escaparse a ver su amante.
Le parecía que también la boda, en aquella pequeña iglesia de la campiña inglesa, había sido el resultado de su temor a compartir con la familia y los amigos un matrimonio de conveniencia, una especie de preámbulo a otra unión con su amadísima Irini.

Matrimonio Borrascoso Donde viven las historias. Descúbrelo ahora