1. Tú y yo.

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.¿Cómo impedirlo? Fue tan natural, todo. Lo extraño fue que tardase tanto en suceder. ¿Cuándo pararlo, cómo y por qué? Al principio, sí, nos escondimos, pero no creíamos que estuviese mal, solo no queríamos interrupciones o intromisiones. 

El pasar del tiempo, afianzó ese lazo, a pesar de nuestras ocupadas vidas. Apreciaba cada uno de nuestros casuales encuentros, pero... todo se complicó desde ese día. Y los años siguientes, la culpa y el remordimiento, no hicieron más que crecer. Ya no éramos unos críos inexpertos que solo deseaban el tacto ajeno. Eramos padres, joder. ¿Que debíamos hacer? 

Tocaron la puerta y sabía que eras tú. Pasaste y una ola de calor recorrió mi cuerpos. Es verte y perderme en el 'hubiese': no más vida monótona, papeleo absurdo o problemas paterno filiales.

Tiraste un par de pergaminos en mi escritorio, y tuve que sujetar una pila enorme de papeles que se tambalearon buscando el suelo. 

"Hokage-sama, sus informes." Tu voz tan grave aceleró mi ritmo cardíaco. 

"¿Qué tal todo?" Te pregunté, sin despegar mi vista de mi escritorio; tenía que terminar de trabajar.

"Léelo." Tu arrogante tono de voz fue suficiente para que me percatara de tu enfado. Habían pasado casi 2 meses desde la última vez que nos vimos y yo no era capaz de mirarte a la cara. ¿Qué querías? ¿Que dejase todo de lado para escapar unos minutos contigo de esta agobiante sala? Solo tienes que pedirmelo. Sabes que no soy capaz de negarte nada, por eso no puedo permitirme mirarte y dejar que me manejes a tu antojo. No ahora. 

"Tengo mucho trabajo, Sasuke." El simple hecho de pronunciar tu nombre me puso la piel de gallina. Estabas a solo unos pasos de mí, tan accesible y oliendo tan bien.

"Todo es paz y armonía, y los cadáveres hechos cenizas." Me dolía el papel que te fue asignado, y aunque tú mismo se ofreciste como voluntario, odiaba que tus manos se tuviesen que manchar de sangre para que las mías se mantuvieran limpias. Habías sufrido demasiado, te merecías una vida tranquila, pero no la querías. Eres un alma solitaria que gusta de vagar en la noche y entre las sombras, protegiendo la aldea ante cualquier amenaza.

"Creo que mereces un descanso." Hace solo un par de horas, en mis manos había estado los planes para tu siguiente misión. Se pedía que empezase lo antes posible, pero podría prorrogar la un poco. 

"No lo necesito." Tu personalidad no ha cambiado nada. Sigues siendo el niño pretencioso de hace años.

"No te lo estaba preguntando." Y yo también, sigo siendo tan obstinado como siempre.

"Ni yo pidiendo." ¿Por qué todo es tan difícil contigo? ¿Por qué no puedes callarte y aceptar mi voluntad por una vez? Ser un poco como mi esposa, tan obediente y callada. Es aburrido, pero al menos es fácil. 

"Vas a descansar al menos este fin de semana, Sasuke." Me vi obligado a mirarte mientras pronunciaba aquello y me maldije por ello. Tus profundos ojos me paralizaron por unos segundos, pues hacía mucho tiempo que no los veía. Tu pelo estaba un poco más largo, y tus ojeras más marcadas. ¿Por qué ello te hace más atractivo? Sigues siendo tan jodidamente guapo.

Tu silencio me resultó perturbador, y que me dieses la espalda para acercarte a la puerta a poner el pestillo, me revolvió el estómago. Tragué saliva intentando relajarme y limpié en mi pantalón el sudor que ocasionaste en mis manos. Fingí no percatarme de ello y seguí trabajando, o intentándolo, pues cada palabra que leía, perdía todo significado.

Te quedaste apoyado en la puerta, observándome. Cada segundo me parecía eterno, incluso tuve que mirar el reloj unas cuantas veces para cerciorarme de que no estuviese estropeado, pues no fui capaz de comprender porque todo iba tan despacio y porque no te acercabas a mí de una vez. Me di por vencido y cubrí mi rostro con mis manos, cansado por la situación. Me parecía que fue ayer la primera vez: tan ingenuos y curiosos, refugiados de la realidad en una cueva escondida tras una cascada. El sonido de tus pasos, acercándose a mí, me trajo de vuelta al tenso presente donde nuestros encuentros eran escasos. Te sentaste sobre el borde de mi escritorio, a solo unos centímetros de mí. Recordaba vívidamente lo caliente que estaban nuestros cuerpos, a pesar de la ropa mojada. La dureza del suelo en mi espalda, las frías gotas de agua que mojaban mi frente, tu mirada perdida por el placer y la calidez en mi abdomen producto del éxtasis. ¿Y si me hubiese ido contigo? ¿O si te hubieses quedado tú conmigo? Te busqué durante años, y al final, me dejé llevar por el miedo y el deber. Y ahora, nada. Eso tenemos, una inexistente nada: sentimientos disimulados y roces secretos, porque si alguien se enterase...

"Déjalo, Naruto." Tú, que eres capaz de leerme la mente. De llevarme al paraíso y al más cruel infierno. "Sigues siendo un idiota." Me dedicaste una pequeña sonrisa y agradecí tener el rostro cubierto por mis manos, de lo contrario, hubieses visto la expresión bobalicona que se formó en ella. "Supongo que puedo quedarme estos días en la aldea." Tus palabras me sorprendieron tanto, que incluso descubrí mi rostro para mirarte. "Hace mucho que no veo a los chicos." Sé que te referías a Sarada y a Boruto, y me sentí culpable por ello. Mi hijo estaba tan feliz de que seas su tutor: las pocas veces que lo veía, me relataba muy emocionado lo que le habías enseñado o lo maravillosas que eran tus técnicas.

"Están en una misión, en teoría llegarán a mediados de la semana que viene." Tu expresión tranquila desapareció y me miraste en silencio. "Sakura estará deseando verte." Tu ceño fruncido me impidió seguir hablando y me sentí aliviado al ver tu reacción. Era tu esposa, la estimabas, pero no querías su compañía y aquello me alegraba.

"¿Qué harás este fin de semana?" Lo que tú quieras, y lo sabes. Esa pregunta era una manera de reírte de mí. 

"Trabajar." Te dije mientras señalaba las distintas columnas de papeles sobre mi escritorio. Deje caer mi cabeza lentamente sobre el mueble y recosté mi mejilla sobre la fría superficie y te mire, en silencio, esperando que te apiades de mí. 

"¿Quiere un poco de ayuda, Hokage-sama?" Tu tono socarrón me hizo reír y no fue hasta ese momento en el que me percate de la cantidad tiempo que había pasado desde la última vez que me sentí así de relajado. Me observaste en silencio mientras reia y me revolviste el pelo, con una sonrisa en el rostro. Cogiste un taburete, te sentaste a mi lado y me incorporé en mi sitio, aún notando un agradable cosquilleo en mi estómago, producto de tu tacto.

"Esta son las misiones de bajo rango. Ya sabes, firma y sello" te indique la columna más alta. "Los que tienen una marca roja, son aquellas que pueden complicarse. Y las que tienen doble marca roja, déjalas para mí." Asentiste y empezaste con esa aburrida tarea, a pesar de haber estado viajando sin parar durante horas. No era tu primera vez ayudándome, y seguramente tampoco la última. Leías cada informe rápidamente, mostrandome tu perfecto perfil y como, cada pocos minutos, tu cabello cubría tu campo de visión, por lo que debías colocarlo, graciosamente, tras tu oreja. 

"Naruto, concentrate." No te hizo falta mirarme para que supieras donde estaban centrados mis ojos. Sacudí mi cabeza, eliminando cualquier idea extraña, no... postergando las para dentro de unas horas. Cogí un par de hojas con decisión y continúe con mi monótona tarea, excitado por lo que se avecinaba. 

Tras las primeras dos horas, mi ansiedad empezó a convertirse en agitación, a partir de la tercera, en cansancio, y durante la cuarta, en sueño. Tú habías terminado ya, más continuabas ayudándome, esta vez con los proyectos de los Anbu. Si Shikamaru se enterase de esto, prohibiría el acceso a Sasuke a mi oficina. Era mi trabajo, no el tuyo, pero si alguien tenía que fiarme, ese eras tú. Mis ojos empezaron a cerrarse y mi visión ya estaba borrosa; no podía más, mientras que tú, parecía que no parpadeabas debido a la concentración.

"¿Cómo tienes tanto aguante?" Te pregunte somnoliento, a lo que tú, con los papeles aún en las manos, giraste tu rostro y me dedicaste una pequeña sonrisa, burlona. En cuanto me percate del doble sentido de mi pregunta, centré mi vista en el sofá a solo unos metros de distancia, e ignoré tu rostro acusador. "Me, ehm... me estoy quedado dormido, despiértame en veinte minutos." Me dirigí al sofá, con la cabeza agachada, avergonzado por la situación. No por lo que dije, si no por como algo tan banal me hizo sentir. Me eché, disfrutando de la incomodidad que me ofrecía ese rígido mueble. Cuántas noches había dormido allí, intentando evitar un hogar al que le fallé. ¿Cuántas veces me habías acompañado? Para que unas pocas horas más tarde, me inunde la culpa y el remordimiento, y la paranoia: notaba que todos me miraban de una manera extraña, puede que no hubiese limpiado correctamente la estancia, tal vez podía olerse el encuentro. Me quedé dormido, mirándote, a un par de metros de mí, mientras seguías trabajando. Me quise engañar pensando que sólo nos separaba esa distancia, quise aferrarme a ello, al menos durante estos próximos dos días. Donde nada importa, y todo somos sólo los dos. 

Todo y nadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora