6. Hinata

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Me sentí culpable por impedir una velada romántica entre Sasuke-kun y Sakura, pero no fui capaz de rebatir la decisión de mi marido. Naruto propuso que cenásemos los cuatro y al moreno no pareció molestarle la idea, pues asintió con la cabeza tras unos segundos de silencio. Sakura fue la que no pudo disimular el enfado en su rostro tras las palabras de mi esposo, pero cambió su expresión inmediatamente cuando Sasuke-kun respondió favorablemente. 

No quería incomodar a la pareja, pero hacía tanto tiempo que no compartía un momento así con mi esposo. Los dos solos, sin los niños, disfrutando el uno del otro. Yo sólo pude sonreír, ilusionada, ante la maravillosa idea, intentado ignorar la culpabilidad que presionaba mi estómago. Me disculparía con Sakura en cuanto tuviese la oportunidad, excusando a mi marido, pues trabajaba demasiado y oportunidades como esa eran poco comunes.

Me resultaba conmovedor el aprecio que Naruto tenía a su antiguo equipo, sobre todo, a Sasuke-kun. Era su vínculo más fuerte y lo consideraba como su hermano, por ello comprendía que pasaran tiempo juntos. Por ello, no me molesto que hayan compartido todo el fin de semana juntos, que Naruto sólo haya ido a casa para ducharse, que haya estado tan ocupado que no fuese ni a dormir.

El bebé dentro de mí comenzó a moverse, producto de mi agitado ritmo cardíaco, por lo que acaricié mi barriga mientras intentaba relajarme. Con mi mano libre, sujete la de mi marido, que no respondió de ninguna manera. Supuse que estaría demasiado inmerso en sus propios pensamientos como para percatarse, siempre fue una persona despistada y me encantaba. En realidad, amaba todo de él: su alegría, su sonrisa, sus ganas de vivir… aunque, a veces, me preguntaba si seguía siendo el mismo. Su sonrisa cada vez era más opaca y ausente.

Algunas noches, se sentaba en el borde de la cama, con la mirada perdida, pero fija en la foto de su antiguo equipo, a la vez que sus manos apretaban fuertemente sus rodillas. Las primeras veces, rodeé su espalda con mis brazos, delicadamente, ofreciéndole apoyo, pero ese cuerpo se tensaba inmediatamente, como si no fuesen mis brazos los que buscase. Ya sólo me limitaba a observar, en silencio, pretendiendo seguir dormida y lamentándome por no ser yo a quien necesitase. 

Fuimos a un restaurante cercano, que estuvo encantado de atender a dos héroes de la aldea, incluso nos dieron una mesa que se encontraba alejada de las demás, lo cual agradecimos. Una íntima estancia rodeada de diferentes plantas de bambú, bastante altas y un par de biombos de papel, con inspiradores paisajes dibujados sobre su superficie.

Los chicos se sentaron primero, y obviamente, uno delante del otro. Sakura y yo nos colocamos al lado de nuestros esposos.

El ambiente estuvo un poco cargado al principio, pero la comida y el alcohol, ayudaron a que las risas nos inunden e incluso Sasuke-kun sonrió despreocupadamente en algunas ocasiones. Sakura y yo bebimos sólo agua, pero ella rellenaba servicialmente el vaso de su marido, quien bebía muy despacio. Yo hacía lo mismo con mi esposo, que bebía más animadamente, siendo palpables los efectos en sus coloradas mejillas y en las constantes bromas que hacía al moreno. 

Fue una cena agradable, con graciosas anécdotas y esperanzadores planes de futuro. Sakura, educadamente, rechazaba gran parte de la comida y me la ofrecía. No pude negarme en ningún momento, a pesar de que ya estaba más que llena. A medida que el tiempo avanzaba, los chicos se volvían más reservados y sus temas de conversación excluían tanto a Sakura como a mí. Ella, aburrida, fue al estanque de la entrada para observar los distintos peces, aunque tras unos segundos volvió a la mesa y nos informó que había visto a Ino y que iría a saludarla. Su marido asintió y ella acarició la mejilla de este, con ternura. Era palpable el amor que profesaba la chica por él y me resultaba hermoso que tras tantos años y dificultades, aún se amasen. 

Todo y nadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora