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No sabía si Shōto había traído un auto consigo, pero no se lo dijo ni él preguntó por ello. Camie y él habían venido por su propia cuenta y por ello no había dudado en dirigirlo al suyo. Separándose de él para subir al auto y dejarle abierta la puerta del copiloto, su vista posándose en él y cómo Shōto no había dicho nada, su vista mirando el cristal. Inasa sentía curiosidad por saber qué le sucedía, teniendo sus propias conclusiones pero decidiendo que no trataría de sacarle nada, ni siquiera en el camino. Cerrando la puerta y encendiendo el auto.

La casa de los Todoroki no quedaba lejos del club, y él sabía la dirección obviamente. Pero aunque quería pasar tiempo con él, o quizás llevarlo a algún parque o encontrar alguna tienda donde vendieran soba frío, supo que el bicolor no se distraería tan fácilmente. Simplemente condujo en silencio, llegando en poco tiempo a la casa de éste debido al poco trafico a aquellas horas de la noche. Aparcando frente a la residencia Todoroki y ladeando el rostro para observarlo. Shōto no había volteado a verlo en ningún momento, su vista se había anclado a la ventana y parecía estar conteniéndose.

Inasa lo veía tan delicado, como si esperara a abrir la puerta y correr a la seguridad de su cuarto.

Quería abrazarlo, lo intuía, sabía que el bajito necesitaba ser abrazado. Estaba tenso y parecía que en cualquier momento se rompería, y lo sabía porque había comprobado aquellos en múltiples ocasiones y casi siempre se debían a temas relacionados a su familia, más específicamente cuando discutía con Enji. Inasa se sintió mal por ello, culpable en parte porque supo que el juicio sería duro para todos, y él simplemente había huido luego del almuerzo. El mismo Shōto había ido en busca de él, pidiéndole mudamente un abrazo porque lo necesitaba más que todos.

Sus manos se habían apretado en torno al volante, sus emociones subiendo en escala y molesto consigo mismo. Había sido demasiado egoísta, como Camie había dicho, se había cegado por una primera impresión, pensando todo el rato en Bakugō y la suerte que tenía por tener a Shōto y él no. Sumiéndose en sus propios pensamientos y culpándose por todo, hasta que el silencio fue interrumpido por un pequeño sollozo, uno que él oyó con claridad y lo sacó de sus pensamientos. Rapidamente soltó el volante, su vista enfocándose en Shōto y cómo temblaba ligeramente.

Por primera vez en todo el tiempo que lo conocía, lo veía llorar y aquello le partía el alma. Dejando de lado cualquier otro sentimiento y acortando la pequeña distancia entre ellos, pese a que era una posición incómoda, no le importó cuando atrajo a Shōto para abrazarlo. Y supo que eso necesitaba el bajito, porque nada más sus brazos lo rodearon, rápidamente se acurrucó en sus brazos y los sollozos salieron con más frecuencia, sintiendo la humedad de sus lágrimas empapar su camisa pero sin preocuparse por ello. Continuó abrazándolo, tratando de protegerlo de todo aquello que le molestara. Las lágrimas seguían saliendo, no supo por cuánto tiempo, pero no pensó mucho en ello, su abrazo pronto cambio cuando comenzó a acariciar su espalda para que se calmara, de llanto a sollozos de nuevo y pronto sólo eran hipidos.

— Calma, Shōto, estoy aquí, ¿si? — su voz había salido algo rasposa, sabiendo que era todo menos un susurro pero que igual trataría de calmarlo con palabras. — Incluso no le diré a nadie, no tienes que decirme porqué estás llorando pero no te dejaré, ¿si? No lo haré, y puedes estar seguro de ello.

Y jamás lo haría, dudaba que alguna vez podría darle la espalda a Shōto. No era su novio y ni siquiera eran los mejores amigos, pero Inasa no podía dejarlo sólo, sentía la imperiosa necesidad de abrazarlo y cuidarlo. Alguien tan hermoso y bueno como lo era el bicolor no debía llorar, sea cual sea la razón, merecía ser feliz.

— Lo siento, Yoarashi. — la voz de Shōto había sonado contra su pecho.

— No debes sentirlo, Shōto, dije que estoy aquí para ti.

I Would - InaTodoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora