Capítulo Final - Parte 2

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Pasó casi un mes antes de que la noticia de lo sucedido con Taehyung llegase a los oídos de Jungkook mientras corría con una caja de municiones para otros soldados encallados cerca del hoyo que conformaba su trinchera individual.

Esos impopulares agujeros se convirtieron en sus casas, unas no demasiado acogedoras, todo sea dicho. Hoyos hediondos que les cubrían de los disparos enemigos y les permitían resistir el asalto a bayoneta que solían venir en oleadas de los contrarios.

Eran lugares infectos en los que abundaban las ratas, proliferaban las enfermedades y la higiene era tan escasa como la comida y el agua. Un nido de agua anegada, barros y también tumbas. No del todo diferente a estar en un cuartel militar donde a veces al menos ofrecían una cama o baño.

Condiciones precarias sin lugar a dudas pero a Jungkook poco le importaba si podía mantenerse vivo. Su único objetivo en la lucha más allá de defender a un imperio que lo marginaba y nada le ofrecía, era el hecho de poder salir de ahí para volver a ver esa hermosa sonrisa cuadrada grabada en cada fragmento de su ser. Taehyung era toda su esperanza, su foco de vida, aquello que lo protegía contra todo.

Solo con eso pudo resistir, solo pensando en él podía sobrevivir cada día de batalla en los campamentos, trincheras o en el campo abierto que le tocara estar. ¿Cómo podría él respirar un segundo más si su hombre amado perecía en algún momento sin que pudiese al menos contemplarlo por última vez?

— Dicen que fue una bomba de cloro y que fue enviado de regreso a su ciudad para ser tratado. — Comentó uno de los uniformados.

Como si lo escuchado hubiese sido solo un error, el castaño permaneció en su lugar sosteniendo la pesada caja de madera.

— Soldado Jeon...

— ¿Q-Quién fue herido por esa bomba de cloro? — Cuestionó como si solo quisiera estar al tanto de la situación.

— Ah, el hijo menor del Teniente Kim, Kim Taehyung. — Respondió como si de cualquier persona se tratara porque después de todo, no conocía a ese teniente y mucho menos a sus hijos. — ¡Oye! — Exclamó cuando Jungkook dejó caer la caja de municiones y echó a correr.

Corrió, lo hizo con todas sus fuerzas pero no pudo salir de la trinchera y entre varios soldados que ignoraban su lucha, fue arrastrado de regreso al hoyo desde el cual defendía. Durante mucho rato, no pudo reaccionar nuevamente, no lloraba, no hablaba, solo sostenía su fusil como el soldado que era. Sin embargo, como si de un interruptor interior se tratase, la calma se apagó y se encendieron todas sus emociones haciéndolo gritar como si hubiese perdido la cordura. Su casco, el gorro que llevaba bajo este, su rifle, todo lo soltó desesperado tirando de sus cabellos mientras gritaba y lloraba apoyado en el pared de tierra hasta caer sentado en el lodo.

— ¡No! ¡NOOOO! — Gritaba continuamente. — ¡No tienes permitido darte por vencido antes de que nos volvamos a ver, no puedes! Aguanta, amado mío, solo te pido eso, aguanta un poco más por mí.

Fugas, juicios, apelaciones, pedidos de clemencia, solicitudes militares, Jungkook realmente hizo de todo para poder volver a Sighisoara pero fue inútil. Si bien casi perdió la razón debido a su frustración y dolor, con el pensamiento de Taehyung lograba aguantar cada día. Hasta mediados del año siguiente, no fue revelado. No tardó un día para ir de regreso a su ciudad y, una vez allí, lo primero que hizo incluso antes de pasar a ver a sus propios padres, fue correr hacia la mansión Kim.

Tocó ese portón como si de este dependiera su vida y la primera persona que apareció, fue la señora Kim. Al primer instante no lo reconoció pero no demoró en darse cuenta quién era ese militar que tocaba su puerta.

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