Capítulo 13 - La sonrisa

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Sí. El papel que me dio Emilio, pues no se merece que le llame nunca más "mi padre", era un contrato para la suspensión de todos los derechos paternos que tenía y los míos como hijo. Literalmente venían unas cláusulas para que él pudiera limpiarse las manos respecto a una futura manutención, si es que tuviera que dármela, además para cambiarme el apellido al de mi abuelo y mi difunta madre, "Sinclair". Rompería en su totalidad cualquier vínculo legal, familiar y biológico que aún tuviera con él, y pasaríamos de ser padre e hijo a desconocido y desconocido. Literalmente, todos los puntos que he leído era como si me dijeran "Te odio, maldito bastardo. Quiero que desaparezcas al 100% de mi vida".

-¿Este contrato es legal?

-Totalmente, lo he consultado con abogados y notarios. Aunque una parte de mi quiere denunciar al hombre que te hizo y pegarle una buena paliza, quiero olvidar por completo tu existencia usando este contrato. Prefiero dar por hecho que nunca tuve un hijo,aunque realmente no lo tuviera, a seguir viviendo atormentado sabiendo de tu existencia.

Suspiré. Justo pude escuchar como empezó a llover fuertemente en el exterior. Esperaba y deseaba que Felix se hubiera cubierto, porque si ya bastante estuvo al descubierto el día anterior cuando vino a buscarme, acabaría poniéndose enfermo de verdad.

-¿Tanto me odias?

Me miró, casi a punto de comerme.

-Claro que te odio. Eres el resultado de una infidelidad y una mentira. Cada vez que sé sobre tí es como si vinieran más puñales.

-Y entonces, esto te ayudará a sentirte mejor contigo mismo y que en tu vida mejorase.

-Sin duda. Creo que es lo mejor que podría pasarme.

Emilio sonreía. Hacía que no le veía así mucho tiempo. Creo que fue al verle así cuando tomé la decisión que creí correcta. Llevaba un montón de tiempo valorando con mucha atención la sonrisa de la gente, pues me parecía un símbolo de felicidad. Es normal que las personas nos dejemos llevar cuando algo queremos, o vemos algo que nos gusta. Es normal que sonriamos, si lo que sucede nos hace feliz. O nos hará felices.

Y Emilio será un humano despreciable y terrible actualmente, pero había sido mi padre durante estos anteriores diecisiete años, y debía hacerle tan feliz como quería que mi madre lo fuera antes de morirse. Quería tener los recuerdos de una familia feliz, y quería que todos fuéramos felices.

Cogí el bolígrafo y firmé. Supongo que pronto tendría que cambiarla, ya que figuraba mi apellido Bianchi. Ya podría olvidarme de él, pues ya no era su hijo. Puse una mano sobre aquel papel antes de entregárselo, pues estaba dispuesto a quitármelo rápido.

-Si te entrego esto, prométeme que no vas a querer saber nada más de mí nunca más. Ni de quien pudiera ser mi padre -le miraba, serio-. No acosarás a llamadas para nada ni a tus antiguos amigos, ni a Bruce, ni hablarás con mis amigos actuales. No quiero saber nada de ti nunca más.

-Me parece bien.

Le entregué el papel y miré la hora. Entre el café, la conversación, leer el contrato, pensar... habían pasado solo veinte minutos. Bien, demasiados eran. Me iba a ir. Llamé al camarero.

-Quiero la cuenta, pero solo del café y las tortitas. Si puedes metérmelas en un tupper, mejor. Es más, póngame otro café para llevar.

No las había probado, pero al menos se las daría a estos, porque mi hambre había desaparecido por completo de repente. Al menos el café si me lo bebí, y el café extra que compré era para Felix. Estaba fuera esperando y seguro que estaba congelado. Hacía frío. El camarero se marchó, y decidí hablar.

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