Capítulo 14 - Las mesas

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El dolor de cabeza que tuve al día siguiente fue insufrible, pero con un buen cóctel de medicinas pude con todo. Aún así, lloré un poco más y me sentí perdido en varias ocasiones, pero intenté levantarme de ello cuanto antes pudiera, pues no iba a permitir que esto me frenase.

Estuve un largo rato contándole la situación a Bruce, lo que había pasado con Emilio y tal. La cosa es que, a pesar de lo decepcionado que decía que estaba, se mostraba contento solo y únicamente porque "Al menos alguien más llevará mi apellido". Me dijo directamente que él no se merecía mis lágrimas y mis preocupaciones, pues era un canalla.

Cuando me sentí mal, estando a solas en mi cuarto, le mandé un mensaje a Felix para preguntar cómo estaba. No recibí respuesta alguna y me preocupé, pero supuse que tendría sus razones. No supe de él en todo el domingo. En cambio, Ray insistió en dedicarle parte de la tarde a jugar a videojuegos y eso me distrajo de todo. Jia también me preguntó por cuenta propia que tal estaba. Y Leslie. Y Peter. Vamos, que el único del que no recibí nada era del que más me interesaba saber.

Cuando llegó el lunes, me preparé bien temprano para ir al instituto. Quería hablar con mi tutora del futuro cambio de nombre y de cómo tendría que gestionarlo cuando se dé el momento. Esperaba perder el Bianchi de mi apellido cuanto antes, ya que ni yo quería verlo. Además, llamarme "Ángel blanco" distaba mucho del ángel que se me podría considerar.

Desayuné más temprano de lo que mi abuelo se despertó, por lo que cogí cuatro cosas y ya, me las comí y salí por mi puerta como quince minutos antes de la hora a la que solía salir.

Y ahí estaba, sentando en los escalones de la puerta de mi casa, con los cascos puestos sin enterarse de nada. El chico que no me respondió al mensaje.

-¿Qué narices haces aquí? -dije, cruzándome de brazos.

En cuanto me vio, se levantó de los escalones y me miró, con una pequeña sonrisa en los labios. Estaba molesto, pero entre que no tenía ningún derecho en echarle nada en cara y que era condenadamente adorable cuando sonreía, no iba a poder ganar ninguna batalla con él.

-Venía a buscarte.

-¿Por qué?

-Para ir a clase.

-¿Por qué?

-Porque estoy preocupado por ti.

Le miré, y él parecía poner su mueca de pesar y preocupación. No sabía qué decirle, ya "Oye, ayer no leíste mi mensaje pero eres capaz de estar con el teléfono delante mía mientras escuchas música" no era de mi estilo. Era comportarse como Ray, y no. Además, solo había estado preocupado.

-Estoy bien ya, de verdad.

-Pero ayer me mandaste un mensaje cuando estabas mal -explicó Felix-. ¿Ahora estás mejor?

Comencé a caminar para ir al instituto, con aquel chico caminando a mi lado. Parecía que me acompañaría, tal y como se veía que era su plan desde el principio.

-No creía que lo hubieses leído. Pensé que estabas muy ocupado.

-Y lo estuve. Vaya que sí -suspiró, haciendo una pausa-. Siento no haber estado ahí cuando te dije el día anterior que lo estaría.

Le miré, de reojo, y parecía desanimado. Creo que se sentía decepcionado consigo mismo por ello y me daba mucha pena. Por ello, me tomé al pie de la letra lo que me dijo el sábado por la tarde noche, y le agarré de su mano izquierda con mi derecha, entrecruzando los dedos. Él me miró algo nervioso, pues no parecía esperarlo. Al hacerlo, pude notar algo en él diferente que llamó mi atención.

Phoenix SmileDonde viven las historias. Descúbrelo ahora