Capítulo 18 - La discusión

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Al día siguiente, me desperté con un terrible dolor de cabeza. Al menos, no fui el único que sufrió por aquello, pues pude notar la cara de malestar de cada uno de mis amigos aquella mañana. El primero en irse a casa fue Felix, ya que parecía que su padre le había estado quemando el móvil a llamadas. Sabía lo que le esperaba, pero dijo que "Tenía ya varios trucos" y se lo tomó con calma. Poco después se fue Sheila, la cual parecía que iría a su casa primero y luego a la de su prometido para salvarle el culo, y luego yo, que me fui directamente a mi propio hogar. Ese día trabajaba por la tarde, y debía espabilarme y eliminar ese dolor de cabeza antes de que me diese algo. Al menos, me tomé una pastilla que me hizo efecto.

Recordaba a medias lo que hice aquella noche, pero lo que mejor se me había quedado grabado en la cabeza era que me había dejado besar por la persona que quería evitar, y que luego le besé después para estropearlo todo. Por esa razón, recibí varios mensajes de Felix durante el fin de semana. Al menos, ya era capaz de mandarmelos, lo que significaba que su padre ya no le cotilleaba el teléfono, o bien le importaba nada y menos lo que le pudiera decir.

No sé, no quería hablarle. Quería seguir con mi plan, pero quizás era injusto hacerlo sin explicarle mis razones. Seguía molesto con él y tenía miedo de lo que su padre le hiciese. A la vez quería romperlo todo y arriesgarlo todo por él. No sé, tendría que hablarlo, y decirnos todo lo que hiciera falta.

Pero tenía miedo. Mucho miedo. Estar cerca de él era peligroso, y aún no tenía confianza para superar ese miedo. Me pasé varios días más ignorándolo, pues sentía vergüenza por aquel día y estaba muy asustado como para hablarle.

Por cierto, investigué sobre el extraño suceso de esa noche. De lo que pasó en mí cuando nos besamos tan intensamente en el baño, si. Nunca me había pasado nada igual y, con lo gracioso que le pareció a Felix, decidí intentar forzarme otra vez "eso". Me puse una película porno, gay para ser exactos, y no hubo cambio ninguno. No sentí nada.

Seguía roto, supuse.

La cosa es que ese suceso lo acabé hablando con uno de mis mayores confidentes, y uno de mis mayores apoyos. No, no era Jia, y evidentemente no era Ray. Decidí contarle lo sucedido a Alec, el mejor amigo de mi madre.

Era miércoles, día 4 de diciembre. A dieciséis días de la entrega del amigo invisible. La profesora de matemáticas había faltado una hora después del recreo, por lo que decidí vaguear en la enfermería mientras él me escuchaba. Era la persona que más me ayudaba a decidir sobre Felix, pues él adivinó el primero sin tener nada de base lo que sentía por él.

Me miraba atento mientras recopilaba toda la información que le había contado.

-Entonces, a ver si me queda claro. Primero te besó a ti, luego le besaste tú. Cuando lo hiciste tuviste la primera erección de tu vida, pero luego te entraron ganas de vomitar y dejaste de liarte con él.

-No, para ser exacto: Paré y fui al váter a vomitar.

Oh sí, ese detalle fue genial. La guinda del pastel. Como se me pudo ocurrir beber tanto. Ah si, quería intentar aguantar con él delante sin llorar.

-Angelo, eres un jodido desastre -se reía de mi.

-Ya, lo sé. Perfectamente -le miré con vergüenza-. Quería ignorarlo y esquivarle toda la noche, quería alejarlo de mí lo máximo posible, y voy y me lío con él y encima casi le vomito encima. Es que soy tan...

-Estúpido es la palabra que buscas.

-¿Es así cómo vas a animar y consolar al hijo de la mujer de tus sueños? -dije, cruzándome de brazos.

-No, es así como animaba a la mujer de mis sueños cuando me pedía consejo.

Alec conocía bien a mi madre, y creo que a día de hoy sigue locamente enamorado de ella.

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⏰ Última actualización: Sep 05, 2020 ⏰

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