Cuando estaba solo, salía a pasear en alguna pradera cerca del mar, disfrutando el olor a sal y el paisaje de aguas tranquilas, a Polonia le gustaba pensar en que había sido de su vida hasta ese momento, las personas que llegaban a ella, las que se iban, y por sobre todo, los cambios que estaban aconteciendo en sus días en apariencia rutinarios.
Tomaría de un pequeño establo que tenía un caballo que había criado desde que fuera un potrillo (obsequio de su jefe), y uno de sus compañeros favoritos cuando quería estar un poco solo, o perderse en sus pensamientos mientras cabalgaba un rato camino a la costa más cercana; o algún bosque que supiera era poco asiduo a ser visitado. No era un aspecto muy conocido de su personalidad, y tampoco es que buscara la soledad con frecuencia; pero, como todas las naciones, a veces necesitaban un poco de aislamiento para entender y reflexionar el curso de sus vidas.
Feliks le gustaba pensar, al ver el pasado, que nadie era fijo, y que siempre había que descubrir en seres tan poco cambiantes como ellos; no era raro que las proezas —las de ellos como naciones— reflejaran casi nada de quienes eran ellos en realidad, a un nivel personal.
En esos días piensa en Alemania y Prusia. Recuerda su pasado con ambos; y rememora las primeras ocasiones en que los conoció.
Una nación como Alemania fue pequeña y vulnerable alguna vez, aunque fuera difícil pensarlo cuando lo mirabas en tiempos presentes. Polonia recuerda especialmente la Primera Guerra; el germano, el más joven de los dos hermanos, era como un adolescente confundido en esos tiempos, apenas aprendiendo a pararse por sí mismo, tuvo que dejarle muchas de las decisiones a Prusia.
Ver a Ludwig tan preocupado por ser perdonado, esforzarse tanto en elegir un momento, y disculparse con tanta sinceridad: le demostraba que era joven, todavía noble, y valiente para hacerlo frente al mundo. No pudo evitar compadecerlo, y tomarle simpatía; tampoco le molestaba recobrar su vieja amistad con Gilbert; era demasiado viejo para ocuparse de angustias y rencores, además que poco iba con él mostrarse amargado.
Una vez estuvo satisfecho, se dirigió a su caballo para regresar a su casa antes de que oscureciera. Polonia detuvo sus pasos cuando sintió su celular vibrar en su bolsillo.
—Oh, como que es una súper sorpresa que me llames —contestó con una sonrisa el polaco, sosteniendo el aparato con su cabeza apoyada en su hombro para ajustar la silla de su caballo—. No, no estoy haciendo mucho ahora; como que todo muy tranquilo.
Polonia escuchó con atención, enarcando una ceja cuando Alemania le comentó el motivo de su llamada.
—Obvio que puedo este fin de semana, si hay comida igual a la de la otra vez, totalmente iré —contestó—, y llevare el postre esta vez. Como que amaran mi tarta de manzana.
Feliks colgó, y sintiéndose bastante contentó comenzó su camino de regreso. No pensó mucho en la sonrisa que lo acompañó toda la tarde.
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Intentó disimular que sus ojos seguían a su hermano durante toda esa llamada. Le estaba costando mucho seguir poniendo atención a Francis, y no ir a interrumpir. Con un mohín acabó su cerveza, y se dedicó a ver la película que su amigo había insistido en ver, y de la que no había puesto nada de atención desde que su hermano decidió llamar a Feliks, con intención que volver ofrecer cenar con ellos.
—¡Gilbert, no estás viendo la película! —exclamó Francis molesto, dándose cuenta que el germano llevaba rato mirando el pasillo por donde Ludwig desapareció para dirigirse a su habitación.
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La paradoja de lo eterno e interminable | Hetalia [Pruspol]
Fanfiction[Pruspol principalmente, se toca LietPol, y se indica un poco GerPol] Polonia descubre compañía y amabilidad dos naciones germanos que lo redujeron a miseria y escombros en su pasado. Polonia confirma que los pecados no son lo que definen a quiene...