6.La paradoja de los amores

45 8 3
                                    

Tolys siempre había sentido una contradicción con respecto a lo que sentía y lo que creía sentir. El claro ejemplo de esta situación, era, sin duda, lo que dictaba su voluntad con respecto a quien quería entregar sus afectos; adoraba a Natasha, que era más de lo que sus manías o la opinión pública dejaba ver, sin embargo, en días contemporáneos (debido a los cambios de los que fue testigo respecto a los germanos y cierto país polaco), ya no estaba tan seguro.

Lo suyo con Natasha duró poco, aunque lo suficiente para que se distanciara de otro a los que frecuentaba cuando no tenía relación alguna; él era así, se convertía en alguien devoto al objeto de su cariño si se lo permitían. Sin embargo, (y aunque se negaba a ser honesto consigo mismo), sabía en el fondo cuál era el tiempo más feliz, más pleno, en el ámbito personal: los siglos con Feliks aún permanecían tan vívidos como si los hubiera vivido días antes.

Lituania sabe que los tiempos cambian, que (a pesar de lo que él mismo llegó a pensar con vergüenza), Polonia podría estar perfectamente por su cuenta, conocer a otras personas, y por supuesto, dejar de perseguir su atención, o darle un amor que el lituano no se decidía a corresponder, muchas veces fingiendo que no lo veía; es que él quería a Natasha... ¿Cierto?

(Sus puños apretados y la dificultad de sonreír cuando escuchaba las noticias de las buenas relaciones de Alemania y Polonia no tenían relación).

Para él es insensato, ilógico, que Feliks persiga esa amistad, que reciba con los brazos abiertos a quienes le hicieron tanto daño; ¿Qué no estuvo a punto de morir? ¿Qué no vivió en agonía y terror por ellos? No comprendía, realmente no podía (quería) hacerlo. Todos eran diferentes, cambiaron, y sus acciones del pasado no hablaban por lo que eran ellos en el presente; lo sabía, pero...Se trataba de Feliks. Quería ser racional, tolerar todo lo que estaba aconteciendo frente a sus ojos.

-¿Estas bien? -cuestionó Estonia, que estaba poniéndose un poco nervioso con el silencio de Lituania, que sujetaba su taza de café hasta dejar sus nudillos blancos.

-¿Eh? -salió de sus pensamientos Tolys, dándose cuenta que llevaba cerca de cinco minutos sin hablar; se sonrojó un poco-. Ah, no pasa nada, sólo es cansancio.

Su resentimiento con Prusia parecía seguirle causando problemas y presente en su mente. Necesitaba no dejar que aquello le afectara; pensaría en el problema con calma, quizás hasta podría hablar con Polonia.

Estonia juntó sus cejas, no muy convencido de su explicación, y pensó un poco en donde se habían quedado en su conversación antes de que el lituano se perdiera en su mente de forma abrupta.

-Escuche que Polonia ha ido a cenar con Alemania y su hermano últimamente; es sorprendente que estén en tan buenos términos -continuó Estonia, recordando que ese fue el tema que abordaron al inicio de su conversación.

-Sólo son asuntos de trabajo. Feliks es profesional a su manera -quiso excusar Lituania, frunciendo un poco la comisura de sus labios ante la mera mención de Prusia-. Sólo que no lo entiendo...

-¿No lo entiendes? -Repitió Estonia buscando comprender a lo que Lituania se refería, tomando un sorbo de su café-. ¿No entiende porque ahora son amigos? Supongo que sigue siendo un poco extraño; hasta los nórdicos están curiosos sobre esto. Pero ahora que dices que Polonia es así cuando es profesional con sus temas diplomáticos, puede ser esa la razón.

Lituania asintió sonriendo, estando (o queriendo estar) conforme con la razón de porque Polonia estaba actuando tan descuidado con los germanos; aunque le era un poco enervante: ¡le hicieron mucho daño! A pesar de que su tiempo con Estonia siempre le sosegaba y le ayudaba a tener la cabeza centrada en lo lógico, eso no quitó sus inquietudes del todo.

La paradoja de lo eterno e interminable | Hetalia [Pruspol]Where stories live. Discover now