8. La paradoja de las elecciones

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Tolys no era supersticioso —no desde su juventud, aunque aún conservaba muchas creencias bien arraigadas—, pero atravesarse con Prusia sin duda, lo veía como un mal augurio; algo que inequívocamente le iba a traer un momento desagradable. ¿Qué no podía visitar la casa de Felikz sin atravesarse con algún germano, dígase, un insoportable albino?

Un mal augurio, sin duda.

—¿Qué haces aquí? —murmuró entre dientes Prusia, Lituania le estaba constando mantenerse tranquilo e ignorarlo.

—Una pregunta que deberías responder tú. Es normal para mí venir a verlo, ¿sabes? Cómo vecinos no debería ser sorprendente, en cambio tú... —Tolys dejó la frase a medias con toda intención, asió el refractario donde tenía una tarta que le había preparado a Felikz cuando pensó en visitarlo—. Si le quieres decir algo de trabajo o de parte de tu hermano, yo puedo decirle para que no gastes tiempo.

Ambos se habían encontrado frente a la casa de Polonia cuando se estacionaron coincidiendo en el momento de su llegada. Desde que bajaron de sus vehículos no se habían movido en lo más mínimo; no era necesario que disimularan la tensión, ambos se detestaban —con o sin Felikz involucrado—, así que no se agotaban con las sutilezas en el lenguaje de sus cuerpos.

—No tienes nada que hacer aquí si le voy a dar tu recado. Así que por favor dime lo que venías a informar; no te preocupes, se lo diré apenas entre. —Tolys estaba siendo más directo y abiertamente hostil de lo que Prusia recordaba cuando compartían espacio en el Kremlin; aunque no era de extrañar, el lituano ahora no tenía razones para contener su desprecio hacia él, o la paranoia de ser vigilado por algún soviético.

—Si es algo de trabajo, lo considero importante —mintió Prusia—; al menos más relevante que una visita de su vecino que sólo viene a dejarle un pastel. Incluso, siendo tan sombroso como soy, estoy invitado normalmente por Polen.

Lituania abrió un poco sus ojos sorprendido al escuchar aquello. ¿Cómo que estaba siempre invitado? «Que tuviera buenas relaciones con Alemania, no significaba...» El lituano estaba perdiendo la paciencia, y era normal cuando se trataba de su enemistad con el prusiano.

—Eso es porque Polonia es muy descuidado, y no es que tenga muchas opciones por lo conveniente que es mantener una buena relación con ustedes —atacó Lituania, y le estaba sorprendiendo mantener su voz tan bien modulada.

Prusia entornó sus ojos claramente enojado por la insinuación.

—¿Descuidado? No será que el que no sabe que piensa Polen, ¿eres tú? Lo estás subestimando —refutó Prusia, y ensancho su sonrisa cuando vio enrojecer el rostro de Lituania con sus palabras—. Claro, hace mucho que no sabes quién es Polen, si comparamos con lo que yo sé.

Lituania no supo en que momento dejó caer la tarta que cargaba en brazos y se lanzó contra Prusia, que no tardó en responder la agresión que se materializó en el puño del lituano, que logró tirarlo contra el césped del patio frontal de la casa de Polonia.

De haber estado en un área más habitada, ya habrían captado atención, pero Polonia tenía su hogar un poco alejada de los vecindarios para estar cerca del mar.

Prusia había sido tirado contra el piso con la fuerza de la arremetida de Lituania, y la sorpresa de verlo realmente tomar acción sobre la evidente animosidad entre ambos. Quiso reírse, tenía siglos en que ambos no tenían la oportunidad de dejar claro su resentimiento y desprecio mutuo; pero debí ocuparse de esquivar los primeros puñetazos que buscaron su rostro.

Con un cabezazo —que le dolería bastante una vez la adrenalina lo abandonara— logró quitarse a Tolys de encima, que se tambaleó cuando pudo pararse, y sosteniendo su cabeza entre sus manos. Gilbert esperó antes de volver a atacar, cuales fueran las circunstancias, no quería dejar espacio a que él lituano le dijera cobarde.

La paradoja de lo eterno e interminable | Hetalia [Pruspol]Where stories live. Discover now