Final. La paradoja del futuro

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Interminables, pero siempre finitos, una descripción contradictoria, un sinsentido que tenía más lógica de lo que nadie más que ellos podrían entender. Eternos, viviendo el final de vidas, de imperios, hasta de sí mismos, una y otra vez.

Retomar un punto perdido en el tiempo no era imposible, pero si amargo en los recuerdos y sumamente complicado. Por eso, era mejor comenzar desde un punto nuevo, desde un paso dado hacia adelante en vez de echar un vistazo a lo que les antecedía. Feliks y Gilbert tenían las suficientes heridas y siglos en sus manos para saberlo. El representante polaco había pedido que iniciaran desde un punto donde no pensaran en el pasado, con un ritmo sosegado, pero con la franqueza en cada uno de sus avances (y es que, las mentiras y omisiones les cobraron demasiado en su tiempo).

—Tú hermano, también le tome cariño —confesó Polonia poco después de aquel impulso de sinceridad que se dio oportuno tras el incidente de la pelea con Lituania—. Pero, supongo que al final lo veo también como un hermano menor; no necesitas como mirarme con esa mueca, mi política es ser honesto.

—¿Pensante en salir con...con Lud? —cuestionó con claro conflicto Prusia, y Feliks rio un poco de ver ese tipo de expresiones e inseguridades en el otro, el prusiano sólo frunció el ceño exigiéndole contestar con cierta irritación.

—Cómo que un poco, es un gran tipo —confesó Feliks, mirando el mar que se desplegaba al frente, y posando sus manos con suavidad sobre la de Prusia—, seguro encuentra a alguien mejor. Podre lucir así de joven, pero es un niño para mí. Y... supongo que al final totalmente eso de que cuando sentimos emociones muy fuertes se pueden quedar sin darnos cuenta.

—Creo que es cierto, Polen —Sonrió más tranquilo—. Soy tan asombroso que incluso desde que te ibas a casar con el aburrido de Lituania, yo...bueno —dudó un poco, y su blanca piel enrojeció en sus mejillas.

—Eres un tonto, pudiste haber dicho algo, yo súper asustado estaba. Ni conocía a Liet —se burló inclinándose, y recargando su cabeza que miraba al albino a su lado; su mano apretó un poco la de Prusia—. Pero como que entiendo que no teníamos mucha alternativa. Súper mala suerte.

—Bueno, pero eso es otra historia. Ahora eres el que se sacó el mejor premio con el mi asombrosa persona dejándote elegirlo —anunció Prusia, recobrando su usual confianza.

—Te llamaré asombroso cuando me puedas ganar en un combate con una espada, cómo que se te olvido todo lo que te enseñe —bufó Polonia riendo, y Prusia reclamó sin real hostilidad a esa acusación.

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Polonia continuaba aceptando las invitaciones de Alemania, y ahora de Prusia, a cenar con ellos; con el tiempo sus reuniones eran más bien con el mayor de los hermanos, con intención de convertir esas ocasiones en citas donde perseguían el tipo de relación que quería tener.

Por supuesto, incluso antes de que Prusia se lo pidiera, Polonia habló claro con Alemania para prevenir que los sentimientos del más joven pudieran convertirse en algo más, y lastimarlos. El polaco apreciaba mucho al joven germano para ignorar el apego que habían desarrollado entre los dos.

—Oye, Lud —le dijo una vez, mientras entre ambos preparaban la mesa, esperando a Gilbert, que se había ofrecido a traer algo que les faltaba para completar el platillo de ocasión.

—¿Pasa lago, Feliks? —preguntó Alemania, concentrado en acomodar un poco la ensalada que ya tenía lista.

—¿Me consideras tu amigo? —inquirió Feliks, nervioso de la respuesta. Buscó mantener su sonrisa para no inquietar al otro.

Ja, yo ya pensaba que éramos amigos, ¿o me equivoque? —preguntó Ludwig poniendo su atención en Feliks, claramente preocupado de haber interpretado algo que no era.

—¡Por supuesto que somos amigos! —asintió Polonia, percibiendo que lo ansioso que sentía intentando ser paciente por la respuesta del otro había abandonado su cuerpo.

Ludwig sonrió con más confianza y siguió enfocándose en terminar los preparativos de la cena con toda calma. Por otra parte, Feliks estaba aliviado de no haber escuchado algo diferente, o haber descubierto que había creado algún lío en los sentimientos del otro germano; y aunque sabía que esa tranquilidad que ahora sentía era egoísta, no podía negarla: herir a alguien tan noble y fuerte como para pedir perdón por sus errores, aceptándolos, sería algo que detestaría.

Esa noche no dudó en ir a visitar a Prusia en su habitación, queriendo platicarle lo que había sucedido (y es que el prusiano estaba preocupado por la situación con Ludwig). El albino lo besó en agradecimiento tomando por sorpresa a ambos, que sin duda no estaban acostumbrados a esos gestos.

—Si quieres puedes quedarte aquí —ofreció Gilbert tras un incómodo silencio que siguió a su efusivo agradecimiento.

—¿Tienes miedo de dormir solo? Totalmente ya estás viejo para sentir miedo. Ya no eres esa pequeña orden que iba pedirme que le contara alguna historia porque general invierno no lo dejaba dormir —respondió Feliks, queriendo molestar un poco a Prusia, una vieja costumbre.

—¡Por supuesto que no es por eso! —exclamó Prusia frunciendo sus labios.

—Me encantaría —interrumpió a albino, mostrándose cohibido cuando estiró su mano con el propósito de sostener la manga de la camisa para dormir de Gilbert.

Gilbert se recostó, y un poco menos tímido, abrazó el tenso cuerpo a su lado para disponerse a dormir, sonriendo cuando este se relajó un poco en el abrazo.

Sin duda, eso le recordaba a aquellas felices memorias: donde podían sostener la mano ajena y pensar en un futuro común.

Y ese pasado resultó convertirse en una realidad presente: un punto de partida para el futuro.





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N/A: AL FIN TERMINE, rayos, me tarde mucho. Pero gracias a esa personita que ha estado comentadon, y por supuesto a todos lo que leyeron.

¿Que fue lo que más les gustó?

¿Que no le gustó?

La paradoja de lo eterno e interminable | Hetalia [Pruspol]Where stories live. Discover now