El cumpleaños de su madre había sido una sorpresa para Louis. No se había acordado ni un poquito. Quizas se había sentido como un mal hijo. Él sabía que los cumpleañeros recibían regalos. Pero él no tenía dinero para poder pagarle un regalo a su madre.
Hasta que vio, cruzando la cerca de su patio, un limonero.
Ese limonero no tenía dueño. Estaba en un terreno en el cual predominaba el césped largo y las flores. También había varios árboles, y justo en el medio estaba el limonero.
Sabía hacer limonada. Limón, agua y azúcar. Lo había aprendido en un campamento al que había ido el año pasado. La idea que tenía no sonaba tan mal en su cabeza, además hacía calor y muchas personas pasaban frente a su casa.
Entonces ahí estaba Louis, cobrando cincuenta centavos el vasito de limonada. Había armado, con dos grandes cajones y un mantel, algo así como una mesa. Se veía bonita y eso era suficiente para aquel pequeño esperanzado con conseguir un regalo a su madre. Ese día su prima Darla había hecho presencia en su casa, apoyando la idea de Louis.
A escondidas de ser regañados, habían cruzado la cerca con dos bolsas cada uno. Corrieron al limonero, y con un banquito que también habían logrado pasar, llenaron aquellas bolsas con limones.
Aquel fruto estaba justo en su punto. Limones grandes, de un color amarillo brillante que llamaba la atención. Por dentro, uno solo de esos, llenaba un vaso entero. Hacían una jarra si lo diluían con agua y azúcar.
Su primera venta del día fue una niña de cabellos claros. Había comprado tres vasos de limonada, pero se le había derramado uno en el camino y corrió a comprar otro.
"¿Qué podemos comprar con dos dólares?"
"No lo sé Louis, muchas cosas."
Louis ni siquiera sabía que iba a comprar, pero si era posible juntaría millones de dólares vendiendo limonada.
Al día siguiente descubrió que Emilia vivía a dos calles de su casa. También le gustó la idea de ayudar al pequeño a hacer limonada, ella podría buscar los limones a medida que fueran escaseando.
Louis sentía a Emilia moverse de un lado para otro y se sentía nervioso. Le gustaba su cabello, lucia bonito. Pensó que entre sus dedos se sentiría suave. Sus ojos no le gustaban. Eran demasiado grandes y Louis a veces pensaba que parecía una iguana. Pero eso era lo de menos.
Ella era alta. Mucho más alta que el pequeño Louis de 10 años. Quizás le sacaba, diez o quince centímetros. Sus piernas eran largas, pensó Louis. Se miró a él y deseo ser alto como ella. Igualmente, no quería tener sus ojos.
No sabía lo que era enamorarse. Jamás le había atraído ninguna niña de su escuela. Aunque les parecía que eran lindas. Quizás en el sentido de cómo eran físicamente. Louis había visto varias veces en la televisión o en las revistas de moda de su madre, aquellas mujeres con piernas largas y cintura pequeña. Muchas veces había pensado en ser así cuando crezca, con el abdomen plano y la cintura pequeña. Luego miraba su pequeña panza redonda y decidía que los pasteles eran más deliciosos y mejores que el logro de una talla.
"¿Louis puedes pasarme el azúcar?"
La voz de Emilia lo saco de sus pensamientos. Levanto la vista y fue cuando se dio cuenta que había una fila de cuatro niños esperando a que sirvan su jugo.
La primera era una niña. La conocía, se llamaba Kate y una vez le saco la lengua. Louis pensó en darle una limonada agria, pero eso significaría perder una clienta y en este momento su cabeza estaba para las ventas y los negocios. Quería crear millones.
El segundo niño no sabía quién era, pero compro dos vasos de limonada y se los tomo de un solo sorbo. Pidió dos más, y los volvió a tomar de un solo sorbo. Se cansó de hacer eso hasta que sintió que se hacía pipi.
Los otros dos restantes venían juntos. Louis se sintió intimidado, eran niños más grandes que él. Ambos lo miraron desde arriba. El morocho llamo su atención: tenía un tatuaje. Era algo así como muchas líneas y círculos juntos.
"¿Me podrías dar dos vasos, por favor?"
Emilia sirvió dos vasos y se los entrego, por suerte era lo único que quedaba y había alcanzado justo. Ya estaba anocheciendo y debían entrar a casa.
"Esto está muy bueno. Me recuerda a mi infancia." dijo el compañero del chico tatuado. "¿Podrías darnos dos más?"
Louis se sintió nervioso. No tenían más limonada preparada y se sentía intimidado bajo la vista de aquel rizado de ojos verdes.
"Tenemos que prepararla..." Louis dijo bajito mientras jugaba con sus deditos.
Ambos chicos asintieron y se sentaron en el asfalto a esperar. Emilia corrió a buscar un par de limones mientras Louis observaba a aquellos dos extraños.
"Oye." el de mirada oscura llamo la atención del pequeño. "¿Y no vendes algo de comer?"
Louis negó. "El cartel dice limonada. No limonada y comida."
El rizado se carcajeo burlándose de su amigo que tan solo rodo los ojos. Louis se sonrojo. También le gustaba el cabello de aquel chico.
"¿Ustedes ya pueden conducir?"
Ambos miraron a Louis y luego entre ellos.
"Nunca lo hemos intentado." El del tatuaje se encogió de hombros. Luego codeo a su amigo. "Podríamos intentarlo Harry."
Harry negó con la cabeza y frunció el ceño. "¿Y con el auto de quién?"
Louis escucho atentamente la conversación de aquellos dos extraños. Supo que eran amigos y que no eran mucho más mayor que él. Harry tenia trece y Zayn catorce.
Vio llegar a su amiga corriendo con un limón en la mano. Pronto lo cortaron, exprimieron y prepararon. Sirvieron y aquellos dos pagaron y se fueron. Louis había dejado de sentirse nervioso.
En total del día habían juntado catorce dólares. El pequeño de ojos azules se sentía feliz. Aun no sabía que regalo iba a comprar para su madre, pero estaba seguro que era uno de los mejores en el mundo.
Holaaa
Bueno, pueden avisarme si hay algún error, todo puede fallar. También pueden decirme si les gusta o no, la historia por el momento no es tan emocionante pero ya van a llegar los capítulos emotivosgracias por leer y votar me hacen muy feliz ♡
~ampi
