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Le había dicho que por solo aquella ocasión no entráramos a clases, ese día iba a ser sólo para nosotros.

Me puse mi uniforme para que mamá no sospechara, llené mi mochila de algunas frituras y guardé la carta en mi suéter.

Nos encontramos en la parada de autobuses. El me sonrió tan amable como siempre y yo le correspondi.

Nos dirigimos a un centro de convivencia, elegimos una banca y nos dispusimos a desayunar.

Después de eso y botar la basura nos miramos fijamente. No sabía que decir ni cuál era el tema principal pero tú hablaste.

Con esa voz, ronca, baja y calmada que amaba oir.

sibilino • ʸᵒᵒⁿᵗᵃᵉᵍⁱDonde viven las historias. Descúbrelo ahora