WAYWARD「 La adolescencia es una etapa por la que experimentamos cientos de cambios, tanto emocionales como físicos, eso es algo que Holly y Harry Harper tenían muy presente, pero nadie nunca les dijo que parte de esos cambios podría llegar a ser la...
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EL GOLPETEO nervioso del pie derecho de Holly Harper ya estaba poniendo inquieto a su mellizo también, ocasionando que este comenzara a imitar aquel movimiento, Delilah Harper miró por el retrovisor a sus hijos, Holly y Harry tenían sus vistas fijadas en las respectivas ventanas, mientras que Alissa jugaba con su Nintendo DS, y Molly estaba profundamente dormida en su silla para bebé. No debía ser un genio para notar que sus mellizos estaban claramente molestos por la mudanza repentina y el cambio de escuela, pero en parte este último era su culpa, Holly y Harry eran inseparables hasta a la hora de meterse en problemas, claramente se debieron ver venir que cuando Harry dijo "si la expulsan a ella también tendrán que expulsarme a mi" no dudarían ni un segundo en expulsarlo también de Devenford Prep.
El pie de Holly se detuvo repentinamente cuando un leve ardor recorrió su pierna, solo que Harry también sintió, pero en su brazo.
—¿Estás bien? — Preguntó el mellizo, al ver la mueca de su hermana, extendió su brazo hacia ella y le tomó la mano.
—Sí, sólo odio esto. — Masculló la castaña hacia su hermano cuando el auto se detuvo en Beacon Hills High.
—Bueno, niños la hora llegó, abajo. — Delilah ordenó en un tomo amable, encubriendo que aún estaba enojada con sus hijos (y lo estaría más si se llegaba a enterar de lo que estuvieron haciendo la noche anterior). Holly soltó un quejido y bajo del auto familiar al mismo tiempo que su hermano. —Vendré por ustedes a las 3, suerte. — Les dijo antes de que ambos cerraran la puerta del auto.
Ambos mellizos se plantaron frente a la enorme construcción, la observaron por un segundo antes de que el timbre de entrada sonara. Compartieron una mirada y caminaron manteniendo el mismo paso hasta llegar a su primera clase, tomaron un lugar a lado del otro al final del salón, y como si estuvieran sincronizados (que probablemente lo estaban) hundieron sus cabezas entre sus brazos previamente colocados sobre sus mesas. Todo era un asco.
—No me cansaré de repetir cuanto odio esto, ¿por qué nos expulsaron siquiera? Sólo resalté lo obvio cuando dije lo del peluquín del director, no porque nadie quisiera mencionarlo significa que sea real, le hice un favor al pobre hombre.
—Creo que deberías de reactivar tu filtro a la hora de decir las cosas, a la gente le gusta que le mientan si eso les hace sentir bien.
—Pero él no se sentía bien desde antes, no fue mi culpa reírme cuando se le movió el peluquín...
