Dos

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Tiro su cigarro ya cansado del sabor y de un pisotón apagó éste, cada día los elaboraban peor, ya ninguno era como los de antes, extrañaría su sabor pues estaba seriamente pensando en dejar ese viejo vicio suyo.

Se disponía a partir, había estado bastante tiempo fuera de las instalaciones y comenzaba el clima a tornarse desagradable, pero algo lo detuvo: La imágen de ese despampanante y serio Omega meditando en el borde de un precipicio. ¿Cómo había llegado hasta allí? Debía de tener dotes de cabra como para hacer tremenda estupidez.

Lo miró un poco aterrado al principio pero el tiempo pasó y pasó hasta que se dió cuenta que contemplaba su imagen con gran asombro, alterado volteó su rostro en dirección al sol y percatándose de que 30 minutos habían pasado ya, gritó algo horrorizado.

¡30 minutos! No podía creerlo, ¿Tanto tiempo? ¡Eso lo hacía pasar por acosador! El regreso de ese japonés a su vida sí que lo estaba afectando... Cansado suspiró pesadamente y desvío la mirada, no podía permitir que esos inocentes e infantiles sentimientos por el arquero renacieran nuevamente, su corazón viejo y desgastado no se lo perdonaría, creía haberlo superado, creía haber superado al simple amor pasajero que sintió en sus escazos 17 años...

Era inútil seguir pensando en eso así que optó por irse pero nuevamente se tuvo que detener.

La doctora Ziegler, su mejor amiga, se encontraba a su lado, veía al arquero y de vez en cuando a su acompañante con una gran sonrisa, complacida volteó su mirada a Jesse y despreocupada saludó a su amigo.

-¡¿Qué haces aquí, Angela?!- preguntó un poco alterado.

-Lo siento Jesse, se supone que te llevaría a cenar con nosotros pero te encontré tan maravillado observando el paisaje que decidí acompañarte un rato- sonrió alegre la doctora y volteó su cabeza completamente hacia el vaquero.

Jesse algo sonrojado dió un vistazo al lugar donde se encontraba Hanzo, y aliviado de que ya no estuviera ahí volteó hacía la chica.

-¿Desde cuándo...?

-Hace 10 minutos, vaquero... Estabas tan embobado que fue inútil tratar de llamar tu atención- Rió algo divertida por la situación y se puso a caminar, adentrándose a los cuarteles.

El hombre de mediana edad la siguió de cerca y distraído en sus pensamientos no se percató de que habían llegado ya a la sala común.

-¡Se tardaron! ¡No podía más con esta hambre!- hablo a gritos y desesperada una joven coreana de cabello castaño.

-No es para tanto, Hanna- le respondió un chico alfa, de piel morena que sentado a su lado le daba cariñitos.

-¡Lo siento chicos! Al parecer nuestro queridísimo Jesse Maccree se distrajo con algo...-Sé detuvo la doctora y entrecerró los ojos, mirando a su amigo- más bien con alguien, y no podía llamar su atención

El mencionado se sonrojó levemente y carraspeó tratando de llamar la atención de los presentes.

-Bueno, bueno...- exclamó con su típico tono de voz en burla y continuó- ya estoy aquí, ¡no lloren más!

A paso lento se acercó a la barra frente a la cocina y se sentó a lado de la pareja, una sonrisa cálida invadió su rostro al ver tal tierna escena entre su hermana menor y el brasileño.

-¿Tienen que estar tan cariñosos todo el tiempo?- pregunta burlándose de los jóvenes que le dedican una mirada fastidiada.

La coreana solo suspiró molesta y desvió la mirada con un evidente sonrojo en sus mejillas. Por el contrario, el alfa sonrío orgulloso y asintió lentamente.

-Es el amor, Jesse Maccree- dió como explicación y beso dulcemente la cabeza de la castaña.

-¿Se podría saber qué te tenía tan ocupado?- interrumpió el comandante desde la cocina, que preparaba con gran concentración la cena de esa noche.

Jesse no contestó al instante, pensaba en que podría decirle a su padre, pero de seguro mentirle no le serviría. Se mantuvo el silencio por unos cuantos minutos hasta que la rubia decidió acercarse al pequeño grupo, se recargo en la barra, soltó una pequeña risa y miró espectante a su amigo.

- Estaba fumando...-Susurró titubeante el vaquero y desvío la mirada al techo.

La doctora rió un poco más y nego suavemente.

-Estabas viendo al nuevo...-dijo la doctora con un tono de desinterés, tratando de restarle importancia al hecho.

Jack simplemente soltó un suspiro en respuesta y siguió cocinando, el lugar se sumió en un incómodo silencio en el que Jesse intercambió una mirada furiosa con su maravillosa amiga, quién sonreía triunfal.

El silencio permaneció unos minutos más, solo se escuchaba el sonido de la comida siendo preparada y uno que otro grillo, el vaquero tragó saliva suavemente evitando cualquier tipo de ruido incorrecto y miró nervioso a su padre.

Afortunadamente la risa de Genji se escuchó por el pasillo, tan escandalosa que rompió la incomodidad del momento. Los presentes posaron sus miradas a la puerta que daba el pasillo, esperando a que el ninja apareciera por ella.

Grande fue la sorpresa para todos al ver que el primero en entrar no fue el otro sino el mayor de los Shimada quien extrañado miró la escena y después a su hermano.

-¿Por qué tanto silencio?- preguntó el ninja, al fin entrando por la puerta.

Todos volvieron a lo suyo así que Jesse aprovechó para pellizcar levemente el brazo de la rubia quien rió un poco a carcajadas.

-No es nada, Genji- dijo la rubia entre risas y mirando al mencionado.

Genji se sonrojó un poco al intercambiar miradas con la doctora y nervioso rió con ella, ganándose una mirada curiosa de su hermano.

-Es un milagro que estés con nosotros...-dijo desinteresado el mayor de la sala hacia el arquero.

-¡Solo es el primer día! No lo presiones, viejo- replicó la castaña y sonrió cálidamente a los hermanos.

Los dos se acercaron, el menor con cierta emoción y el mayor a paso lento.

La noche pasó tranquila, todos disfrutaron entre risas y anécdotas, todos excepto el arquero quien durante toda la cena evitó cualquier interacción con Jesse, el cual agradeció internamente ese hecho.

Cuando finalmente acabó su sufrimiento se dirigió a su habitación, ignoró toda tentación que su cerebro le ponía para beber y cansado se dejó caer en su suave cama.

Suspiró pesadamente y cerró los ojos de golpe, intentando olvidar lo de hace un momento... Todo fue tan incómodo, a cada mirada que le dedicó al arquero durante la cena su corazón se aceleraba, y no se sintió libre de hacer las mismas bromas que cada noche divertían a todos, algunos se percataron de su actitud nerviosa pero decidieron no molestarlo con eso.

Volvió a suspirar una vez más y relajó su cuerpo, por fin quedándose dormido.

Mañana intentaría con todas sus fuerzas romper la incomodidad entre los dos...

¿Predestinados...?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora