Ocho

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El frío viento chocó contra su rostro, haciéndolo despertar de ese trance en el que estaba sumergido. Parpadeó un par de veces y miró a su alrededor, buscando con la mirada a su amado novio.

Se sorprendió al ver al moreno sentado en el borde de la plataforma, con sus piernas sumergidas en la helada agua, una pequeña mueca se apoderó de su rostro, pues con el frío que hacía el menor podía llegar a enfermarse,se paró de su lugar con pesadez y se sentó a lado del americano.

Jesse no se había percatado de la presencia de su novio, por lo que Hanzo posó una de sus manos en el hombro del moreno, dándole un toque delicado para llamar su atención.

-¿Sucede algo?

Preguntó preocupado el japonés, mirando atento a su pareja, quién suspiró pesadamente y nego de forma lenta.

-No quiero, no quiero cumplir 18...

Soltó con sinceridad el menor de los dos, mientras apretó una de sus manos y tensó su mandíbula. Hanzo lo miró algo preocupado, sabía que Jesse le tenía miedo a las responsabilidades que le esperaban al cumplir la mayoría de edad, pero solo sabía eso.

Estaba muy claro que el vaquero no solo le temía a eso, y por eso mismo Hanzo también tenía miedo de lo que su novio no le contaba. Tomó con delicadeza su rostro entre sus dos manos y lo hizo voltear hacia su dirección.

-Hay algo que no me has dicho, ¿No es así?

Jesse asintió con la cabeza y desvió su mirada al suelo, él aún no se atrevía a soltarlo, pero tenía que hacerlo. Acarició una de las manos del japonés con la suya y respiró hondo, tomando el suficiente valor para hablar.

-Yo... No me puedo quedar para siempre

..........................

Hanzo despertó a la mitad de la noche, con la respiración un poco agitada y los ojos húmedos. Pasó una de sus manos a la altura de su corazón y apretó su mano sobre su ropa, tratando de recuperar un ritmo normal en las palpitaciones de su corazón.

Ese recuerdo no era de los más lindos que tenía, de hecho, era uno de los que más odiaba, a pesar de que Jesse fuera el protagonista de la memoria, lo odiaba tanto que recordarlo estaba prohibido para su cabeza.

Tal vez se había preocupado tanto por la desaparición del moreno de hace unas horas, que el recuerdo de la primera vez que lo abandonó golpeó su subconsciente en pleno sueño.

Sacudió su cabeza, tratando de dejar de lado el mal momento y se dejó caer en su cama, mirando el techo como si fuera lo más interesante que había visto. Odiaba tener que vivir ese recuerdo de forma tan lúcida...

Después de unos cuantos minutos cerró lentamente sus ojos y comenzó a relajarse de nuevo, sumergiéndose por completo en el mundo de los sueños y los viejos recuerdos.

"Juro que volveré, incluso antes de que puedas asimilar mi partida."

Volvió a despertar, molesto y con el entrecejo fruncido, dejó escapar un pequeño sonido a modo de queja de su boca y trató de volver a acomodarse en su no tan suave colchón.

¿Por qué cada que cerraba los ojos estaba esa dolorosa imagen? La imagen de Jesse Maccree alejándose sin decir adiós. Suspiró pesadamente y justo antes de poder dormir tranquilo, un golpe, proveniente por detrás de su puerta, lo despertó.

Hanzo se alarmó un poco, miró a su al rededor y después posó su vista en la puerta. Otro golpe volvió a sonar, ésta vez más fuerte, eso provocó que el japonés diera un pequeño salto en su cama.

Y por alguna razón, Hanzo tenía miedo. Su cuerpo temblaba cual cachorro asustado, el sudor pronto hizo su presencia y su mirada no podía apartarse del pequeño rectángulo de metal, que lo separaba de aquel espeluznante ruido.

Pronto un aroma peculiar inundó sus fosas nasales, era tan abrumador que el arquero tuvo que cubrir su nariz para no terminar más débil de lo que ya se sentía, tragó saliva suavemente y se paró de su cama, caminando lentamente hasta quedar frente a su puerta.

Otro golpe se escuchó, Hanzo apretó un poco su mano y respiró hondo, tratando de recobrar fuerzas y tomar el valor suficiente para abrir esa puerta.

Aunque no tenía nada que temer, estaba dentro de las instalaciones, un lugar completamente seguro... O eso quería creer.

Acercó una de sus temblorosas manos al escáner que abría y cerraba su puerta, aún dudaba en exponerse al peligro, no quería, pero tampoco podía quedarse encerrado en su habitación, esperando a que, quien sea que fuese, lograra derribar la puerta.

Después de un pequeño debate que tuvo consigo mismo, decidió abrir la puerta. Con seguridad puso su mano sobre la helada pantalla y esperó a que terminara de escanear su mano para poder abrir la puerta.

Lentamente, el pedazo de metal se fue deslizando hacia un lado. Lo primero que Hanzo pudo persibir fue la figura de un hombre, que se recargaba de una pared, parecía débil.

Grande fue su sorpresa al notar que ese hombre no era cualquiera, sino que el mismísimo ladrón de sus sueños. Lo miró atónito y se acercó hasta él, tomando su rostro entre sus manos.

Mala idea... Aquél olor que lo torturó hace rato volvió a colarse por su nariz, provocando un leve temblor en sus piernas. Instintivamente retrocedió rápidamente, hasta que tropezó y calló de espaldas, cubrió su nariz con el cuello de su playera y miró con temor al moreno.

-¿Jesse...?

¿Predestinados...?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora