Té con leche

21 2 5
                                    

Tener ciertas costumbres es lo que nos diferencia de otros, por eso decidí seguir con mis rutinas diarias, tratando de encontrar pistas en cada cosa que hiciera, era como un juego o un acertijo que aumentaba mi curiosidad, pero era un agrado sentir que tenía una nueva misión y como siempre me han gustado los retos, para mí no era ningún problema.

Luego de los días en casa comenzó una semana de trabajo bastante agotadora, ya que, debía contar lo sucedido en mi accidente a cada persona que no me había visto desde entonces, porque al parecer los rumores corren demasiado rápido en estas circunstancias. Por lo que, caído el día viernes decidí retomar aquello que gozaba cada termino semanal, ir por un exquisito té.

Llegué hasta uno de los salones que solía frecuentar y me senté en un puesto junto a la ventana, venía sola, así que no necesitaba una mesa amplia. Tomé la carta de pedidos y vi un listado inmenso que me hizo agua la boca, era un placer vivir en un mundo donde podía disfrutar de estos sabores.

- Hola, ¿qué vas a pedir? – dijo una chica acercándose hasta mí.

- Té con leche – respondí con una amena sonrisa.

- Excelente elección, algo clásico.

- Sí, sobreviví a un accidente, olvidé episodios de mi vida y ahora volví a mi rutina. Necesito algo clásico que me dé estabilidad – dije sonriente.

- Se lo traigo enseguida – dijo la chica con una sonrisa algo falsa.

Estoy segura que pensó que era una broma de mal gusto, pero eso me hacía sentido con el mal gusto que me quedará a mí si no lograba recordar algo. Tomé mi celular mientras esperaba el pedido que no demoro mucho en llegar a mi mesa, aprecie la taza y el exquisito aroma, algo tan clásico que jamás pasará de moda, uno de los primeros sabores que nos enseñan y lo que nos da paso al arte del té. Bastó con olerlo para que los flashbacks llegaran a mi cabeza, la imagen de un pequeño adolescente moreno, llego hasta mí – sabía que esto iba a resultar – pensé, para dar paso al primer sorbo.

Una vez terminada la clase de matemáticas salí junto a mis amigas, Danielle y Rocío. Tan solo trece años de edad y teníamos dos cosas para divertirnos, charlar u oír música, si algo detestaba en estos momentos era la energía excedida que me hacía ser mucho más hiperactiva que las demás, así que debía conformarme con largas horas de aburrimientos porque, aunque fuese una edad temprana sabía que lo mío era la aventura y diversión.

Una vez acabado el espacio de descanso, dimos paso a los talleres complementarios que desgraciadamente me separaban de ellas. Ya que, habíamos escogido posturas diferentes, en lo personal me gustaba bastante la botánica, por lo que un acercamiento desde el ramo de biología fue lo único que pude escoger, a diferencia de mis amigas no me gustaba tanto la geografía.

Al llegar al salón, tome asiento como de costumbre para esperar a la profesora, hace muy poco habían implementado esta modalidad, así que no conocía a nadie aún. Ajusté la cinta de terciopelo negro que formaba un cintillo sobre mi cabello y puse brillo labial sobre mi boca, cuando me percaté que un chico estaba observando sonriente cada movimiento que realizaba. Se acercó hasta a mí y no dijo ninguna palabra más que sonreír.

- ¿Sucede algo? - pregunté curiosa al ver que solo me observaba.

- No, solo no te había visto en esta clase.

- Yo tampoco.

- Soy Diederick – se presentó amable, sentándose junto a mí – estoy solo en esta clase, mis amigos tomaron otra.

Un té para Colette  - [Terminado]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora