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Todo era una pesadilla vuelta realidad, me había convertido en la asquerosa muñeca de ese horrible ser. Me golpeaba, me insultaba, me maltrataba y muchas veces me violaba; lo peor del caso es que no era el único que lo hacía, todos tenían derecho a utilizarme como les plazca.

Irónicamente otra vez estaba atrapada dentro de una habitación, con la diferencia de que la puerta no era más que eso: Una puerta. Ya no estaba protegida por ella, al contrario, se había vuelto uno de mis temores más grandes, esto se debía a que cada vez que era abierta significaba que cosas malas pasarían.

Sin embargo, esta era una de esas veces en las que podía ser feliz, aunque sea por unos cuantos minutos. Su dulce sonrisa acompañada de esos brillantes ojos negros iluminaron mi día, se aproximó a mi dando pequeños saltos provocando que su larga cabellera café se moviera de lado a lado con bastante elegancia.

—¡Hola mami! —saludó la niña de seis años alegremente a la par que me abrazara.

Mi querida Scarlett, quien a pesar de las prohibiciones de su padre de estar conmigo a solas, siempre venía a verme todos los días sin falta. Era tan alegre e inocente que parecía imposible pensar que viviera en un mundo tan pútrido como el nuestro.

—Hola pequeña. —salude contenta besando delicadamente su mejilla.

—La señorita Allatou me entrego un montón de dulces y quise compartirlos contigo mami. —explicó mostrándome su mochila, la cual estaba llena caramelos.

—Muchas gracias. —le dije acariciando su cabeza. —¿Dónde está tu papi? —pregunté con curiosidad empezando a comer dulces a su lado.

—Salió de viaje para buscarme un buen tutor de historia. Según él, una buena emperatriz necesita conocer todo el pasado de su imperio. —contestó imitando a su progenitor de forma muy exagerada, lo cual me hizo reír.

—¿Te dijo cuándo volvería? —

—En la noche. —al escuchar su respuesta no pude evitar sonreír.

—Querida. ¿Podrías buscarme un cuchillo? Esta paleta es algo difícil de abrir. —me queje batallando con el dulce.

—De acuerdo mami. —replicó mi hija levantándose del suelo para hacer que le pedí, cosa en lo que no tardo nada.

—Muchas gracias. Ahora. ¿Qué te parece si vas a buscar las flores más bonitas del jardín y así te enseño a hacer una hermosa corona de flores? —le sugerí sonriendo.

—Ahora mismo mami. —respondió emocionada dándose la vuelta, sin embargo, yo la detuve por la muñeca.

—Pero recuerda algo preciosa, cuando crezcas y te des cuenta de que papi hace cosas muy malas, lo mataras. ¿Verdad? —al escucharme ella me miro confundida por unos segundos antes de asentir.

—¡Por supuesto! Haría cualquier cosa por ti mami. — dijo con una gran sonrisa en sus labios.

—¿Me lo prometes? —le pregunte extendiéndole mi dedo meñique.

—¡Así es! —respondió entrelazando su dedo con el mío.

Con eso salió corriendo de la habitación, luego de unos segundos me levante del suelo y me acerque a una de las ventanas del cuarto que daban hacia el jardín permitiéndome ver a mi alegre hija recolectar las flores más bonitas acompañada de aquellos horribles monstruos.

—Lo siento Scarlett. —me disculpe entre lágrimas. —Pero mami no es tan fuerte como pensabas. —susurre mandándole un beso.

Mire a amada hija una última vez antes de posar mi vista sobre el afilado cuchillo que me había traído, cuyo filo termino deslizándose elegantemente por mis muñecas, de las cuales comenzó a brotar aquel liquido rojizo con el que tanto había soñado ver. Pronto mi vista se fue nublando, sabía que vendría mi final.

—Tal vez ya no existiré, pero prefiero eso a quedarme en ese maldito mundo. —susurré al sentir mis parpados pesarme tanto que tuve que cerrarlos.

Lo último que pude escuchar fueron los gritos desesperados de mi hija a la par que me rodeaba con sus pequeño y delicados brazos.


Fin

Detrás de la Puerta.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora