GUARDIANES DEL DESTINO II

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Llegué a casa de Brenda sin aliento, cada bocanada de aire que absorbían era como una puñalada para mis entrañas. Me sujeté de la pared mientras aguardaba ser atendido.

Ella salió a los pocos minutos, su rostro mostraba la preocupación pero al verme pasó al alivio e inmediatamente a la furia:
— ¡¿Se puede saber dónde estabas?! — me gritó — ¡Mira la hora! — vaya que estaba furiosa.

Molesta como estaba no pude decir nada más que “lo lamento, me quedé dormido”; fuimos al centro pero cada cual estaba absorto en sus propios pensamientos.

Lo que me había ocurrido seguía atormentándome y por más que lo intentaba no encontraba la respuesta. Perdí más de tres horas y media y eso no era normal.

¿Qué sucedió en esas horas? ¿Quiénes eran esas dos mujeres? No me daban buena sensación ninguna de ellas.

— ¿Me estás escuchando? ¡Uriel! — Brenda interrumpió mis pensamientos bruscamente, la contemplé sorprendido. — Vaya, veo que hoy no es tu día — estaba en lo cierto, hoy definitivamente no era mi día.

Repentinamente tuve una extraña sensación, como si todo perdiera importancia. Mi atención se centró, sin saber porqué, en un joven de aproximadamente 14 años, es decir mi edad.

Sus rubios cabellos llegaban a sus hombros, sus violáceos ojos parecían traspasar el alma. Vestía pantalones negros de vestir, zapatos al tono, camisa blanca y chaleco negro también.

Nuestras miradas se cruzaron cuando me detuve en la esquina a la espera del cambio de luz del semáforo. Él se encontraba al otro lado de la calle.

Algo en mi interior se removía reaccionando ante su mirada; me invadía la sensación de desagrado total y repugnancia hacia ese muchacho aunque era la primera vez que lo veía.

El viento nos envolvió a ambos, el tiempo pareció detenerse. Repentinamente sentí una voz en mi cabeza, era la voz de otro joven “maldito” murmuraba una y otra vez en mi cabeza, mi cuerpo estaba tenso e inmóvil. 

Pero los dedos de Brenda sujetaron mi mano derecha al tiempo que me arrastraba lejos de aquella inmovilidad hacia el otro lado de la calle, precisamente  hacia aquel lugar donde ese sujeto estaba.

—Vamos Uriel, despierta de una vez — decía ella mientras aprovechábamos la luz verde.    

El extraño hizo lo mismo y al llegar al centro de la calle nos cruzamos; una especie de descarga eléctrica invadió mi cuerpo, aquel me contempló y siguió andando.

Al llegar al otro lado de la calle nos detuvimos, voltee para contemplarlo una vez más. Una siniestra sonrisa se había dibujado en su rostro, estaba detenido en la esquina mirándome.

Pero Brenda no se detuvo y como ella seguía sujetándome la mano no tuve alternativas. Nos alejamos de aquel lugar en cuestión de segundos, aunque en mi interior parecía haber algo o alguien con conciencia y voluntad propias que deseaba regresar y enfrentar a ese extraño; use mi voluntad para seguir andando alejándome de allí ya que no me apetecía quedarme.

Todo esto comenzaba a asustarme, me sujeté de ella y seguí mi camino a su lado.

— Brenda — dije luego de habernos alejado de ese lugar — ¿Alguna vez sentiste que algo en tu interior no estaba bien? — Ella me miró extraña — ¿Hiciste cosas sin saber?

—¿Qué quieres decir?
— Contéstame por favor
— No, nunca hice algo sin saberlo — me contestó — ¿Qué tienes Uriel?

— Nada, olvídalo — respondí cerrándome en mi mismo. Ella no podía entenderme, de hecho ni yo mismo me entendía ¿cómo puedo pensar que alguien lo consiga?

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