Había llegado a tal extremo que no pudo resistirlo más. Lo amaba con cada fibra de su ser, desde que lo vió aquella tarde gris de otoño.
Sin embargo nada resultó ser como lo pensó. Creyó que siguiendo los cánones tradicionales podría conquistarlo, pero pronto descubrió que estaba equivocada. Él era alguien diferente, solitario y misterioso.
Había entrado a trabajar en su mansión solo para estar más cerca suyo. Deseaba saber más sobre quién le hubo robado el corazón.
Cuando entró a esa misteriosa vivienda, que desde fuera parecía abandonada, su asombro la dejó sin palabras.
El jardín estaba abandonado, las esculturas que lo decoraban estaban envueltas con musgos y enredaderas. El polvo las envolvía a todas y cada una de ellas. La piscina se veía deteriorada, su agua, verde musgo, resaltaba el deterioro del lugar.
Al subir las escaleras su corazón pareció enloquecer debido a la ansiedad. Al fin vería algo suyo, algo más íntimo.
El mayordomo que la guiaba era ser una especie de ente sin vida ya que no solo estaba pálido sino que su mirada parecía perdida, vacía.
No importaba cuántas preguntas hiciera, él no respondería ninguna de ellas. Como si no entendiese sus palabras.
El interior de la mansión no era tan diferente del exterior, solo que allí la oscuridad reinaba por doquier. Los muebles poseían los destellos de una belleza antigüa, perdida en el tiempo.
El mayordomo recién habló cuando llegaron a la sala central.
- Espere aquí - Su voz sonaba como de ultratumba.Mientras lo esperaba contemplaba el lugar, cubierto de polvo y telarañas por doquier. Se preguntó cómo alguien podía vivir en un lugar así. Pero su voz la alejó de esas meditaciones. Parado en el entrepiso permanecía envuelto entre las sombras. Solo podía ver su silueta más no su rostro.
- ¿Cree estar capacitada para este trabajo? - Volvió a preguntarle fríamente.
- Por supuesto.
- Eso veremos.A partir de ese momento ella debía ocuparse de la contabilidad. Periódicamente hacía un informe para él sobre la evolución de su trabajo.
De eso hacía varios meses. Si bien no pudo entablar una charla amigable, sino solo formales, pudo descubrir algunos detalles de su pasado. Pero el muro que él hubo construído alrededor suyo era impenetrable.
La tristeza era su continua compañía al parecer ya que ella jamás lo había visto sonreír. ¿Por qué?Solo tres almas habitaban ese lugar: ella, el mayordomo y él. Y por lo visto el mayordomo era quien se ocupaba de los demás quehaceres.
La soledad y el olvido reinaban allí. No era de extrañar que la tristeza sea su compañía. Ese sitio deprimía a cualquiera.
Cierta noche se armó de valor y se dirigió hacia el sector donde él pasaba matando el tiempo. Se decía que el mundo era de los osados ¿Cierto? Estaba por averiguarlo.Al acercarse a la biblioteca, sitio donde él solía pasar, pudo verlo. De espalda a la puerta observaba algo que ella no alcanzaba a distinguir. Su silueta otra vez ¿Qué expresión tendría su rostro?
Repentinamente empezó a sentir frío, mucho frío.La temperatura descendía más y más, aunque a él parecía no afectarle. Pero ella estaba tiritando. Miró por la ventana y para su asombro el sol seguía allí ¿Qué estaba ocurriendo?
Ferozmente él exclamó
- ¿Sigues aquí? Vete - luego volteó para mirarla con furia mientras repetía - ¡Vete!
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Guardianes Del Destino Y Otros Cuentos
FantasyEl Tiempo, el Destino. Y una lucha mortal por sobrevivir en un mundo envuelto en caos. El amor, única salvación, yace ignorado en un rincón del cosmos. Algunos buscan lo inencontrable pero están condenados a vagar por las calles siendo invisibles...