ATRAPADO ENTRE DOS ETERNIDADES

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El viento soplaba con fuerza, sobre las copas de los árboles se podían ver los estragos ocasionados por este. Las casas coloridas parecían fortalezas que detenían la ferocidad del viento.

La ciudad parecía desértica, la tratarse del día domingo nadie salía de sus casas ni de los lugares de recreación. El viento arrastraba las hojas de los árboles caídas y dispersas por el suelo.

El celeste del cielo daba la sensación de libertad y bienestar. Desde las calles se podía ver el cerro a lo lejos. La misma naturaleza rodeaba aquella ciudad envolviendola en su verde manto.

Pasado el mediodía, cada familia se encontraban en sus hogares compartiendo los alimentos y vivencias de la transcurrida semana.

No obstante había dos seres que optaron por alejarse de sus familiares para deambular por las calles de aquella ciudad. Hacía tiempo que se habían alejado de allí y de los de su misma sangre. Sin embargo aquel día regresaron.

Uno de ellos vestía negros jeans, una camisa al tono y botas de igual color; sus rubios cabellos eran lacios y pasaban sus anchos hombros. Los ecos de sus pasos retumbaban en la calle perdiéndose con el viento.

Mirando el suelo se dirigía a la mansión roja, situada una cuadra más allá de donde él se encontraba. Cerca del cerro. En dirección a éste, el joven de no más de 20 años de edad con las manos en los bolsillos caminaba con pasos firmes. Sus facciones eran duras, su esmeraldina mirada despedía crueldad y serenidad al mismo tiempo.

Cruzó la calle sin levantar la vista para fijarse en algún automóvil que pudiese pasar en aquel momento, ni se interesó en las luces del semáforo.

Con la misma aparente serenidad el joven siguió su camino. Sus pasos resonaban en la soledad del lugar con el viento como único compañero. Parecía no percatarse del otro jóven que venía siguiéndolo unos cuantos pasos atrás.

O simplemente no le interesaba estar siendo perseguido. De cualquier manera su apariencia siguió siendo la misma....

Su respiración se entrecortaba con cada paso que daba. El joven de negros cabellos había estado persiguiendo a ese otro muchacho desde hacía tanto tiempo que no podía permitirse perderlo justo ahora.

Vestía un jeans blanco, camisa al tono y botas de igual color. Sus oscuros cabellos pasaban sus hombros. De grandes ojos violetas, tenía un extraño parecido físico al otro jóven.

No perdía detalle alguno del otro muchacho, sentía a su corazón latir tan fuerte que parecía estar a punto de estallar. Esa ciudad había sido su hogar tiempo atrás pero había huido de allí para vivir su vida.

Los edificios y el sitio completo le despertaban cierta nostalgia. Sin embargo no podía contemplar el panorama ya que en esos momentos tenía que concentrarse en su presa que continuaba con aquel tranquilo andar.

Frunciendo el ceño apuró la marcha, esta vez no le permitiría huir. El aire se estrellaba en su garganta lastimandosela con cada respiración que daba. Al verlo cruzar la calle con tanta calma al punto de no levantar la vista, supo que no se daría por vencido.

Lo conocía bastante como para saber que su objetivo seguia siendo el mismo. Transcurrieron tres minutos antes de verlo detenerse frente a una de las casas. Él también se detuvo.

Recién el muchacho rubio volteó la mirada para centrarla en su perseguidor. Por unos instantes ambos se miraron a los ojos. Pero el rubio sonrió siniestramente. El viento sopló con fuerza.

Las hojas de los árboles fueron arrojadas en dirección al joven vestido de negro quien segundos después se desvaneció en el aire. El viento se calmó y las hojas secas cayeron al suelo.

— ¡No! — exclamó el joven vestido de blanco. Era la tercera vez que hacía eso. Estaba indignado.

Corrió hacia el sitio donde lo vió por última vez. Al contemplar la fachada del lugar frunció más aún el ceño. La Mansión Roja. Había visto las últimas noticias.

Aquella era una de las tantas propiedades del señor Baldwin, un multimillonario que la había heredero. Perteneció a su familia durante generaciones. Cómo así también era el poseedor del Diamante Negro, que según decían, encerraba la imagen de un joven que parecía real, muy real.

Como si en verdad estuviese allí dentro vivo. Al contemplar la verdadera intención de su perseguidor, entró sin perder más tiempo a la mansión. No podía permitir que robara semejante joya.

Entró respirando entrecortadamente, no quiso prestarle atención al repentino olor penetrante y dulzón del ambiente. La escalera se situaba a unos metros de la puerta principal. Subió los escalones de dos en dos hasta llegar al primer piso.

Una de las puertas permanecía abierta, le extrañaba el singular silencio del lugar. Sabía que algo no andaba bien y no solo se trataba de la intromisión de su perseguido a ese sitio. Un escalofrío recorrió su espalda.

Al acercarse a la habitación cuya puerta permanecía abierta se asombró. El señor Baldwin estaba muerto en el suelo manchado con su sangre. La respiración del jóven se entrecorto agitándose cada vez más. De repente sintió sus ojos clavados en él mismo.

Desvío la mirada hacia esa dirección volteando a su vez su cuerpo. El estaba allí, su perseguido . Una siniestra carcajada retumbó en el lugar mientras lo fulminaba con la mirada.

Pasados unos segundos el muchacho de negros cabellos pudo ver qué el otro sostenía en su mano derecha una gruesa cadena que estaba engarzada al diamante negro.

Mirándola bien, parecía tener encerrado en su interior a un muchacho de rubios cabellos cuyo resplandor lo envolvía haciéndolo brillar en la oscuridad de la joya.

—¿Lo mataste ? — preguntó el joven moreno
— Pero serás tú quien pague las consecuencias — contestó el joven rubio.

Una descarga eléctrica invadió al moreno inmovilizandolo. La oscuridad lo fue envolviendo hasta que una poderosa fuerza lo alejó del sitio donde estaba. Tenía la sensación de estar siendo succionado.

Horrorizado contempló su propio cuerpo desde arriba para luego ser depositado en el interior del cuerpo de su perseguido. El joven rubio. Las piernas le hicieron perder el equilibrio cayendo al duro suelo y soltando la joya.

Ahora podía ver su propio cuerpo que lentamente se acercó a él. Tardó un par de segundos en darse cuenta donde estaba realmente ahora.

Su cuerpo tomó la joya entre sus dedos con siniestro placer. En ese momento supo que había sido encerrado en el cuerpo de su enemigo, buscado por asesino y ladrón.

Fue testigo al ver cómo sus propios aliados entraban al lugar, se dirigían a su cuerpo, ocupado por su enemigo ahora.

— Llegaron a tiempo — dijo su enemigo - Asesinó al señor Baldwin e intentó robar el Diamante Negro. Por suerte lo atrapé.

Fue sujetado con fuerza y conducido escaleras abajo fuera de la mansión donde lo colocaron en una camilla sujetándolo con grilletes las muñecas y los tobillos.

No tenía importancia lo que dijera ya que nunca le creerían. Subieron la camilla a una ambulancia. Las fuerzas lo abandonaron hasta caer en las manos de la oscuridad que lo envolvió.

Su enemigo se había salido con la suya...ahora descubría de la peor manera su secreto sobre por qué jamás era atrapado. Pero era demasiado tarde...

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