EXTRAÑO EN LAS CALLES DEL PASADO

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Jamás se había sentido parte de este mundo, era algo extraño de explicar, aún para él, pero cada vez que se miraba al espejo algo en su interior le decía que no formaba parte del mundo que lo rodeaba.

Se sentía fuera de foco. Esa sensación de estar viviendo la vida equivocada en el momento equivocado permanecía en él desde que se levantaba en la madrugada hasta que se acostaba al caer la noche.

¿Cómo podía deshacerse de semejante sensación? El sentirse ajeno a todo, apartado de todo y dejado de lado por todos era una cosa pero el tener la sensación de estar viviendo en otra realidad era algo diferente…y empezaba a alarmarlo.

¿Acaso aquello sería consecuencia de su solitaria vida? Siempre había sido invisible a los ojos de los demás, aquello jamás pudo cambiarlo…aunque nunca fue de su agrado tuvo que adaptarse a pasar ante los demás sin ver expresión alguna en sus rostros que le indiquen que al menos habían notado su presencia.

Una sombra que pasa sin ser percibida por nadie, la indiferencia es el peor de los castigos para todo ser humano que anhela con desesperación ser notado por los otros, ser aceptado y amado por los de su misma especie.

Pero lo cierto es que el hombre es el único ser vivo que puede odiar a sus semejantes. Del odio al asesinato hay un solo paso y el ser humano es capaz de matar por placer a los de su misma raza…en diversas formas…transformándolos en muertos vivientes que a ojos de los demás siguen vivos pero todo se vuelve apariencia ya que por dentro pueden estar desintegrados, vacíos….carentes de toda vida.

El lo hubo experimentado en carne propia, ya había sido exterminado en más de un sentido pero como se hubo aferrado al sentimiento de estar vivo aún no se hubo convertido en un muerto viviente….sin embargo pareciera que en su caso la muerte dio paso a la invisibilidad, a la sombra….

Hacerles entender a quienes lo rodean que no era una sombra, alguien invisible, sino muy por el contrario era una persona de carne y hueso que siente y  desea ser aceptado por la sociedad era algo muy difícil….una tarea medio imposible de  lograr si se tiene en cuenta la sociedad que lo rodeaba a él.

Cuando vio que nada ganaría, que todo intento sería en vano la angustia empezó a adueñarse de su ser dejando paso al más intenso dolor y la desesperación comenzó a hacerle malas jugadas a su mente.

Esa incertidumbre empezó a dar vueltas en su mente de forma continua…hasta que se dio cuenta de otra verdad. Nada conseguiría haciéndolo ya que él no tenía siquiera una existencia. Era alguien invisible.

La melancolía lo consumía por dentro ya que ni siquiera tenía la opción de eliminarse. A nadie le importaba su persona ¿porqué tenía que padecer aquello?

Era una verdadera estupidez esperar algo así, ese nuevo pensamiento despertó una nueva sensación en su interior….la frialdad absoluta.

Si el mundo era indiferente ante sus desesperados deseos de relacionarse y ser aceptado por alguien….entonces él mismo sería indiferente también y así cada vez que lo necesiten y recién se acuerden de su persona, como normalmente ocurría, él mismo sería un bloque de hielo ante el cual chocarían aquellos interesados que provocaron semejante cambio en su persona.

Tarde será cuando se den cuenta que el antiguo muchacho amable, que se preocupaba por los demás había desaparecido para dejar paso a este nuevo ser que nada siente por nadie ni se inmuta ante el dolor ajeno…

Jamás volvería a sentir algo por alguien ya que los sentimientos solo hacen desgraciados a los humanos volviéndolos débiles e infelices.

¿De qué le había valido preocuparse por los otros? De nada. ¿De qué le sirvió ser una buena persona, obediente y respetuoso? De nada. ¿De qué le sirvió ayudar al necesitado y pensar en el bienestar del otro? De nada.

Porque nadie, absolutamente nadie fue capaz de darle una mano cuando él la hubo necesitado. Nadie se preocupó siquiera por su persona en los años que tenía de vida.

Por tal razón optó por el congelamiento de sus sentimientos ya que solo el hielo podría ser capaz de encerrar el gran vacío que tenía en su corazón y que lo estaba exterminando por dentro. Era sencilla la situación: o se volvía insensible o acabaría muerto.

El problema se fue intensificando cuando hubo logrado su propósito ya que al ser alguien carente de sentimientos empezó a despertar en él el demonio que precisamente sus sentimientos habían mantenido a raya enjaulado.

La luna nocturna era su aliada ya que iluminaba aquel siniestro ser que empezó a aflorar en su interior y que él mismo no podía ni tenía intención alguna por controlar mucho menos detener. ¿Por qué lo haría?

Si con él a flor de piel quien se beneficiaba era él mismo, los demás salían perjudicados pero eso era algo que a él ya no le importaba, porque al fin había dejado de ser alguien invisible….ahora los demás empezaban a notar su presencia y a temerle…¿y por qué no?

Después de todo ellos mismos se lo buscaron, nada de esto estaría pasando si hubiesen sido diferentes con su persona, si tan solo le hubiesen brindado una mano amiga cuando la pedía a gritos aquel demonio jamás habría aflorado y nadie se vería amenazado por su presencia pero….ellos se lo buscaron ahora que se aguanten.

Porque su corazón estaba encerrado en el bloque de hielo custodiado a su vez por aquel monstruo.

No había nadie que pudiese ablandar su duro y frío corazón, el hielo era indestructible y él mismo empezaba a preocuparse por ello ya que había llegado a un punto en el cual su misma piel se iba tornando pálida y fría. Similar a un mármol.

Su demonio interno causaba los más crueles actos y él los contemplaba carente de toda emoción.

Los sentimientos para él ya no existían, formaban parte del humano que había desaparecido en el abismo helado y oscuro de su mismo interior. Todo formaba parte de una cruel fantasía, una magnífica mentira sin sentido que los humanos crearon con el fin de denigrarse a sí mismos torturándose con una existencia engañosamente vacía.

Pero ya no caería en la trampa otra vez, ahora que había congelado sus sentimientos era alguien diferente, un ser más poderoso perteneciente a otro mundo…no se sentía un ser humano y en verdad le fascinaba.

Caminaba por las calles de aquella ciudad con majestuosidad absoluta, como una bestia asechando a su presa deseosa de darle el gran zarpazo.

Pero aquel no era él, ese demonio de hielo que lo dominaba había nacido siendo un producto de su resentimiento generado por la desesperante soledad y el anhelo de ser querido por alguien careciendo de dicho afecto.

Por más poderoso que se sintiera su verdadero ser  pedía a gritos ser liberado ya que aquel demonio había empezado a adueñarse de casi todo su interior peligrando así su verdadera esencia.

Ahora cada vez que se miraba al espejo quien le devolvía la mirada era el demonio, aquel monstruoso ser que habitaba en su interior haciendo uso y abuso de su cuerpo…siendo un producto del desamor había nacido por la desolación que sentía debido a la indiferencia de los demás y ahora no había forma de controlarlo mucho menos exterminarlo de su propio ser.

¿Cómo volver a ser él mismo? ¿Cómo conseguir regresar a su propia realidad, a su propia vida?

Sentía la muerte cada vez más cerca, su existencia iba llegando a su fin ya que su lado humano se debilitaba cada vez más, mientras que su lado demoníaco se fortalecía segundo a segundo…pero aún no había vivido lo suficiente ¿por qué tenía que morir cuando no había empezado a vivir? El tiempo se le escurría como agua entre los dedos.

Pero había renunciado a toda esperanza ya que jamás fue ayudado ¿por qué lo sería ahora? Lo último que vio fueron unos ojos turquesas que lo miraban de una forma extraña y le resultaban vagamente familiares.

Antes de que la oscuridad se adueñe de su ser al completo y él se haya apagado, un nombre acudió a él provenía de lo más profundo de sus recuerdos…Su memoria le permitió volver por unos instantes al pasado donde esos ojos turquesas lo miraban con ternura haciéndolo sentir en el mejor de los mundos.

La oscuridad acabó alejándolo de aquel estupendo recuerdo para sumergirlo en la desesperación total encerrándolo en la celda del olvido. El espectro de la soledad sería su carcelero asegurándose que  jamás pueda ser una persona libre. Su condena era eterna.

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