xiv. ¿friends?

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You always come here
when you're sad

You always come here when you're sad

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Anne

Felicidad.

Irradiábamos absoluta, jodida y plena felicidad por todos nuestros poros. Durante el trayecto de vuelta a casa (ya que se nos había hecho demasiado tarde) no podíamos parar de cantar, bailar y gritar de la emoción. Es cierto que no estábamos cien por cien seguros de que el oro se encontrara en el pozo del sótano de la señora Craine, pero las posibilidades eran altas. Demasiado altas. Por lo que era imposible no tener una sonrisa de oreja a oreja plasmada en la cara: se acabaron nuestros problemas de Pogues. No tendríamos que trabajar nunca más, John B no tendría que irse con los servicios sociales, JJ podría pagar la indemnización, Pope conseguirá ir a una buena universidad, Kie gastará todo su dinero en ONG's y yo podré hacer frente a nuestra deuda con el banco, el Bora seguirá en pie y, con algo de suerte, me permitiré el privilegio de ir a estudiar a un conservatorio.

Sin duda era el mejor día de mi vida.

Aunque tardó bien poco en torcerse.

— Anne —me llamó mi tía en cuanto entré por la puerta de casa. Me acerqué al salón, donde se encontraba sentada en uno de los sillones. La observé desde la puerta, esperando que dijera algo más— Ven, siéntate —me dijo, a lo que yo obedecí, algo extrañada.

— ¿Qué ocurre? —me atreví a preguntar.

— Hace un rato, decidí llamar a la señora Carrera —en cuanto esas palabras salieron de su boca, dejé de respirar por unos segundos— Ya sabes, para agradecerle otra vez su amabilidad y todo eso.

— Tía Lydia, yo... —comencé a decir, pero rápidamente me interrumpió.

— ¿Cuándo pensabas decírmelo? —preguntó, tajante. En este momento, juro que me siento la peor persona del mundo— Anne, necesitábamos el dinero.

— Joder, yo... yo lo sé. Es solo que... agh —no era capaz de decir absolutamente nada. Me tapé la cara con mis manos, dejando apoyados mis codos en mis rodillas— No me sentía cómoda haciendo eso. No era mi lugar —contesté al fin— Además, mis amigos me necesitaban y...

— Tus amigos —repitió mi tía— Cómo no, esos chicos tenían que estar metidos en todo esto.

— Ellos no han tenido la culpa de nada. Fue mi decisión irme de la fiesta —los defendí.

— Claro que es tu decisión: tú solita te valiste para cargarte, no solo la oportunidad de conseguir el dinero suficiente para saldar la deuda si no que, además, perdiste tu momento de brillar —me quedé en total silencio porque no sabía qué contestar. Mierda, sabía que la había cagado hasta el fondo en todos los aspectos posibles, pero mi tía tenía toda la razón: era mi momento de demostrar lo que valía encima de un escenario y la he desaprovechado— Anne, ¿tus amigos merecen tanto la pena? —era una pregunta que no me esperaba lo más mínimo.

pogues [jj.m.]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora