Soulmates.
Narra Gustabo.
Mi vida de pequeño siempre fue la calle, cuando tuve el suficiente valor tomé las pocas cosas que tenía y salí de ese "hogar". Mi padre era un hombre que ahogaba sus penas en el alcohol y en golpearme, mi vida en esa casa fue literalmente despertarme con el deseo de poder llegar a la noche sin respirar para que todo se detuviera de una maldita vez y a pesar de ese constante sueño... La muerte nunca tocaba mi puerta así que a los diez años de edad, tome mi mochila y decidí que era de salir a buscar esa maldita. Tenía once o doce años cuando conocí a Horacio, un niño que al igual que yo escapaba de una familia disfuncional, la primera impresión es la mas importante dicen algunos, pero cuando cruzamos miradas supe que debía ayudarlo a escapar del hombre que lo perseguía gritandole "A donde vas maricón".
-Niño sigueme y no dejes de correr-
Tomé su mano con fuerza y corrimos entre las diferentes calles que ya eran conocidas por mi, corrimos un largo tiempo hasta que logramos despistar al hombre que nos seguía ¿Como? Fácil, nos escondimos dentro de un basurero. Aun recuerdo la mirada de asco en el rostro de mi pequeño Horacio al saber que debíamos permanecer un rato en este asqueroso sitio, el olor a comida en descomposición y algún que otro pañal sucio me tenía asqueado pero no podía arriesgarnos... Así que mientras estábamos esperando comencé una conversación para poder tener un mejor ambiente si es que era posible, claro.
-Soy Gustabo, con B de bombón ¿Como te llamas pequeño?-
-Soy Horacio... Perdón por meterte en esto.-
La mirada de tristeza que tuvo ese día movió algo dentro de mí, lo que antes era un frío corazón se había descongelado y tuve la necesidad de proteger y cuidar de este niño.
-¿Qué haces en las calles, Horacio?.-
-Me escapé de casa, mi madre intentó quemarme y ya no soporté más ese maltrato así que como pude me encerré en mi habitación, tomé lo primero que encontré y salí por la ventana.- el pequeño Horacio abrió una bolsa que traía con él y me mostró unas cuantas barras de cereal y su ropa.
-¿Cuantos años tienes? Yo tengo doce-
-Tengo nueve años- me miró y soltó una tímida sonrisa que me hizo estar feliz de inmediato.
-Nunca dejes de sonreír, Horacio, quédate conmigo y me encargaré de que nunca te falte comida-.
Habíamos estado encerrados un buen tiempo así que decidí que ya era tiempo de salir del escondite para llevar al mi nuevo pequeño hermano donde se supone que vivo.
Toda la vida desde pequeño debí luchar para sobrevivir en esta jungla de asfalto, aprendí a usar los cuchillos y las navajas como nadie porque las pistolas eran muy caras, el poco dinero que conseguía lo destinaba en comprarle comida a Horacio, pues él es lo mas importante que puedo tener.
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Amantes Canibales.
Fanfiction¿Qué pasa cuando dejas a dos Caníbales en una ciudad y tienen el deseo de devorar al otro? . . . Porque no todos somos lo que mostramos y porque a veces hacer sufrir a otros por una satisfacción propia es más importante. Recuerda, las personas...