Tan diferentes y tan iguales a la vez

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Era plena noche pero Damian no había conseguido pegar ojo, todavía estaba preocupado por Raven.

Sabía que esa noche realmente no iba a ser tranquila, conocía a Raven lo suficientemente bien para saber que no iba a quedarse quieta esa noche, no con todas esas emociones conflictivas, necesitaba calmarse y ordenar sus pensamientos y emociones antes de realmente poder dormir, y si Raven quería calmarse y recuperar el control solo había una cosa que lo conseguiría con seguridad: Meditar.

Se levanto pesadamente de la cama y se acercó al enorme ventanal de su habitación para mirar al bosque, y tal como pensó, vio a Raven sentada justo donde siempre, en su posición de flor de loto con un poco de incienso.

Decidió esperar unos minutos solo observándola desde su ventana, quería asegurarse de darle tiempo suficiente para meditar tranquila un rato, al fin y al cabo no sabía cuanto tiempo llevaba ahí, bien podían ser unos segundos como unas pocas horas y sabía que en el mismo momento en que él saliera de la Torre, ella lo sabría y también sabría que iba a buscarla.

Por ese mismo motivo decidió esperar unos minutos más, simplemente mirando su figura en la noche. Estaba oscuro pero la luz de la luna era lo suficiente para poder verla, pero aún así no se sorprendió de que Raven no se hubiera llevado nada para alumbrar su camino, Raven siempre estaba cómoda y en sintonía con la noche y, de hecho, hacía un tiempo que sospechaba que Raven podía ver en la oscuridad, no es que le sorprendiera si podía hacerlo.

Por su postura y por como la capa caía por su espalda podía decir que había vuelto a ocultar sus alas y Damian no pudo entender el ligero sentimiento de decepción ante este hecho, también parecía un poco tensa pero estaba demasiado lejos para poder descubrir el motivo exacto.

Titus no estaba con ella por lo que supuso que, o bien el perro se había quedado dormido y no se había dado cuenta de que Raven había salido o Raven le había ordenado que se quedara en a habitación porque quería un tiempo a solas, conociéndolos a ambos la segunda opción es la más probable puesto que Titus era muy atento a lo que lo rodeaba.

Después de haber estado observándola, fijándose en como la luz de la luna creaba sombras en su rostro y figura, decidió que era hora de ir a hablar con ella y, con suerte, lograr que ella descansara lo que quedaba de noche.

Tal y como había pensado, nada más salir de la Torre, Raven ya sabia que él se acercaba, pero no se movió ni abrió los ojos, no fue hasta que Damian llegó al claro y se sentó delante de ella que abrió los ojos y lo miro esperando a que hablara.

- Buenas noches, Raven – Dijo Damian, mirándola con cierta solemnidad que Raven supo interpretar como dudas al intentar consolarla.

- Buenas noches, Damian – Dijo Raven - ¿Necesitas algo?

- Ya es muy tarde ¿No deberías estar durmiendo? - Comentó Damian, alzando una ceja.

- Bueno, soy una ave nocturna, y podría decirse lo mismo de ti ¿Que haces despierto? - Raven se estiro y Damian oyó los huesos de la espalda de Raven crujir a la vez que hizo una suave mueca de incomodidad.

- Soy una clase nocturna de petirrojo – Dijo Damian, más centrado en la mueca que Raven acababa de hacer - ¿Te duele la espalda?

- No, solo me molesta un poco, mantener las alas ocultas toma cierta energía y concentración, no es mucha pero después de varios días comienza a hacerse pesado, es como llevar ropa demasiado ajustada – Explicó Raven.

- ¿Por que las ocultas entonces? Si al cabo de un tiempo comienza a molestar no es una buena estrategia mantenerlas ocultas, y estoy seguro que es más sencillo volar con tus propias alas que levitar – Dijo Damian.

La Manada de las SombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora