Recoges lo que siembras

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Cuando terminaron de comer, Raven, que había estado silenciosamente metida en sus pensamientos, se levantó lentamente ante la mirada confusa de sus amigos.

- John, tienes la dirección de Laura Waneta ¿Verdad?

- Si, ¿Porque? ¿Que tienes en mente? - A pesar de sus preguntas, John sacó un papelito de uno de sus hondos bolsillos y se lo pasó a su compañera.

- Porque planeo hablar con ella – Solo le tomo unos segundos memorizar la dirección y saber ubicarse, por lo que le devolvió el papel a John.

- ¿Estas segura? - Preguntó Damian – Cuando fuimos no parecía muy dispuesta a dar información.

- A vosotros puede que no – Comentó Raven – Pero con suerte, a mi me responderá con una o dos verdades. Aunque solo sea por desesperación.

- Cierto, pero es probable que ya este colocando la ceniza de serbal de nuevo, sobretodo ahora que sabe que estamos aquí – Advirtió Dick.

- Oh si, pobre de ella, sabe que hay alguien que puede salvarle el culo, no veo porque aceptaría la ayuda – Raven les regaló una sonrisa sarcástica, aunque en sus ojos había cierto pesar – Aunque es más que probable que no acepte la ayuda o me de información, incluso puede que no quiera escuchar, pero vale la pena intentarlo, cuanto antes acabemos con esto más vidas salvaremos.

- Voy contigo – Declaró Damian.

Raven lo miró con ternura.

- Gracias por el ofrecimiento, pero no – Dijo Raven – Iré yo sola. Es más probable que se mantenga más tranquila si estoy sola, de todos modos, esta es una conversación bruja a bruja.

- ¿Segura? - Preguntó, esta vez, Donna.

- De nuevo, si, estoy segura.

John suspiró y sacó una moneda del bolsillo interior de la gabardina y se la enseñó a Raven.

- En caso de que se le ocurra encerrarte en la casa con la ceniza – Se la lanzó a Raven y esta la atrapó al vuelo.

- Si sabes que con estas monedas solo puedes comunicarte con Lucy ¿Verdad? - Raven jugueteó con la moneda, viendo la imagen del hermoso ángel caído en una cara y la cabeza del carnero con el pentagrama invertido en la otra.

- La he modificado – Aseguró John.

- ¿En serio? ¿Como? Llevo meses intentándolo – Comentó Raven, guardándose la moneda en los bolsillos de su chaqueta.

- Te enseñaré cuando esta misión termine – El rubio se encogió de hombros – Ten cuidado.

- Como siempre – Se despidió antes de salir por la puerta.

- ¿Estará bien ella sola? - Preguntó Kory, preocupada.

- Por supuesto que si – Bufó John – Es Raven de quien estamos hablando.

Raven caminó pacíficamente por las calles y rincones del pequeño pueblo, disfrutando del aire más puro que en su hogar en la Torre, las casas de aspecto rural y el sonido de los animales de ganadería que podían pasar por en medio de la calle en cualquier momento.

No era algo a lo que estuviera muy acostumbrada, en la ciudad algo así era impensable. Nunca verías a ningún otro animal a parte de gatos, perros y algunas pocas aves, sin contar a los animales de dos patas que se hacen pasar por personas, claro.

Tampoco había un aire tan puro, el de la ciudad estaba demasiado contaminado, y ella, acostumbrada también al aire puro de la Manada de las Sombras, notaba con creces la diferencia.

La Manada de las SombrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora