La caja de donaciones

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Insensible, frío y sin emociones. Así es cómo me describe la gente con la que me cruzo día tras día. Y es que no se confunden, nací sin esas cosas que hacen sentir de, prácticamente, todo, aunque muchas más personas que saben actuar bien carezcan también de ellas. Simplemente no tengo ese don de la actuación, por lo que un día decidí hacer algo para encajar e intentar sentir algo: creé una caja donde cualquiera pudiera donarme alguna emoción que no desearan. Grave error.

Desde entonces, sólo me habían donado tristeza, miedo y arrepentimiento. Cada persona que donaba se veía más sonriente nada más depositar sus indeseadas emociones. Al principio no supe cómo reaccionar a tales donaciones, pero aprendí poco después que debía sonreír y agradecer; aunque nunca supe cómo era esa felicidad que tanto reflejaban sus rostros.

Rescatados del olvidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora