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El piso de aquel pasillo sombrío y oscuro retumbaba bastante fuerte tras los pasos pesados de un cruel villano.

-No pasará de nuevo...No, por favor-. Eran los únicos susurros que daba señal de vida en la habitación número seis.

Como no se imaginaba aquel inocente personaje, los pasos se escucharon pasar por frente a la puerta en la que se escondía el pequeño, deteniéndose en tres alcobas después de llegar a la nombrada, sin embargo, unos toques leves y asustadizos retumbaron en la puerta, sobresaltando al que se escondía debajo la cama, entre las crueles rendijas que marcaban su pequeña espalda, y el frío piso que dañaba sus pulmones.

-Por favor-. Se escuchó un susurro bastante audible.- Ahí viene, no quiero que me encuentre, por favor.

Conocía plenamente esa dulce voz, le costó salir de esa trampa de metal en el que había estado prisionero para poder salvar al niño que en su momento lo ayudó a él.

A pesar de que esa pequeña ventana casi junto al techo, la cubría una pequeña cortina clara y unos barrotes ocultos después de ella, se colaba la luz de la luna, dándole más terror a la escena.

-Ayuda-.Siguió susurrando la voz.

Si no fuese porque le pesó demasiado la culpa, no hubiese arrancado la cortina de un jalón descubriendo las ventanas y los barrotes.

Se acercó lentamente a la puerta sintiéndose tan pesado como si llevase un yunque en la espalda, amarrado a sus brazos, imposibilitando su caminata, pero para él era mucho mejor salvar la vida de un amigo y perder la suya en el intento.

Y por fin, después de tanta tensión lo hizo, abrió la única puerta que separaba a ambos.

Que lástima que no hizo caso a su mente que intentaba impedir que llegara a la puerta y luego abrirla, fijándose que ahí no estaba su amigo, en su lugar había alguien más, retrocedió lo más que pudo dándole paso a su atacante, que dejó un niño menos en el pequeño reclusorio que se ocultaba en una carretera junto a la más solitaria playa, pero un desaparecido más.

Soledad Sombría. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora