•Espejos Rotos••

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El espejo, cuyos bordes oxidados en sus mejores días fueron de color plateado, reflejaba el demacrado reflejo de Arón, y más allá de su cuerpo trasmitía el miedo y la preocupación que había llegado a sentir, porque a pesar de que solo se basa en la forma física, los espejos son capaces de reflejar nuestras emociones, aunque a veces no logremos verlo.

Su cara estaba bastante desecha, flacucha, su rostro era muy delgado, demasiado, y pómulos sobresalían como dos botones, sus mejillas hundidas, sus clavículas que parecían unos huesos sobrepuestos en su pecho, le daban un aire de esqueleto andante, pero ¿qué podía hacer? Si comía cada ciertos días, tan desabrido que creía que el sabor ácido en cada plato era una bendición para sus papilas, y cuando no recibía nada, eran las hojas de papel arrancadas de sus cuadernos, las borras estratégicamente colocadas al final de cada lápiz, y de vez en cuando, si Alan no le convidaba algo de pan, los bordes de la pared que sostenía la ventana de su habitación.

Su nerviosismo había estado presente desde que se levantó, un débil grito fue su despertador, no supo si era de agonía, de felicidad, mucho menos supo si era relevante; estaba seguro que aquel grito no pertenecía a ninguno de sus conocidos, ni los de Bebé, ni los de Alan, el viejo jardinero, y menos los de su maestra, entonces si era correcto el orden de sus pensamientos un joven que no conocía había estado sufriendo pobremente en una de las alcobas, las incógnitas comenzaron a llegar deseando estar resueltas lo antes posible, si continuaba con pensamientos tan desordenados la jaqueca se haría presente evitando su poca tranquilidad.

Colocó un poco de color en sus mejillas con una vieja acuarela en polvo que daba la impresión de que era de baja calidad, sin embargo, le servía a él para darle algo de vida a su cara terriblemente pálida, y así evitar los terribles comentarios de mamá sobre su decadente imagen poco agradable.

Faltaban unos minutos para acabar la hora del almuerzo, aquella de la que se había escapado con la excusa de ir al baño, desviándose hacia su habitación.

Salió de esta silenciosamente, estaba prohibido estar ahí a esa hora, pero los demás niños yacían en sus alcobas siempre en ese momento, por lo tanto, no se molestaba en fingir no estar presente ahí, no obstante, esta vez era la excepción porque no solo iría a su dormitorio y omitir el almuerzo, sino que también buscaría el orígen de los gritos que eran su frecuente despertador.

Un par de guantes de tela cubrieron sus manos al momento de comenzar a cruzar el solitario e inmundo pasillo con huellas de zapatos hasta cubrir su verdadera imagen. Se detuvo algo lo llamaba, clamaba su atención descubriendo que era la puerta marcada con el número seis, esta temblaba como si de un terremoto se tratase, parecía que alguien intentaba abrirla, incluso por el pequeño espacio bajo de esta se veía una sombra que creía asustada intentando escapar.

Arón, ya bastante asustado se comenzó a hiperventilar, tal como en todas sus pesadillas las paredes de aquel desierto e inmundo pasillo comenzaron a encogerse, dejándole como única opción abrir la puerta que tenía en frente, adentrándose a la oscuridad que desde hacía tiempo clamaba su presencia.

Nota de Autor:

Holaaaa<3

La verdad tengo unas ganas inmensas de que lean este y lo que hay en el capítulo siguiente, peeeero, no puedo actualizar muy seguido así que aviso que en dos horas viene la siguiente parte jsksjsksjsks.

Me falta muy poco para escribir el final, y a ustedes les falta mucho por leer hasta llegar a él, así que espero que disfruten las actualizaciones y recuerden estar pendiente de todo, y sí, es todo literalmente.

Estén atentos a los detalles, preciosuras, es lo que diré.

Me despido por unas horas y cuídense la colA.

Soledad Sombría. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora