Soledad Sombría.

•Monólogos Esperados•

La voz de Bebé sacó a Arón de sus pensamientos, el primero se notaba triste, mientras que el segundo estaba intrigado.

-Te dije que no te acercaras mucho a él-. Habló por primera vez, con la voz bastante quebrada y el muerto entre sus brazos.- Se que no lo hiciste mucho, e incluso le tenías miedo. ¿Sabes que me merma? Que no pude hacer nada, ni siquiera me di cuenta cuando me quitó el mando, cuando salió de su escondite y vino por ti-. Comenzó a soltar aquel cuerpo, que hasta ahora había notado el montón de sangre en el suelo y los barrotes de la ventana regados cerca de la escena.

-Te has muerto, Arón, y por tu nombre prometo que haré todo lo que puedo para que otro como tú no muera. Temiste, luchaste, y te alejaste, pero no fue suficiente para él-. Se levantó más serio, lo que antes era tristeza ahora parecía enojo.- No es momento de hablar babosadas. Hay que limpiar a nuestro querido amigo difunto.

Arón se retiró corriendo al baño. v
Vomitó como jamás lo había hecho, no entendía nada, tardó unos minutos para enjuagar su cara con el agua que permanecía en un recipiente antes de regresar velozmente a su habitación, la cual mientras calmaba su agitada respiración se percató que esta olía bastante raro.

Alguien había entrado en ella, quizás para introducir algo, sin embargo no le dió la más importancia.

Se dispuso a buscar su ropa para ir a ducharse, y vió que en el clóset había más prendas que las que había dejado.

Ya estaba confundido con lo de Bebé, ahora con lo de las misteriosas telas que permanecían ahí, la incómoda situación lo llevó a ignorar todo lo que sucedía, o al menos las pistas que le dejaban.

Mientras él se iba de su habitación, dirigiéndose al baño, mientras un evidente personaje se reía de la idiotez que albergaba aquel protagonista, estaba sentado, marcando en el papel que sostenía, una fecha que tanto esperaba, y para que llegara solo faltaban tres días.