•Persecuciones Aterradoras•

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A firmes tirones Alan logró sacar a Arón de la habitación, aunque su resistencia también era problema para el mayor.

Podía ser pequeño pero, tenía algo de fuerza, además de que la adrenalina era lo principal que drenaba en él.

Hasta que un golpe logró dejarlo inconsciente, y desde ahí lo tuvo
justo donde quería; amarrando sus débiles extremidades y cubriendo sus violáceos labios.

Aún sin saber que hacer, Alan se retiró del cuarto de limpieza, donde había llevado y dejado al pequeño desmayado, sin que al menos algún amigo lo viera.

Pocas horas habían pasado hasta que Arón logró despertar, lamentablemente en el momento justo en el que ya se había acabado el tiempo.

Gracias a la vejez y la mala calidad de la soga que enrollaba sus brazos y piernas, logró romperla, o al menos deshacer algunos hilachos que la volvían más débil; temiendo que el hombre que había osado a golpearlo entrará de nuevo.

Por fin había logrado deshacerse de su pequeño inconveniente sin resultar herido.

Con pisadas cautelosas y movimientos silenciosos abrió un poco la puerta del pequeño cuarto, y por el espacio que había dejado logro divisar el exterior de este.

El pasillo estaba vacío, y aunque su sombría decoración siguiera como acostumbraba sentía que algo era distinto.

Jarrones, cuadros sin descripción o firma, mesas con manchas de algún líquido oscuro y feas telarañas era lo único que veía a lo largo del pasillo, sin contar algunas puertas que pertenecían a la entrada de cada aula. Creyó que todo seguía igual, pero hasta esa sensación se percibía diferente.

No fue hasta que salió del pequeño cuarto que él intentó ir hacia la salida del internado, cuando el viejo atacante había anunciado su reanudada aparición con un intento de grito, procediendo a seguir al castaño, quién no tuvo más remedio que subir hasta el lugar asignado para los maestros. Mientras subía otro intento por gritar se expandió por el lugar, y luego de eso sólo las pisadas pesadas que buscaban al niño eran el único sonido que lo lograban aterrar.

Soledad Sombría. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora