Día 2: Mascotas

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Advertencias: Pet play, Dom/Sub. No hay nada explícito de momento.

Era bien sabido que todos los héroes de Karmaland tenían mascotas, fieles compañeros que les acompañaban en las buenas y en las malas, e iban desde perros hasta tiburones, pasando por pollos, cerdos, caballos... Había toda clase de animales acompañándoles, sin embargo, Vegetta sabía a ciencia cierta que su mascota era la mejor. Era única en su especie, no había ser que pudiese igualarla, no solo eso, si no que también era inteligente, más de lo que dejaba ver a simple vista, obediente, siguiendo siempre las órdenes de su dueño sin dudar (si no lo hacía, bueno, digamos que Vegetta no tenía ningún inconveniente en adiestrarlo de nuevo), hermoso, la criatura más bella que el pelinegro hubiese visto en su vida, y lo mejor de todo, suyo.

Cada vez que Luzu o Auron presumían de Manolo o Fredecrick, el ojimorado apenas podía contener una sonrisa condescendiente, pensando en el ejemplar que el escondía en su casa, en sus preciosas alas marrones con plumas más suaves que la seda, en sus ojos ámbar que siempre le miraban atentos a cualquier mandato que le encargase, estaba completamente seguro de que si lo compartía con sus amigos, estarían de acuerdo en que su mascota superaba con creces a las suyas mientras se morían de envidia por ese hecho, pero no quería arriesgarse a que se la robasen. De todas maneras, él sabía la verdad, con eso bastaba.

Llegó a casa después de un duro día de picar buscando escarabajos, la verdad es que estaba agotado, pero el solo hecho de ser capaz de volver al lado de su amada mascota hacían que todo el malhumor, frustración y agotamiento desapareciesen, siendo suplantados por una sonrisa suave que mostraba todo su aprecio por la criatura que guardaba con tanto recelo. Fue a su habitación, que era donde le había dejado antes de irse, mientras anunciaba su llegada.

-Fargan, ya he vuelto -Dijo sonriendo de forma traviesa mientras se apoyaba en el marco de la puerta, observando la imagen que tenía delante.

Fargan estaba desnudo, de rodillas en el suelo, con las manos atadas a la espalda, las alas igualmente restringidas, con una mordaza en la boca y una caperuza tapándole los ojos, como si fuese un halcón o alguna otra ave con la que se practica la cetrería y necesitase aquello para estar calmado.


Más tarde editaré esto para que sea más largo, ya decidiré entonces si esto es consensual o no, pero ahora mismo son las cuatro de la mañana, y me quiero ir a dormir. Lo publico ahora porque no me quiero retrasar, y podría pasar por una historia corta terminada pero con final abierto.

Fargetta MonthDonde viven las historias. Descúbrelo ahora